Fotografía referente a los ilustres socialistas en el Puerto de la Cruz,
cedida por la agrupación PSOE del Puerto de la Cruz.
De pie de izquierda a derecha: Emiliano Díaz Castro del Puerto de la Cruz
(oriundo de Fasnia, según Pedro Medina Sanabria), Inocencio Sosa Hernández de
la Orotava, Lucio Illada Quintero de La Orotava. Sentados de izquierda a
derecha: sin identificar el primero de abajo; Melecio Hernández Benítez del
Puerto de la Cruz (padre del amigo portuense; Melecio Hernández Pérez), y
Florencio Sosa Acevedo del Puerto de la Cruz, destacado dirigente sindicalista
ex alcalde de la ciudad.
Que curiosidad en el año 1921, mi abuelo materno Bruno Abréu Rodríguez era
el presidente del Centro Instructivo Obrero de La Villa de la Orotava, el
secretario don Inocencio Sosa Hernández y el contador Lucio Illada Quintero.
En el mitin del 1 de mayo de 1921, lee el manifiesto mi abuelo materno
Bruno Abréu Rodríguez, curiosamente con Luís Rodríguez Figueroa, T. Hernández,
Manuel González Pérez, Lucio Illada Quintero, Inocencio Sosa Hernández, y una
mujer: Isabel González, que sería famosa con su seudónimo literario Azucena
Roja.
Según cuenta en su trabajo de investigación el amigo de la Villa de La
Orotava, natural de la Perdoma (antiguo Pago de Higa); JOSÉ HERNÁNDEZ: “…Estas acciones permitirán poner de manifiesto el alto grado de
conciencia de clase de los trabajadores del Valle de La Orotava, lo que permite
consolidar su capacidad organizativa y dar consistencia a sus posiciones
ideológicas que, claramente ya, se enmarcan en la doctrina socialista,
convirtiéndose la comarca en el principal bastión de este partido en la Isla de
Tenerife. Muestra de este fortalecimiento es la manifestación del 1° de Mayo de
1921 -la primera de la que tenemos constancia en la Villa de La Orotava-, que
partió desde la Calle Castaño y, tras recorrer las principales vías del casco,
desembocó en la Plaza del Ayuntamiento, donde se celebró un mitin, para luego
continuar hacia el Puerto de la Cruz y unirse con la organizada en esta
localidad. El manifiesto, firmado por Bruno Abréu Rodríguez, Presidente del
Centro Instructivo Obrero, refleja ese avance ideológico de la organización: "…Este año, como justa expresión de
dolor intenso que experimentamos ante los atropellos de que han sido objeto
innumerables camaradas, cuya sangre dada en holocausto del ideal de
emancipación, nos exige la protesta viva y consciente de todos los hermanos del
Trabajo. El recuerdo de los mártires de Chicago, en memoria de los cuales
mañana todos los trabajadores nos solidarizamos, hagámoslo extensivo a tantos
otros desheredados de la fortuna víctimas del egoísmo capitalista…".
Las reivindicaciones
del primero de mayo del siguiente año no hacen sino ratificar estas posiciones:
rectificación de la política en relación con la Guerra de Marruecos; garantía
de las libertades sindicales; obligación a los patronos del cumplimiento del
retiro obrero; reforma de las Juntas Locales de Reformas Sociales; pensión de
vejez para los trabajadores mayores de 65 años y amnistía para todos los
ciudadanos procesados por delitos sociales y políticos. La incorporación, junto
a Juan García Lima, de dos líderes sindicales más -Alejandro Calzadilla Ramos y
Jerónimo Carrillo Carballo- como miembros del Ayuntamiento, confirman el apoyo
de las clases populares a las acciones emprendidas desde el Centro Instructivo
Obrero…”
Los hechos que dieron lugar esta celebración están contextualizados en los
albores de la revolución industrial en los Estados Unidos. A fines del siglo
XIX Chicago era la segunda ciudad en número de habitantes de EE.UU. Del oeste y
del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados,
creando las primeras villas humildes que albergarían a cientos de miles de
trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de
todo el mundo a lo largo del siglo XIX.
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la jornada de 8
horas. El hacer valer la máxima: «ocho horas para el trabajo, ocho horas
para el sueño y ocho horas para la casa». En este contexto se produjeron
varios movimientos, en 1829 se formó un movimiento para solicitar a la
legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Anteriormente existía una
ley que prohibía trabajar más de 18 horas, salvo caso de necesidad. Si
no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril
que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas
diarias debía pagar una multa de 25 dólares.
Nota adicional, deseo dejar claro que este pequeño trabajo, que le dedico a
todos los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo, por motivo de la
festividad del día del mundo trabajador y proletariado. He utilizado como
fuentes, documentos que conservo en mis archivos, heredados de mi abuelo
materno y padrino de nacimiento; Bruno Abréu Rodríguez, zapatero – maestro de
zapatería y músico, una gran personalidad, con una gran capacidad intelectual. Cofundador
desde el principio del siglo XX del Centro Instructivo Obrero de La Orotava, ostentado
el cargo de presidente en el año 1921 y
de bibliotecario en el año 1922. Autor del manifiesto que describo en este
texto, leído por él, el día 1 de mayo del año 1921, que conservo en manuscrito.
Por lo que le expreso a mi amigo de la Villa de La Orotava, natural de la
Perdoma (antiguo Pago de Higa); José Hernández, que estoy satisfecho con la
labor que actualmente está realizando sobre la investigación e historia del
Centro Instructivo de La Orotava, y que si lo que yo suscribo, le pertenece,
pues me alegro muchísimo, por él y por su trabajo. Pero que conste, que
conservo partes de esos trabajos, heredados de mi abuelo materno a través de mi
querida e inolvidable madre María del Carmen Abréu González
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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