sábado, 13 de mayo de 2017

DON NORBERTO PERERA HERNÁNDEZ, EL ALFOMBRISTA QUE SE OLVIDÓ DE LOS DIOSES



Somos plenamente cons­cientes de que el tema de las alfombras de La Orotava - una de las principales atracciones feste­ras de la reseñada Villa - puede dar origen a una densa y hasta interesante monografía.
Las notas que preceden no tienen otra motivación que glosar la figura de quien fue uno de los alfombristas más insignes, Norberto Perera Hernández.
En La Orotava - donde nació el 6 de julio de 1888 - se inicia­ría, desde muy joven, en las técnicas del dibujo y la pintura bajo la dirección de don Nicolás Perdigón. El maestro Perdi­gón haría alusión, en varias ocasiones, al entusiasmo y dotes artísticas de Norberto Perera, que quedarían plasmadas mediante la realización de .nu­merosos cuadros y en las al­fombras que elaboró a lo largo de su vida. Inició su andadura alfombrística con don Felipe Machado, a quien ayudaba en la confección de la alfombra de la plaza del Ayuntamiento; años más tarde, como le gus­taba el trabajo de papá, el Sr. Machado cedió tal honor a su discípulo Perera. Realizó la alfombra mayor de La Orotava durante varios años (al parecer desde 1933 a 1936), vanagloriándose de que a pesar de que únicamente se extendía. Por la zona central de la plaza­ las hacías prácticamente solo,   en ocasiones ayudado por su hijo Norberto (Tito), del que co­nocemos hermosísimas realiza­ciones florales, elaboradas en años posteriores. En repetidas ocasiones se le requirió a fin de que acudiera a exponer su arte en el Hotel Taoro, del vecino Puerto de la Cruz. En palabras de sus hijas Bernarda y Car­men hemos recogido datos alusivos a la expectación que cau­só a unos marineros el contem­plar cómo el alfombrista había representado su propio barco y la fuerte impresión de la fla­mante Miss Europa, Alicia Navarro haría en honor de quien reali­zó tres alfombras, una a la en­trada del hotel y dos en el comedor: «Ella se quedó encanta­da, no la quiso ni pisar». Alicia Navarro haría honor al artista  orotavense concediéndole un baile -«cosas de antes»- y remitiéndoles una fotografía de­dicada.
Sus creaciones alfombrísti­cas, acerca de las cuales se conserva no demasiada documentación fotográfica, son re­conocibles por la presencia de su firma (N. Perera), presente, cómo no, en su obra máxima y más discutida: «La de la planta eléctrica», a la que más adelan­te nos referiremos. Fue confec­cionada con tierras del Teide en el espacio central de la plaza del Ayuntamiento de La Orota­va.  El 10 de junio de 1933 (con anterioridad trabajaba por su cuenta) fue nombrado director del servicio hidroeléctrico de la Orotava, siendo de la Villa su gran amigo y compañero Manuel González Pérez. Sería depuesto de dicho cargo según documento fechado el 21 de diciembre de 1939; Año de la victoria, mediante las siguientes acusaciones: «Haber pertenecido a la Agrupación de Izquierda Republicana»; «Ha­ber sido organizador en esta Vi­lla de la Federación izquierdis­ta de aparcería»; «Haber perte­necido también al partido de Acción Republicana, en el que actuaba en relación con las so­ciedades obreras, siendo secre­tario del prenombrado parti­do»; «No ser afecto al Glorioso Movimiento Nacional». Su cese como director de la Eléctrica orotavense fue, sin duda algu­na, la causa de que implícitamente se le apartara de la ta­rea de realizar la «alfombra grande» de La Orotava. No fue menos dañina la represión ver­tida sobre su persona, quedan­do fuertemente impregnada la huella sicológica en sus parientes más próximos: cada día se le obligaba a hacer acto de presencia en la comisaría de Falange (a veces tenía que des­plazarse caminando desde su finca de La Montaña) y son muchos los amigos que rememoran aquella pintoresca estampa mediante la cual, «rodeado por todo un batallón», se le hacía silbar y silbar durante horas, en la finca de su propiedad, a fin de pretender capturar a su amigo Manuel González Pérez, quien se encontraba, para suerte suya, en Francia. Depuesto de su antigua ocu­pación, en la que dio muestras de gran celo y conocimientos, viviría, con ciertas restriccio­nes, de su pequeño taller de electricista y de la explotación de su finca de La Montaña, «El Cercado de Paz» (fanega y me­dia), así como de algunas accio­nes que poseía en galerías del Valle de Taoro y Santa Úrsula (La Cisterna, que «dio agua el 10 de agosto de 1949»). A pesar de sus muchas estrecheces  -  ya que se vio obligado a «cerrar» la tienda vendiendo «a escondi­das»: «no tenía dinero... era de izquierdas» -    no perdió totalmente su espíritu alegre y jovial. Sus «golpes» nos han sido, con frecuencia relatados y fue buen degustador del vino de la tierra, participando con gran dedicación en las fiestas como miembro, repetidas ocasiones, de las comisiones organizadoras y como animador directísimo, principalmente de las fies­tas del Carnaval. En dichas celebraciones, además de sus expresivos y "bien logrados disfraces, su pia­nola, desde varios días antes, era requerida por la juventud local: «Tú te crees que eran po­cos los que estaban detrás de la pianola», a fin de amenizar, por entonces no se estilaba «lo de las orquestas» el ambiente car­navalero en las plazas y calles de la Villa. 'Los primeros pasos cinematográficos en la Orotava fueron emprendidos por nuestro añorado personaje. Era propie­tario del cinematógrafo con el cual se proyectaban, «los do­mingos y alguna que otra no­che», aquellas entrañables pelí­culas mudas; Huracán, El gor­do y el flaco. De los años locos. Los lugares de proyección más asiduos eran la plaza del Ayuntamiento y, sobre to­do, el antiguo Teatro Power. Por fuera de aquel y con poste­rioridad al año 1939, volvió a mostrar, algunos años, su genio Artístico elaborando expresivas alfombras, florales.  Don José Pónte, «el cura de La Perdo­ma», le agradeció siempre la cesión de la máquina de cine y las películas con las que se re­caudó buena parte del dinero con el que se fabricó la moder­na iglesia de La Perdoma.
Centrándonos en su más fa­mosa alfombra, es decir, «la de la planta eléctrica», dicha obra, muy probablemente correspon­diente a 1934, levantó en La Orotava muy sonado re­vuelo: «esa alfombra no agra­dó; una crítica de miedo». Se enfatizó sobre la condición iz­quierdista del autor, comunista, ateo, lo que sin duda incidiría muy desfavorable­mente en su expulsión posterior como director del Servicio de Electricidad. Tal reacción re­sulta bastante comprensible entre unos vecinos acostumbrados a la repetición exclusiva de dioses, vírgenes y santos. Ahora bien ¿a qué se debió la elección del motivo que du­rante tantos años, incluso sus parientes más allegados, no fueron capaces de captar?  Resulta todo un símbolo involuntario, claro que el público que aparece en la fotografía (o­bra de Baeza está dando la es­palda a la alfombra. A conti­nuación, en grandes titulares, puede leerse: «Hidroeléctrica de Orotava. Obra que está haciendo este Ayuntamiento». De­bajo, dentro de un gran círculo, se representó un paisaje muy naturalista de la zona alta del Valle de La Orotava en el que se aprecian significadas casas plasmadas con un estilo muy canario, la planta eléctrica, (en cuya puesta a punto se afanó Norberto Perera) y tres pequeños rótulos en los que puede leerse La Orotava, Puerto de la Cruz y Los Realejos, los munici­pios a los que en un futuro más o menos próximo se pensarían dar luz por medio de la «planta vieja» de La Orotava. Con ella llegaría la luz a los hogares de muchas familias de la Orotava, suplantando a toda una va­riopinta gama de artilugios alumbratorios: «gracias a la planta tuvimos luz aquí, yo me acuerdo de ver encender los fa­roles, supongo que eran de pe­tróleo», Sin duda alguna, a ni­vel humano, constituyó uno de los acontecimiento más tras­cendentales: con dicha planta, en la que Perera Hernández in­virtió gran cantidad de tiempo y trabajo, numerosas familias pudieron alumbrar sus casas y escuchar la radio. Así lo interpretó él, tal como nos narró en nuestros años in­fantiles. Y hasta es posible que pensara que ese año el «Dios de los cielos» (en quien creía) no se enojaría por el mero hecho de excluirlo y, es más, que se alegraría al ver cómo el panel central de la plaza se ornamentaba con el diseño de una obra que iba a hacer más felices a muchos de sus amados hijos terrenales.
Opinamos que la alfombra de Norberto Perera es un ejem­plo a considerar, esencialmente por los. Que propugnamos una orientación más humana de las alfombras de flores y tierras del Teide de La Orotava. No nos parece oportuno solicitar una calle para Norberto Perera Hernández: el alfombrista que un año se olvidó de los dioses. A él tampoco le hubiese agradado, era hombre de «mente colectiva». Lo que sí debe le­vantar La Orotava, y con la mayor urgencia, es un «Monu­mento al Alfombrista de la plaza», -el cual sirva de homenaje a todos los que desinteresadamente han ejercido tan honrosa ocupación, desde los que como él fue­ron sobresalientes hasta los magallotes que echaban una  mano y que en el momento indicado estaban dispuestos a pe­dir.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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