Todo un
recital de flores, tulipanes, plantas, parra. Una mediana mansión de la calle
El Calvario de La Villa de La Orotava, donde nací y me crié hasta la juventud.
En la
azotea de mi casa, con mi sobrina Carmen Rosa Padrón de meses y mi hermana Fina
Álvarez Abréu, entonces estudiando magisterio en la Normal de La Laguna.
Verano
del año 1959, verano de luz y color, ahí se oían las ranas nocturnas de la
Charca de la Carretera, se veían los arboles morales de la misma rúa, se oía el
cante del gallo mañanero, y el entone de las gallinas.
Detrás,
solo tres inmuebles; El de los Herederos de don Francisco Dorta y Jacinto del
Castillo, y los Chalets de; don Emilio Luque Moreno y don Miguel Acosta.
Observábamos las llegadas del circo Toti, el teatro de María Teresa Pozón, los
cochitos por las fiestas mayores, e incluso veíamos el colegio de la Milagrosa
de las Hermanas de la Caridad desde el horizonte.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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