lunes, 26 de febrero de 2018

DIVERSOS ASPECTOS EN LA SEMANA SANTA DE AYER Y DE HOY EN GARACHICO



Fotografía obtenida con mi cámara digital en el interior de la parroquia de Santa Ana de Garachico, Semana Santa del 2009.
Datos que me remitió entonces el amigo de Garachico; CARLOS ACOSTA GARCÍA, referente a su libro sobre la semana Santa en la Villa y Puerto, producción que está totalmente agotada y que él me remitió entonces.
El cual fui a devolvérselo personalmente acompañado de mi señora Antonia María González de Chaves y Díaz a su domicilio en  Garachico, el viernes Santos del año 2009, lo que le estoy totalmente agradecido.

Cuando hablamos de la Semana Santa de Garachico nos referimos, casi siempre, a la que se desarrolla en la zona urbana. Sin embargo. Hay procesiones en San Juan del Reparo, La Caleta de Interián y San Pedro de Daute, núcleo éste último originario del municipio. En San Pedro se conservan un Cristo de gran factura y una Dolorosa de cierto empaque, junto a otras imágenes de menor entidad artística. Lo que ocurre es que la parroquia de Santa Ana y las comunidades religiosas han acaparado siempre la atención máxima por razones obvias. Las manifestaciones devocionales de los barrios han sido casi oscurecidas por los cultos de la zona capitalina del municipio; es de éstos de los que vamos a ocuparnos.
LAS RIVALIDADES: Las distintas celebraciones relacionadas con la Semana Santa se vieron en el pasado influencia das por una serie de situaciones con­flictivas, en las que intervinieron distintas familias y comunidades re­ligiosas. Tal es el caso de las disputas mantenidas entre dominicos y franciscanos en torno al Vía crucis y al Calvario de la localidad 10; el enfrentamiento entre la familia de Prieto y los beneficiados dé Santa Ana por el traslado del Cristo de la Misericordia a un oratorio privado; las rivalidades entre los clérigos que componían la hermandad de San Pedro; los desagradables incidentes ocurridos entre don Nicolás de Ponte y los frailes de Santo Domingo a causa de los trajes del Na­zareno' Dolorosa, San Juan, la Verónica y la Magdalena. De todo ello se hablará en su momento. Digamos, sin embargo, que tales inci­dencias, al margen de su desagradable desarrollo, ponen de manifiesto el afán de cada una de las partes por mejorar las situaciones que originaron los conflictos. Aparte de que estas incidencias hay que vedas con ojos diferentes, teniendo en cuenta la mentalidad de una época que, necesariamente, ha de diferir mucho de nuestro mundo más actual.
REPRESENTACIONES TEATRALES: Estamos de acuerdo con Miguel Tarquis cuando en su tan celebrada obra sobre la Semana Santa de Tenerife afirma que en realidad ca­recemos de noticias que nos permitan afirmar que en el pasado se llevaron a cabo representaciones teatrales en los días de la Pasión. Sí, las hubo -y las sigue habiendo- en las fechas entrañables de la Navidad. Pero el no disponer de datos no significa necesariamente que no existieran. Por lo que respecta a Garachico sabemos que en 1715 hubo representaciones teatrales en el pueblo, pero sin qué podamos precisar en qué mes. Aclaramos que tales representaciones nada tenían que ver con la Semana Santa, a juzgar por cada uno de los títulos de las comedias representadas. Y hemos de acercarnos mucho a nuestros días para encontrar noticia escrita de representaciones teatrales en los días de la Pasión de Jesús. Hablemos, mejor, de «intentos», porque la idea inicial no fructificó.
En el programa de Cultos y Procesiones de 1956, leemos estas pa­labras:
«DOMINGO DE RESURRECCION» A las 9,30 de la noche, el Teatro de Divulgación del Frente de Juventudes de Santa Cruz de Tenerife, pre­sentará en las escalinatas del Ayuntamiento el Auto Sacramental de D. Pedro Calderón de la Barca:EL GRAN TEATRO DEL MUNDO. Pues bien: hemos sido testigos de cuanto vamos a afirmar en torno a la cuestión que nos ocupa por haber formado parte de la Comisión de Cultos. Y queremos expresarlo todo con sencillez y brevedad. Se montó un espléndido escenario, verdaderamente espectacular y muy a tono con la obra elegida. Se prepararon debidamente todos los deta­lles y se creó un clima de expectación generalizada. Pero, poco antes de comenzar la representación, una lluvia torrencial echó abajo el in­tento. Se pretendió luego, sobre la marcha, ofrecer el acto en el in­terior de la iglesia franciscana, adosada al edificio de las Casas Con­sistoriales y que entonces estaba aún sin restaurar. No fue posible: las deficiencias observadas en la techumbre de la iglesia no hicieron acon­sejable la representación. Unos años después, también antes de la década de los sesenta, se intentó representar El retablo de San Miguel Arcángel, uno de los dramas fantástico-religiosos que Juan Antonio de La iglesia llevaba por los pueblos peninsulares con su grupo teatral «La Carreta». El recuerdo del primer fracaso seguía en la mente dé los organizadores. Todo quedó en intento.
Hay sin embargo, en algunos actos litúrgicos de la Semana Santa garachiquense un matiz de representación dramática, como pudieran ser, entre otros, el enterramiento de Cristo, al filo de la medianoche del Viernes Santo; el encuentro entrela Verónica y Jesús en la VI testación; el Vía crucis oral de la mañana del Viernes, al pie del Nazareno; la sustitución del propio Nazareno por el Crucificado de Andújar en el calvario de los dominicos; el reparto, entre los fieles, de los trozos de algodón que estuvieron en contacto con el Cuerpo del Cristo Yacente en su urna; la procesión del Despedimiento de Cristo y su Madre, hoy inexistente pero que tuvo su desarrollo en el Martes Santo de épocas pasadas.. .
El denominador común de todos estos actos es la emoción. Una emoción que se palpa en medio del silencio más respetuoso, incluso por parte de quienes no son creyentes.
LO FORÁNEO: Hablábamos al comienzo de este trabajo de la permanencia secular especialmente en los pueblos más pequeños, de las tradiciones heredadas. Sin embargo, hay que hacer mención de la llegada de situacio­nes que poco o nada tienen que ver con las costumbres del pasado. Ejemplos tenemos varios. Y no puede decirse que sean privativos dé Garachico. La Laguna ha sabido rechazar algunas de estas modas re­cientes, que han terminado imponiéndose en varias localidades. De todos modos, no hay aquí palabras de censura para nadie. Nos limita­mos a dejar constancia de detalles que se imponen sin remisión. Nos referimos a los mantos largos de las Vírgenes, algunas de las cuales aparecen bajo palios bordados al estilo andaluz; a imágenes de Cristo en el paso de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén; a los Cru­cificados que desfilan sin basa o trono, en sentido horizontal, como ocurre en el propio Garachico con el de la Salud, que siempre es re­cibido, tal vez por esta innovación, con la curiosidad máxima...
La libertad litúrgica, por otro lado, permite ahora que una imagen pueda tomar parte en una procesión acompañada por el Santísimo Sa­cramento, lo que no estaba permitido en pasadas centurias. En Gara­chico, el Domingo de Resurrección, meta final de los cultos, la imagen del Resucitado, una de las más antiguas de cuantas desfilan en la Villa, toma parte de la procesión mañanera junto a S. D. M., mientras que, hace escasos años, salía el Santísimo por la mañana y el Resucitado por la tarde. Hoy 10 hacen conjuntamente porque los tiempos cambian y la Iglesia suele adaptarse a los tiempos.
