El
amigo de la Villa de La Orotava; Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por
la Universidad de la Laguna, remitió entonces (04/02/2018) estas notas que
tituló; “UN PROBLEMA EDUCATIVO”.
Publicadas el sábado 3 de febrero de 2018 en el periódico La Opinión de Tenerife; “…“Subsanadas todas las
dificultades que han venido sucediéndose para la publicación de este periódico
profesional, sale hoy a la luz pública, con el fin de cumplir el ideal grande y
noble, conocido de los compañeros, y que ha sido el objeto de su fundación”. De
esa forma, al precio de 1,25 pesetas y publicado cada mes durante los días 1,
8, 17 y 24, el periódico Voz del Magisterio Canario, bajo la dirección de José
Delgado Marrero, se inicia para acerca al lector al significado, importancia y
trascendencia de la función del magisterio en nuestro territorio, permitiendo
obtener una interesante radiografía de tal ámbito desde diversos puntos de
vista. Actualmente se encuentra disponible para su consulta en la red a través
de los amplios fondos hemerográficos de la Universidad de La Laguna y el
buscador Jable de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
En tal sentido, pretendemos analizar un
artículo publicado con fecha del 16 de noviembre de 1922, dirigiendo su autor,
el maestro nacional Francisco L. Machado, una dura crítica a otro artículo
publicado en La Prensa, no dudando en exponer su malestar por el estado
educativo de Tenerife en tal contexto y las duras críticas que sobre la clase
magisterial llegarían a exponer desde tal medio en otro artículo. En primer
lugar, menciona algunos aspectos sobre el estado de las escuelas en Santa Cruz
de Tenerife y la necesidad de construir y acondicionar espacios idóneos para
poder impartir las enseñanzas, pues no aceptaban los maestros continuar
trabajando en “una pocilga, como si los niños fueran <<puercos>>, o
en un limitado redil, como si fueran <<borregos>>”. Al parecer, la
situación generaba en tal un contexto un malestar sobre una parte de la población
que responsabilizaba a los maestros de que los niños no fueran a la escuela.
Tal y como recuerda Francisco L. Machado, la normativa municipal recogía la
necesidad de contribuir desde el Ayuntamiento en el acondicionamiento de
espacios para tal finalidad, por lo que se pregunta cuales son los motivos que
se esconden para no poder cumplir con tal requisito. A ese hecho se unía la
cuestión económica. El maestro debía pagar una cantidad económica establecida
por el Ayuntamiento en atención al alquiler de su casa. Un hecho al que se unía
el coste económico que suponía la realización de la propia carrera para ejercer
tal profesión (más de 12.000 pesetas), así como unas duras y competitivas
oposiciones. Francisco L. Machado establece con rotundidad que el maestro no es
el responsable de los datos de abandono de la enseñanza entre los jóvenes,
acusando de forma decidida a las autoridades del momento por fomentar con sus
omisiones del deber la posibilidad de expandir la cultura, e incrementar el
analfabetismo, dejando a un lado las enseñanzas de los hijos de los
trabajadores que representan la “base principal del adelanto y progreso de los
pueblos y verdadero pan del alma de la sociedad”.
Una llamada de atención expuesta con
claridad y rotundidad por parte de un maestro que, realizando un análisis y
valoración general del estado educativo de la capital tinerfeña en los inicios
de los años veinte, llegaría a plantear alternativas y soluciones a las
dificultades evidentes…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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