martes, 23 de mayo de 2017

FIESTAS MAYORES DE LA OROTAVA DEL AÑO 1965 Y (II)



Fotografía de la izquierda corresponde al momento en que la señorita;  Angelita Hernández Martín "Miss Orotava 1965" camina por la pasarela del brazo del  entonces Alcalde de la Villa; don Juan Cúllen y Lugo, en el acto de los Festejos Populares celebrados en la noche del 15 de mayo del año 1965. Los dos  pajes que hacen escolta a la belleza, el de la derecha es el entonces niño orotavense tan inquieto Orlando Álvarez Padrón, y el de la izquierda desconozco su identidad.
Fotografía de la derecha corresponde a la bellísima señorita; Candelaria González Aguiar, representante del sector del Barrio Los Pinos, elegida Reina de los Festejos Populares 1965.
El entonces ex-Alcalde de La Orotava Subjefe Provincial del Movimiento don JOSÉ ESTÉVEZ MÉNDEZ, escribía un artículo titulado ALFOMBRAS SÍMBOLO DE UN PUEBLO CREADOR: “…La Villa de la Orotava, parte importante e integrante de esta avanzada atlántica de nuestra Patria que son las islas Canarias, se ha distinguido siempre por algo que el Creador le concedi6: su situación privilegiada en el fértil Valle de su nombre, a los pies mismos del coloso Teide, faro y antorcha de rutas de todas las generaciones.
La Villa irradió siempre cultura - y señorío. La laboriosidad de sus hombres hizo posible que los mejores frutos de sus campos fueran siempre manjares codiciados en el Viejo Mundo. Nombres orotavenses aparecen en lugar preeminente en la historia de la isla, de nuestra Patria y en, la para  nosotros tan querida, Hispanoamérica.
Repartidas en múltiples publicaciones y trabajos inéditos está la historia de la Orotava, historia que hay que recopilar y publicar para estudio, conocimiento y ejemplo de las actuales y futuras generaciones.
Pero si La Orotava ha sido y es conocida por todo lo anteriormente expuesto, lo que verdaderamente la ha hecho singular, lo que le ha dado un sello especial  es una obra nacida de la casualidad -como casi todas las grandes obras - hace más de cien años, alimentada y vivificada por la unidad y desprendimiento de unas familias y de unos hombres abnegados, y ofrecida con verdadero amor a aquél que tan desprendidamente nos hadado lo que poseemos: Las Alfombras de Flores y de tierras naturales, como tapices delicados por los que anda el Señor en su recorrido triunfal en la Octava del Corpus.
Ciento dieciocho años de historia; ciento dieciocho años de esfuerzo, de unidad, de preparación,...; ciento dieciocho  años de deshojar flores que, colocadas con arte y amor, generaci6n tras generación en las calles de la zona histórica de la Villa, han ido creando una escuela, han ido formando una conciencia, han ido sembrando una estela de prestigio inigualable que hace de la Octava del Corpus,  lugar propicio a la meditación, centro de reunión de los que buscan algo que merezca la pena vivir, porque el arte -en cualquiera de sus manifestaciones, pero sobre todo en esta originalísima de las Alfombras- ofrecido a la mayor gloria de Dios, es algo importante de lo poco que alos hombres hoy nos eleva dentro de un mundo materializado y egoísta.
Lo de las Alfombras hay que vivirlo para creerlo,Pero hay que vivirlo no como una fiesta más; no como un espectáculo más.
El Alfombrista, que es capaz de hacer hablar a las flores o a las tierras naturales de la isla, quiere que su obra, que solo dura unas horas -y aquí está la grandeza de su  esfuerzo, de su ofrecimiento y de su desprendimiento- penetre intensamente en la retina y en el corazón de todos los visitantes, no solo para distracción en su cotidiano quehacer, sino para elevación de su espíritu, para recreo de su alma ansiosa, para restablecer una verdadera corriente espiritual entre los hombres.
Si las Alfombras se hubiesen hecho solamente como  espectáculo ya hubiesen muerto. En Cristo el que les ha dado y les seguirá dando vida. Es él el que anima y prepara a los hombres para que no decaigan en esta gran obra. Es él el que ayuda al alfombrista cuando decae e ilumina a las nuevas generaciones para que continúen tan hermosa tarea.
Por eso no hay miedo a la continuidad, aunque muchos caigan en el camino, aunque muchos se desalienten, aunque algunos busquen el efímero aplauso exterior.
Recorriendo, alegres pero silenciosos, el trayecto  procesional desde muy  temprano para recoger la experiencia de este día maravilloso; ordenando todo lo visto; meditando sobre el arte en sí y sobre lo que los motivos representan y viviendo intensamente el paso de Cristo vivo sobre la obra creada para El, estamos seguros de que, cualesquiera sean las ideas o los credos de los visitantes, algo valioso se llevarán en sus almas, pues se llevarán testimonios de unidad, de fe, de trabajo, de arte, de desprendimiento, de caridad, de amor; algo que es muy importante para la convivencia entre los hombres.
Las generaciones futuras al estudiar esta manifestación de arte y de fe no cabe duda que mostrarán el mismo asombro, respeto y admiración que todos sentimos hacia las grandes obras de arte, en todas sus manifestaciones realizadas por las generaciones pasadas.
Pero no solamente las. Alfombras han dado renombre a La Orotava. Existe otra manifestación de arte· que también ha popularizado el nombre de la Villa: su Romería de San Isidro. Romería que es expresión de un sentimiento popular,  explosión de ancestrales manifestaciones folklóricas, exaltación del campo canario; todo sabiamente dirigido y ordenado y que, en su recorrido por las calles de la Villa, va sembrando la admiración y la alegría.