RUEDAS EN LUGAR DE HOMBROS: Los carros con ruedas de automóviles se han impuesto por razones de comodidad. Las «cuelgas» de los tronos son ahora más lujosas y, por supuesto, más necesarias que nunca porque esas ruedas yesos carros deben quedar fuera de la vista de los fieles. Lo cierto es que el 90% de los pasos no desfilan ahora sobre los hombros de los cos­taleros o cargadores. Puede que con las nuevas técnicas se haya per­dido la autenticidad de los orígenes, pero debió ser paso inevitable cuando se ha decidido que se haga así. Por otra parte, la organización de la Procesión Magna, integrada por 20 pasos, precisaría de un cen­tenar de hombres para llevar todos los tronos sin recurrir a los carros. Las dificultades serían, en efecto, mayores.
Predominan las imágenes de vestir o de candelero. Incluso se da el caso de que algunas imágenes que tuvieron en su origen trajes dé pasta o encolados, sufrieron luego transformaciones importantes, que­dando el ropaje primitivo bajo las túnicas y mantos de terciopelo, sobre el que se bordaron en oro diversos motivos florales. Tal es el caso del Nazareno, imagen de cabellera y ojos postizos, que esconde su ropaje primitivo por otro superpuesto. Cuando un traje bordado se estropea por el paso del tiempo, suele aprovecharse el bordado en oro, que se coloca cuidadosamente en la nueva vestidura.
HERMANDADES Y COFRADÍA: Para conseguir la mayor brillantez del culto externo trabajaron denodadamente las cofradías y hermandades, muchas de las cuales, superada una dilatada etapa, pasaron a mejor vida, dejándonos sólo el recuerdo de su nombre. Permanece, sin embargo, la del Santísimo, fundada en 1624, aprobada por el obispo Guzmán en 1626 y confir­mada por el Nuncio Apostólico de España, César Moncio, patriarca de Antioquia, en 1630. Aunque ha superado los tres siglos de existen­cia, no fue la primera. La supera en antigüedad la llamada de la Misericordia, que data de 1556, es decir, el mismo año en que comenzó a reinar en España Felipe II. Relacionada directamente con la “pro­cesión de disciplina del Jueves Santo”, desapareció al paso del tiempo. Tampoco existe la de Nuestra Señora de la Cinta, en la que descansó, en pleno siglo XVII, la procesión del Señor de la Humildad y Paciencia.
Las fechas que dejamos expuestas pueden significar cierta aclara­ción a los orígenes de las procesiones garachiquenses, aunque los datos no nos aclaren del todo la cuestión. A la hora de hablar de antigüedades han de mencionarse las procesiones de la Cena, del Resucitado, especialmente, la del Cristo de la Misericordia, las tres más lejanas en el tiempo, sin duda alguna, según se especificará al hablar de cada cortejo Procesional en los distintos días de la Semana Mayor. No hay, por nuestra parte, pretensión de citar a Garachico como el lugar geo­gráfico de Tenerife que tuvo las primeras procesiones penitenciales. Habrá que admitir, junto a Garachico, los nombres de La Laguna. La Orotava, Santa Cruz, Puerto de la Cruz e Icod -el orden no indica cronología alguna- como localidades que tuvieron las más antiguas y numerosas procesiones de la Isla y, posiblemente, de la Región. No en vano fueron estas entidades de población las que mantuvieron un mayor número de edificaciones monásticas, que son un buen índice a la hora de clasificar estas manifestaciones devocionales.
Como final de estas apreciaciones preliminares queremos dejar constancia, muy brevemente, de las fechas de fundación de cada uno de los conventos garachiquenses. Lo hacemos por entender que tales fechas podrán ilustrar al lector menos avezado a la hora de clasificar cronológicamente las distintas procesiones, cuando se hable de ellas al estudiar las de cada día.
El convento franciscano fue fundado en 1524 por don Cristóbal de Ponte y su mujer, doña Ana de Vergara. Se levantó el edificio bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles y contó, en todo mo­mento, con la protección de su fundador, quien construyó en la capilla mayor su propio mausoleo, «una magnifica urna de mármol de cerca de dos varas de alto, sostenida por cuatro leones y en circunferencia doce pequeñas estatuas de los doce apóstoles, rematando todo esto dos estatuas acostadas sobre cojines de mármol, que representaban a los dos patronos, Cristóbal de Ponte y Ana de Vergara 12. La erupción de 1706 se encargó de convertir en polvo el mausoleo y, probablemente, las estatuas, aunque no falte quien opine que se encuentran en algún lugar, debidamente custodiadas. El convento fue reedificado entre 1714 y 1721, teniendo luego que soportar una serie de vicisitudes hasta que, muy recientemente, se le restauró para destinarlo a Casa de la Cultura.
En 1580 se fundó en San Pedro de Daute el convento dominico, por el desprendimiento del capitán don Bartolomé Gan y su esposa, quienes ofrecieron parte de sus bienes para conseguir sus propósitos. Sin em­bargo, como la vida comunitaria se desarrollaba en la zona urbana del pueblo, junto al floreciente puerto, se levantó, en 1601, un nuevo edificio, realmente espléndido, en terrenos de don Nicolás de Ponte y sobre una primitiva ermita dedicada a San Sebastián. Su situación privilegiada le permitió subsistir sin que la erupción de 1706 lo afectara en absoluto. Perdió luego su esplendor cuando llegó la desamortización de Mendizábal. Fue cementerio municipal y hoy, ya restaurado, cumple su claustro funciones asistenciales, mientras la iglesia espera una meta dentro del campo de la cultura.
Pero el años antes del traslado, desde San Pedro, de este cenobio dominico, había sido fundado el de monjas claras por iniciativa de don Alonso de Ponte, esposo de doña María de las Cuevas, quienes obtu­vieron de S. M. el Rey Felipe II y del ordinario eclesiástico de Cana­ria la competente licencia. Se construyó el espacioso convento bajo la advocación de San Diego, cuya imagen titular, atribuida a Martínez Montañés, aún existe en el convento de concepcionistas. De la edifi­cación de clarisas no quedan restos.
Fue en enero de 1621 cuando María López Prieto de Saa y su esposo Julián Moreno firmaron escritura ante Gaspar Delgadillo para fundar el convento agustino, que tantos contratiempos hubieron de sufrir a lo largo de su existencia. Primero, porque no era aceptado por otras comunidades ni por el propio pueblo, donde ya se estimaba demasiado elevado el número de edificaciones monásticas. Y luego porque el fue­go se encargó de hacerlo desaparecer, con lo que Garachico perdió un edificio espléndido, en el que eran impartidas diversas clases y que albergaba importantes esculturas, algunas de las cuales se conservan en la actualidad.
El obispo Villanueva había intercedido en favor de los agustinos en los momentos de su contradicción y, por fin, en 1640, una Real Cédula de Felipe IV puso fin a los conflictos que se habían iniciado 19 años atrás.
Finalmente, en 1637, nació el quinto convento de Garachico, el de monjas concepcionistas franciscanas. Fue el último en edificar se y es el único que tiene vida actualmente, porque alberga en su interior a una comunidad religiosa, integrada ahora por 25 monjas de clausura. Fue fundado el monasterio por don Cristóbal de Ponte y Hoyo y doña Isabel Francisca Llarena, quienes encontraron en el obispo Villanueva el apoyo preciso para llevar a cabo la construcción, que tuvo como solar unas casas que Pedro Díaz Franco tenía en la calle de Abajo, hoy Este­ban de Ponte. Un incendio lo destruyó en 1709 y sólo 40 años después, en 1749, pudieron volver a él sus moradoras, cuando el convento fue ree­dificado gracias al apoyo del obispo Juan Francisco Guillén.
El convento agustino y el de monjas claras desaparecieron des­pués de una serie de contratiempos. Los de Santo Domingo y San Francisco siguen en pie. No son patrimonio de la Iglesia, sino del mu­nicipio. Sólo el de San Pedro y San Cristóbal continúa cumpliendo su misión secular desde que fue edificado…//…

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABREU
PROFESOR MERCANTIL

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