Chucho Dorta, amigo de infancia, estudiábamos juntos en los salesianos, y
jugábamos partidos de fútbol en la plaza de Franchi Alfaro, me ha
embriagado con su tendencia en adarve del origen canario concretamente de su
demografía guanche, en amparo a sus raíces. Sin embargo me ha aturdido con su
libro "SOL, FUEGO, CABRAS Y MAR EN LAS NOCHES DE SAN JUAN", que me
dedicó desinteresadamente una mañana alumbradora de Sol en el casco histórico
de la Villa de La Orotava, en pleno quehacer como alfombrista, a aroma de flor
ingenua.
Deseo acreditar a Chucho Dorta por su nuevo nombre espiritual
"Benahuya", que en sus libros me ha hecho recordar aquel furor
infancia y adolescencia de antaño. Chucho nos habla del viejo Liceo de Taoro,
situado en la pintoresca plaza de la Alameda, centro de la Villa, hoy local
utilizado con toda justicia por la tercera edad, impregnado de bellos
recuerdos, bailes, basilones, tenderetes y alguna que otra riña de las de
antes, con la municipal incluida, nostálgicos tiempos que hoy añoramos, pues
aquel Liceo que se fue pal pitirri era mucho más auténtico y popular que el
actual, donde tuve el placer y el gusto de hacerle un homenaje en vida al
parrandero villero Agustín "El Gigante", aprovechando la presentación
de mi libro en su segunda edición.
Fue a parar a ese encanto de edificio a entrevistarse con un señor anciano
de la villa para que le testimoniase datos del día de San Juan. Precisamente
charló con Don Santiago Padrón Hernández de 80 años de edad, natural de este
pueblo norteño, sin abandonar la baraja, entre estampido y estampido, con el
millo saltando en la mesa, le regaló una pelota de gofio recién salidita del
molino. Contándole una anécdota: Resulta que ante iba la gente al mar a buscar
agua en garrafitas, pa dolores en los pies, en las piernas, pal reuma, cosa que
algunos todavía hacen. Una vez fue uno de la parte alta que, desgraciadamente
por su trabajo en el campo, bajaba muy pocas veces a la costa; llevaba consigo
la garrafita pa coger agua en el mar y ese día la marea estaba alta y le pidió
a un pescador que por favor le llenara la garrafita porque tenía miedo al mar.
Entonces el pescador muy amablemente se la trajo y el del campo todo agradecido
le preguntó que cuánto era y el pescador le contestó que no era nada. El
del campo lo invitó y le pagó la mañana, pero después siguieron bebiendo de
cachondeo hasta pasados muchas horas. Los dos ya medios trancados, dando
tumbos, volvieron al mar y el de campo vio que la mar estaba ya vacía y le dijo
al pescador -Oiga amigo, ustedes
han tenido bastante venta de agua hoy aquí". Fíjate, no sabía, como estaba
todo el tiempo en la parte alta, que la marea subía y bajaba-.
Chucho nació en La Orotava, en el mes de Abril de 1950; y se crió con sus
abuelos en el seno de una familia campesina de viejo arraigo en el Valle. En
una Semana Santa se tropezó a una vieja amiga de la familia, Francisca Gregoria
Santos Mesa, propietaria del Restaurante Casa Pedro "El Crusantero",
en la Cuesta de la Villa. Francisca pasaba por la acera de su casa con unos
familiares y la invitó a entrar; y sobre la barra de tea del mostrador de la
bodega, le contó con todo cariño: Mi niño, aquí, en tu casa, vivía una tal
Inocencia, que el marido se llamaba Oramas, y que todavía tienen hijos vivos,
como un tal Domingo que se casó con una hija de Emilio "El
Carnicero", de La Orotava. Pues bien, ellos tenían unos panales, donde
tienes tú el pasillo que sube del patio, y hacían miel. Resulta que pasaba por
aquí una mujer vendiendo tortas de acemite, que se hacen con millo, e Inocencia
le ponía la miel por encima y eran muy sabrosas. Nosotros nacimos en unos
pajales en la finca de los Osuna, que la tenía arrendada Don Enrique Ascanio.
Recuerdo de esa época que tu bisabuelo, padre Miguel, escondía los billetes en
los muros de piedra de la finca; ellos eran muy amigos de nuestra familia, pues
vivíamos a dos pasos, casi junto. Ahí debajo, en el campo, habían muchos
frutales y recuerdo que el día de San Juan a los niños quebrados los llevaban
al mimbrero, que estaba más alladito de donde nosotros vivíamos, por encima de
donde estuvo más tarde la medianera Carmen "La Monja", que era una
mujer muy Santa. A los niños los solían llevar a las 6 de la madrugada al mimbrero.
