sábado, 13 de mayo de 2017

DON PEDRO HERNÁNDEZ MÉNDEZ



La desaparecida revista local "Canarias" del 30 de Julio de 1955, hojeando sus amarillentas hojas, y después de hacer un recorrido me tropiezo con un artículo consagrado al Parador de Las Cañadas del Teíde, en la época en la que se proyectaba su construcción, propuesta por el Ilustre paisano Don Manuel Cerviá Cabrera. Al final del reportaje se lee en letras pequeñas: "....el dibujo que orna la portada, es del artista orotavense Don Pedro Hernández Méndez...." En ese momento me doy cuenta que estoy leyendo a un artista de La Villa, que nos dejó hace exactamente 17 años, dejando una evocación artística de impresionante valor, que el mismo ejecutaba en la majestuosa plaza del Ayuntamiento, y que en muchas ocasiones se escapó con su arte a otro lugar de la geografía peninsular hispánica, y por la vieja Europa.
En mi niñez y adolescencia recuerdo ver a este hombre dirigir y organizar conjuntamente con los alfombristas verdaderamente artesanos, la monumental y grandiosa alfombra confeccionada con tierras de colores extraída de las Cañadas del Teíde, recuerdo como desarrollaba sus dibujos con la tiza en el filo de  una caña, en  el pavimento gris de la Plaza, recuerdo cuando recibía a visitantes a los que le daba facilidades para que viesen los tapices de cerca, explicándole con ambición la difícil tarea de  confeccionar las alfombras. Don Juan del Castillo León en su libro "Esencias de La Orotava", me ha servido para recolectar datos sobre el desaparecido artista, que admiraba en mi mocedad, y que estoy completamente de acuerdo con la afirmaciones con el autor; Pedro Hernández Méndez, con su boina y la caña grande con la tiza paseaba por el Mundo, el arte orotavense. Sucesor del arquitecto Don Tomás Machado, nieto de Don Felipe Machado, escapándose de la Plaza del Ayuntamiento y se fueron varias veces a Madrid, a Inglaterra, y a Holanda.
Don Pedro Hernández Méndez, nació en La Orotava en 1915, se puede decir según -el escritor y pregonero Don Juan del Castillo León- que tras el paréntesis del arquitecto Don Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo, fue desde 1947 el continuador de Don Felipe Machado en la alfombra de la plaza, hasta 1976 en que muere, y le sustituye otro artística de incalculable valor Don José González Alonso (nacido en 1925). Don José González Alonso, es hoy un alfombrista de reconocida talla, sucesor de Pedro Hernández Méndez, y que el pueblo de la Orotava desea que vuelva a su plaza, a la plaza de sus estrategias artísticas, que abandonó hace poco y que el pueblo sinceramente no lo ha comprendido, las versiones son difíciles de expresar y en ciertos casos son delicadas. Con Pedro las alfombras se pasearon por el Mundo: Madrid, Holanda, Inglaterra -estuvieron a punto de llegar a la plaza Roja de Moscú, capital de la antigua Unión Soviética.
Don Pedro Hernández Méndez, a pesar de ser un gran artista, tuvo inquietud por el deporte, especialmente el fútbol, fue Presidente de La UD. Orotava, y también era un gran amante del folklore, fue organizador y fundador de los festivales de Coros y Danzas de la Sección Femenina que se celebraban entre los majestuosos laureles de la Plaza de Franchi Alfaro, en el que participaban rondallas pertenecientes a las Secciones Femeninas de toda España. Cada año participaba un grupo de cada región española, incluso llegó a participar un conjunto procedente del centro  de Europa, concretamente de Austria.
En esa época, siendo un servidor colaborador del desaparecido diario "La Tarde", en una entrevista que le realicé en su domicilio particular, me decía: que estos cultos festivales folklóricos, le quitaban muchas horas laborables (como Gestor Administrativo), incluso recuerdo oírle decir -con su clásico humor,- -mientras almorzaba en su domicilio, y yo le acompañaba,- que su mujer "Lola" -como cariñosamente le llamaba-, se encargaba de hacer los bocadillos para los brindis de los festivales.
Comparto sinceramente la opinión de mi vecino -Don Juan del Castillo León-, Don Pedro Hernández Méndez merece ser consagrado en un bulto de bronce en la plaza donde trazó varias veces la tiza, su tiza, debería de acompañar a Don Tomás Calamita Manteca maestro vallisoletano que cosechó grandes éxitos con su banda de música en la Villa. Don Pedro debería estar a su lado vigilando a los que ahora trazan la tiza, ponen las tierras multicolores que nos ofrece la madre naturaleza, y desde allí, ser juez de futuras generaciones de  alfombristas. Nuestro artista no sólo extiende la alfombra por la plaza sino por otras muchas plazas...es la horizontalidad en el arte de La Orotava. El principio se resiste; comparte la tesis conservadora de que las alfombras no deben salir de la Isla. Pero un hombre generoso no puede mostrarse egoísta en su arte. Y así, accede a viajar con sus alfombras a cuestas, pero con una condición que sean un homenaje a La Orotava. Ante este objetivo, su propio nombre se auto-eclipsa, como tapado por las arenas negras de su sombreado. Así recorre los viejos caminos de Europa... Es tanto el entusiasmo que despierta, que tiene que repetir los viajes. Conserva postales de Pedro, contándole emocionadamente lo alto que quedaba siempre el pabellón. La Orotava tiene que saldar pronto, y en caliente, la deuda que tiene contraída con quien tan lejos, y tan alto, llevó su nombre. Nunca lució más vacía la plaza del Ayuntamiento que a la vuelta del entierro de Pedro Hernández. El talismán de su arte producía cada año, el desbordamiento de la plaza y con ella el desbordamiento del Valle.... Por eso, creo que el sitio de su busto es allí, para que dialogue con las palmeras en la noche de Luna, para que monte guardia en las vísperas de Junio al tapiz que se está haciendo. Su sepelio fue un plebiscito popular. Porque con Pedro, se podía discrepar en la anécdota pero todos nos rendíamos ante su significado. No había presidencia porqué la familia doliente era la Villa. Sólo destacaba Lola, la compañera ejemplar, hecha un luto sin orillas. Empezaba a anochecer cuando tierras de La Orotava -esas tierras que él llevó por todos los caminos cubrieron su ultimo sueño. Y a todos nos cubría, en aquella tarde desapacible, una sensación dolorosa manquedad por la desaparición del laureado alfombrista....
Así se expresaba Don Juan del Castillo León en la muerte del artesano, su sucesor Don José González Alonso, ha superado su arte, que Don Pedro le inculcó, todos esperamos reencontrarnos con Don José, porque su verdadera casa, su verdadera catedral, es la plaza del Ayuntamiento, la plaza en la que Don Pedro le observaba en la difícil composición de los rostros, de las sombras, de los colores, de los fondos, de los paisajes  etc...., Don José,  para los villeros , es una ilustración, debe volver, porque Don Pedro le está esperando, allí en su casa de las palmeras, de las pilas, y concretamente del Municipio norteño. Ahora es Don José el que tiene que trasmitir el secreto de las alfombras de la plaza del Ayuntamiento a los jóvenes de hoy, a los de mañana y a los de pasado mañana. Si Don Pedro Hernández Méndez fue transmisor de su arte bello e intelectual, sus sucesores deben seguir con el mismo linaje culto y artístico para  que la Villa de La Orotava no desaparezca como inspiración y proteja su tradición. Sin embargo nos ha caído de sorpresa la presencia en la plaza del artista villero Don Juan Pedro Escobar, alfombrista colaborador durante muchos años de Don Pedro Hernández Méndez y compañero de Don José González Alonso, abandonando posteriormente el  bello arte  de los tapices, precisamente por asuntos profesionales. Indudablemente ha retornado a su plaza, a su escuela, -será el balón de oxígeno que el actual joven, y prometedor alfombrista Licenciado en Bellas Artes Don Domingo Expósito, para recuperar viejos trucos de antaño-. En la escuela de este impresionante arte natural, deberían estar; Don Ezequiel León Domínguez, con sus hijos, su sobrino Don José Luís León, los hijos de Don José, Don Leonardo Ruiz, Don Eustaquio Bello etc., y pido perdón que no mencione a muchas más porque indudablemente no recuerdo sus nombres, la escuela villera debería convertirse en una cátedra estética que se integraría en la alcurnia de La Orotava.
La escritora cubana Dulce María Loynaz, premio Cervantes 1993, en su libro "Un Verano en Tenerife", cuando habla de las alfombras orotavense, dice: Que mucho tiempo después de haberlas visto nacer y morir en un pestañeo del Sol seguí pensando en las alfombras, y puedo decir que me he quedado ya siempre con su recuerdo, a la vez exquisito e incisivo. Y con ellas recuerdo para siempre las palabras del amigo que conocí en La Orotava. -No te empeñe en que permanezca lo que por ser ya perfecto debe morir-.