También en esta manifestaci6n artística colabora todo el pueblo. Es la unidad que hace milagros. Es la participación activa de grandes y pequeños, volcando toda la gracia, todo el colorido y toda la esencia de nuestros campos en apretado haz de sano esparcimiento, en auténticas manifestaciones de nuestras tradiciones populares.
¡Qué símbolo más hermoso que esa rústica carreta, simbolizando motivos del campo canario, tirada por una pareja de ganado vacuno, dirigida por un auténtico boyero y transportando alegres romeros con el rico colorido de nuestros trajes típicos, esparciendo al aire las alegres notas de la guitarra y el timple y electrizando el ambiente con los aires de isas y folias¡.
Personalidades tan importantes en la vida nacional como Montero Galvache, García Viñolas, Muñoz Alonso, Jaime Foxá, Blas Piñar, han cantando de manera incomparable, en estos últimos años, el homenaje de la Villa de la Eucaristía y las bellezas de nuestro Arte, como Mantenedores de la Fiesta de Arte de la Octava del Corpus. ¡Ellos nos trajeron lo mejor de su espíritu y se han llevado, con nuestras tradiciones, nuestra admiraci6n, agradecimiento y afecto!
¡Hijos de La Orotava que habéis sabido poner tan alto el nombre de la Villa: Que Siempre tengáis presente lo que por la fe, el arte, la unión, el esfuerzo y el desprendimiento se ha creado; cuidarlo y mejorarlo como el mejor tesoro!
¡Amigos visitantes de la Orotava: Ya nuestro Alcalde os ha invitado. Las puertas las tenéis abiertas. Llevaos con nuestro agradecimiento el rico tesoro de nuestras tradiciones y que ellas os produzcan la felicidad, la alegría y la paz que los hombres tanto deseamos!...”
El señor DON BLAS PIÑAR escribe un artículo publicado en el diario YA de Madrid. Titulado UNA CIUDAD QUE HUELE A JARDÍN: “… Pero en Tenerife no lo es todo el paisaje. La isla tiene tradición y arte. Y una de las fiestas en que el arte y la tradición, unidos a la fe, se suman de un modo ejemplar es la que cada año celebran los orotavenses o "villeros" con  ocasión de la octava del Corpus Christi.
La víspera, toda la ciudad es una colmena de trabajo.  Huele a jardín. Parece que los edificios hubieran sido fabricados con pétalos reducidos a polvo o prensados y amasados con paciencia infinita, al modo de las cuentas de rosas con que hacen los cartujos de Las Huelgas sus famosos rosarios. Tal es la fuerza del aroma penetrante, que lo embalsama todo y orea la casa, el aire y los hombres.
Ese aroma sale, en verdad, de los lugares donde las mujeres, afanosas. y hábiles, arrancan y depositan los pétalos: geranios de todas las gamas, claveles, margaritas, hortensias, rosas, vinagreras, girasoles.
Cajas de madera recogen la tierna mercancía. Va clasificada según los tonos y está a disposición de los vecinos, que acuden por ella para dibujar las alfombras.
Mientras, en algunas calles de reducido tránsito, los camiones que suben al Teide acarrean el brezo, que, picado, pulverizado y aun torrefactado, hará posibles las intensas pinceladas verdes y negras de los tapices callejeros.
De estos tapices, el más grande, el más suntuoso, el de más llamativa concepción teológica es el de la plaza Mayor. Este tapiz gigante no es de pétalos, que fácilmente se ajan o marchitan, sino de tierras volcánicas. Por esa razón, y por sus extraordinarias dimensiones, se concluye antes de la octava del Corpus Christi.
Las tierras volcánicas del Teide dan a la paleta del autor de este cuadro que se dibuja sobre la plaza Mayor hasta doce colores distintos. Y llegué a pensar que en una disputa lejana y cósmica entre el mundo de las flores y el mundo geológico, para la ofrenda a Cristo sacramentado, triunfó la tierra mineral y fría. Fue entonces cuando el intenso, oculto, extraño y desconocido laboratorio del Teide hizo fuego en su entraña, transitó susvísceras y vertió hacia fuera, entre rojas llamaradas y horribles estruendos, las cenizas de color, imprecando a los jardines y diciéndoles: "¡Yo le amo más!"
Apenas amanece el día de la octava, los vecinos entran en acción. Las calles, empinadas y bellas, se cubren de alfombras de pétalos. Se llaman "corridos" porque unas siguen y empalman con las otras. Es un itinerario floral para la Eucaristía. Millares de forasteros acuden para admirarlas. Van por la acera, apretuja dos, despacio, recreando la mirada, el olfato y la piedad. Basta una indicación para que alguien invite a un balcón canario el mismo de tantos lugares de la América hispana para contemplar mejor y más despacio la belleza fugaz de cualquier alfombra.
Por la tarde, próxima la caída del sol, sale la Custodia. La procesión es breve, pero llena de unción religiosa. El pueblo, respetuoso y recogido, presencia el paso del Señor. Mueren los pétalos, se deshacen las figuras trabajadas con amor.
Es el homenaje a Cristo, Señor y recapitulador de todo, que al que se humilla y muere lo ensalzará luego cuando vuelva a presentar a su Padre la creación rescatada.  
La procesión llega a la plaza Mayor. La tierra volcánica siente ahora la alegría muda de su Dios presente. El Cortejo se abre. Anochece. La custodia, en el centro. Las blancas casullas, los capisayos rojos, los cirios, el incienso. El Señor sube hasta el Ayuntamiento. El Pastor habla. Silencio total. Y luego, sobre los hombros, la hostia blanca que bendice.
La procesión se ha recogido. Quedan en el aire la devoción y el perfume, que entran a raudales cuando, a plena noche, se hace en un teatro la exaltación verbal del Sacramento a la Eucaristía…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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