Hacían un corte en una rama y luego cosían las dos partes separadas de la rama
y, según iba cicatrizando y pegando el corte, el niño se iba curando. En el
mismo mimbrero, ese día echaban rezados al niño y después, sentados junto al
mimbrero hacían un brindis con vino dulce, refrescos, galletas, bizcochos,
mimos y otros dulces de las conocidas y famosas dulcerías de la Villa. Esto que
te cuento, mi niño, yo creo que era en tiempos de la República, y recuerdo que
ondeaba la bandera republicana en el colegio de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, conocido hoy como Colegio de los Salesianos. Chucho desconsolado
por descubrir el antiguo mimbrero, se dio una vuelta por Carmenati, allí se
paseó por todas partes y mirando por los estanques y por las pocas tajeas que
quedan de la hecatombe del cemento, no vio ni un mimbrero, hasta los nispereros
que quedaban se secaron en el abandono. Entonces buscó en el viejo arcón de los
recuerdos y se vio trepado haciendo malabarismo sobre el canal, a dos metros y
medio de las huertas de millo, jugando con los barquitos de madera que se
llevaba la luminosa corriente. Vio la cometa en forma de estrella volando sobre
la iglesia de La Concepción y el caserío histórico de La Orotava. Esperanzadora
cometa que le hizo su abuelo paterno Ángel Dorta, artesano de pura sepa, tanto
que cuando era joven, aunque parezca exagerado, un campesino le quiso cambiar
el burro por la cometa estrellada con flecos que jugaban en el aire. Vio a su
querida y recordada madre Fefa, desesperadita, gritándole al atardecer: Jesús,
sube ya que la noche esta encima; ven a estudiar que te van a suspender. Y a
pesar de los coscorrones, reglazos, llavazos, puntapiés, de los salesianos,
sólo aprobó la gimnasia porque estaba siempre subido, ejercitándose, sobre los
aguacateros, higueras, nispereros, sobre el canal de los mimbreros: Y le
mandaron por consejo de los benditos curas a un colegio interno en Teror, Gran
Canaria. Total, pa nada, porque volví igual o peor y me metía a bañarme en el
canal. Un día después de pasear por la Orotava artística, le dio por entrar en
casa de su prima Juanita Hernández y Hernández “Bello”, en la calle del
Calvario, y aunque no va a menudo, siempre que va, pasa unos ratos tan buenos
como en la niñez, porque las primas le adoran. Allí, gozando con el patio lleno
de macetas con plantas y flores, entre muebles y cuadros viejos llenos de
vivencias familiares, con su prima Juanita y Pino merendando café con leche y
galletas, Juanita muy cariñosa, le contó: Tú sabes, mi verdadero nombre es
Clorinda Hernández y Hernández, aquí, en la Villa, en la víspera de San Juan,
se cogían tres agujas y se ponían a flotar sobre un platito con agua; con el
pensamiento, se marcaban las agujas con el nombre de la rival del pretendiente
que uno tuviera y el suyo propio; y entonces donde fuera la aguja señalada del
pretendiente esa era la elegida por él. A mí siempre me pasaba que la aguja se
iba pa la rival y soltera me quedé y San Juan no medió simpatía. Juanita le
seguía contando con mucho empeño y dulzura testimonios imborrables; "...en
una mesa cuadrada y en cada una de sus esquinas se colocaba un ramo de flores,
un libro, un rosario y una fuente con agua; entonces se vendaba una los ojos,
se le daba vueltas a la mesa y se decía: San Juan Bendito / por
ser tu día / píntame aquí la suerte mías /.
Palabras que se decían también con lo de las agujas. Se le seguían dando
vueltas a la mesa con los ojos vendados y si cogías el ramo de flores era que
iba a haber boda; si tomabas el rosario, que ibas a ser monja; si cogías la
fuente significaba embarque, y si agarrabas el libro quería decir que una se
iba a dedicar a los estudios. Juanita a despedirse de Chucho, le contó: A mí
todos los años me hacían el arco de frutas aquí, en casa, y lo poníamos en el
comedor; tu madre Fefa, que Dios la tenga en la gloria, me traía la fruta de la
finca de Carmenati de tu abuelo Eustaquio, que me la enviaba con mucho cariño
tu abuela Pino, que como tú sabes es tía mía.
El amigo José Antonio Peraza Gil, remitió entonces estas notas: “… Poeta y
guanche / el trovador de mi gente / por amar la tradición, /
Chucho Dorta ¡Estás presente! …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario