El amigo del Puerto de
la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (2015) estas notas que tituló
“RELATO DEL ALMA PORTUENSE”: “… Carmen de León se inspiró en un viejo dicho que
condensa la idiosincrasia de los lugareños para lograr “un elocuente relato del
alma portuense”. Lo meritorio de la idea estriba en hacer un montaje escénico,
casi una representación teatral, no con actores amateur sino con gente común,
tan predispuesta como desenfadada para contar sus vivencias, contextualizadas
en sus barrios, en sus ocupaciones, en algunos episodios históricos y en los
problemas cotidianos.
El viejo dicho, En
lenguas del Puerto te veas, toda una filosofía de vida, un modo de ser,
propicia una sencilla puesta en escena, sin alardes: un doblez blanco trufado
de elemental luminotecnia para que lucieran las siluetas sombreadas, mientras
los actores, con atuendo colorista a juego, van desgranando individualmente sus
soliloquios, plagados de experiencias personales y de alusiones a las efímeras
glorias y a las frustraciones latentes. Un arcón lateral, con su nombre
en la pantalla, del que iban sacando adminículos, era todo el complemento de
aquel escenario para la ocasión.
La idea cuaja en casi dos horas de producto original
–al que faltó ritmo en algunas interpretaciones- que va más allá de un
ejercicio de divertimento popular. En cierto modo, es un alegato crítico: los
portuenses sienten mucha nostalgia del esplendor pretérito, han dedicado y
dedican mucho tiempo a su costumbrismo, como creyendo que es posible reeditar
hechos que protagonizaron ellos mismos o sus antepasados. Pero son poco
emprendedores, apenas ponen empeño en hacer cosas nuevas, en incursionar en las
potencialidades socioculturales. Les falta iniciativa y a menudo, desde hace
algunos años, no encuentran mucho apoyo (público y privado) que digamos. Hasta
se destaca su incapacidad para mantener o conservar las pocas cosas que han
puesto en marcha.
La sala estuvo llena –como que van a repetir el
próximo miércoles-, hubo alguna concesión a la interactividad y el público
siguió con respeto y ganas de disfrutar de algo nuevo, distinto y propio.
Identificarse era fácil, estaba al alcance y lo consiguió. Lo bueno del
alegato, entre nombretes, personajes y episodios, es que está trufado de la
inocencia y del estilo indirecto que suscita los aplausos de los espectadores
cuando éstos captan el mensaje, especialmente en los asuntos domésticos.
Algunos silencios también son reveladores.
Por orden de aparición: Pedro Pacheco, Carmen
Hernández, Conchi Hernández, Menchu Cejas, Ulrike Maassen, Darío González,
Magüi Padrón y Carmen de León, que oficia de cronista-introductora, junto
a Diego Cejas y Anahi Turpin, entre bambalinas, dieron vida a una idea que no
es un espectáculo pero que cristalizó con estimable satisfacción, pese a los
imponderables y las limitaciones. La granada interpretación del manifiesto
final de Mónica Lorenzo, propietaria de la sala, la única profesional de la
performance, es, con acento afrancesado, una reivindicación desmenuzada del
quehacer cultural local, hecha con tanta aplicación y tanto amor propio que
ojalá quede como una pieza recurrente que lo estimule.
De momento, las lenguas portuenses ya tienen una
pequeña nueva dimensión…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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