Una vez más el ex juez de la Orotava don José Luis Sánchez Parodi en sus escrito en la prensa tinerfeña de los domingos, concretamente en el Diario de Aviso del 26 de octubre del 2008, narra en forma de prosa sublimen como conoció a este villero ilustre don Pedro Hernández Méndez, que para el interés de todos lo reproduzco a continuación; Llegaba yo a La Orotava en 1951. El valle era un enorme cuadro pictórico, pintado por un pintor holandés. Me alojé en el Hotel Victoria, flor agotada de un día que se había alejado desde la infinitud del tiempo. Me instalé en la habitación mejor de la casa, o, mejor dicho, me zambulleron, y comparado con recordar mis instalaciones de la especie de posada de Sequeros, de donde procedía, aquello me daba la impresión de un hotel venido a menos, que se había deteriorado por el tiempo. Vamos, un ex hotel. Era propietario del hotel doña Catana, un nombre que me daba la impresión de un relato de Ramón Gómez de la Serna. Había una criada camino de la vejez, con la que luego tendríamos una amical ligazón, llamada Dolores, y conocimos a Eulogio, el hijo de la dueña, como jefe y camarero del bar que tenían en la parte baja del edificio. Finalmente conocimos a otro hijo llamado, Pedro, el hombre de mi historia de hoy.
Pedro era un hombre popular. Presidente del equipo local de fútbol, que pronto descubrí. Un equipo de fútbol amateurizado, blancos copos de nieve que jugaban en un campito pequeño, de suelo duro, y localidades fatales, que sin embargo era el mejor lugar del pueblo, donde, como en todos los pueblos, se desgañitaban los aficionados, en lucha futbolística con los de los restantes equipos de otras localidades. Pero la verdad es que Pedro, por el tiempo que llevaba de presidente del equipo, se negaba, se resistía a ceder el mando a otro sector de la villa, por lo que era duramente combatido. Me imagino que por su carácter, al parecer absorbente y exclusivista, se le nombraba por la generalidad de la díscola afición futbolera como el Führer, cuyo nombre todavía se conservaba caliente y, como el Führer, de verdad acaparador del poder. Era poco o mucho poder que tienen los presidentes de los equipos de fútbol. Lo traté poco en el tiempo que estuve en el hotel, pero era un hombre seco, de no mucha habla, me parece que poco amigo de relaciones, casado y sin hijos. Pero, mira por donde, tenía una gran capacidad reflejada en las fiestas de la villa, en la construcción de flores por decenas de voluntarios. Toda la juventud y varios mayores que seguían la tradición de la población hacía tiempo que lo aclamaban. Y por encima de los trenzados, de las imágenes de la arena y flores, laboraba Pedro un enorme cuadro de igual naturaleza, que abarcaba el suelo del patio de la Plaza del Ayuntamiento, que él cubría con su arte, su instinto de artista y su fe de creyente. Era enorme cuando mis pies hollaban el suelo con cuidado y delicadeza, el día de la procesión, en la Octava del Corpus, cuando masas de fieles de toda la isla en ese día tan señalado acudían a la villa.
Durante todo el año Pedro estudiaba imágenes religiosas para que su instinto, memoria e inteligencia lograran encandilar aquel cuadro, hasta que el semanal de las fechas anteriores al día señalado iba sembrando, acortando, recostando, dando forma carnal a los integrantes de su habilidad y vocación. Aquellos años fueron decisivos para que el régimen vigente a la sazón tuviera mejor admisión en los países extranjeros, y con ese talante, cuanto venía de España y en la propia España sucedió un claro acogimiento entre las regiones del país. Y las fiestas de La Orotava empezaron a tener y tuvieron el conocimiento de las fiestas orotavenses, y La Orotava fue difundida por toda la nación. Creo que gran parte de ello fue por Pedro. ¿Sería descalabrado que yo abogue ante el Ayuntamiento por Pedro, en esta época de premiar conductas antiguas que velaron por la villa?
A mí, personalmente, no me era simpático Pedro, y mostraré mis razones. Al final del tiempo que estuve de juez en la villa, hubo unas elecciones durísimas, en que en uno de los bandos se presentaba Ventura Machado, al que yo, como ciudadano libre voté. Y Pedro, a mis espaldas, cuando yo había ascendido a magistrado a Gijón, dijo: "A ver si se va ya, de una vez", por el hecho de no haber votado al suyo…//….

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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