miércoles, 3 de mayo de 2017

EL ALCALDE QUE NO QUISO REENGANCHARSE



Fotografía tomada en el corredor de la Mansión del amigo orotavense; Juan del Castillo y León, en la Romería de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza del año 1979. Le acompañan, los entonces alcalde democráticos del Puerto de la Cruz y de la Villa de La Orotava; Paco Afonso Carrillo y Francisco Sánchez García.

Artículo que remitió entonces (2011) mi amigo de la infancia en la Calle El Calvario de La Villa de La Orotava; JUAN DEL CASTILLO Y LEÓN. Que tituló; “EL ALCALDE QUE NO QUISO REENGANCHARSE”.
Publicado en la sesión de NECROLOGÍA, EN EL DÍA (SANTA CRUZ DE TENERIFE) el día 8 de Mayo del 2011: “…SE TRATA, lo habrán adivinado, de Francisco Sánchez, que acaba de dejarnos. No voy a repetir la retahíla de clubes de fútbol donde fue presidente, entrenador y, sobre todo, magnífico jugador; no voy a hablar del Francisco fundador  de AIO (Agrupación Independiente de La Orotava), de ATI, de qué sé yo cuántas cosas más; no voy, en fin, a hablar de “la larga y penosa, enfermedad" que nos lo arrebató. Pretendo evocarlo solo como amigo, entreteniéndoles con vivencias personales que reflejaban su humanidad. A vuela pluma casi. Dejando hablar al corazón más que al cerebro. Que sean más que obituario o necrológica, espontaneidad y sentimiento.
Francisco Javier Sánchez García. (La Orotava, 1944- 2011) nació en la calle del Calvario, mi calle, en un veranillo de San Miguel, cuando en el valle se presagia el otoño: Aprendió, las primeras  letras con doña Lucía, una maestra alta, corpulenta, cegata; y buena como doña María Flores, como, "las Lorencitas", La escuela, que tenía de  "hall" un jardín, estaba frente a su casa. Francísquito .solo tenía que cruzar la calle. En 1950, ingresa en los Salesianos, llegados a la villa, dos años antes, y donde, al igual que Isidoro, el Gran Hermano, fue siempre el  "number one" del curso. Los dos académicamente hablando, me hacían bocata; Isidoro era de la clase anterior y Francisco de la siguiente.
ESTABA BIEN RESGUARDADO. Seguimos siendo compañeros en La Laguna y Madrid. En Agüere residíamos los dos en el colegio mayor "San Fernando". Contaba el centro, con una nutrida colonia orotavense: Juan Cullen, Tomás Salazar, Carlos Ascanio, Emilio Luque, Luis Azagra, Chiqui Leis -de vuelta, otra vez, en Tenerife-. En Madrid vivimos los dos en colegios mayores vecinos, en la avenida de Séneca, cerca del Puente de los Franceses. El suyo, el "Francisco Franco", era de estructura árabe, de paredes blancas, con fuente y patio central. El mío era el "Nebrija", de ladrillo visto rojo, como la mayoría de los edificios de la Ciudad Universitaria.
Delante lo decoraban dos bellos sauces llorones, a los que no secaban ni las heladas que venían del Guadarrama.
Volviendo al "Franco",  eran también colegiales el ya cosmopolita Isidoro, el malogrado Fafi
y Felipe González, que se especializaba en la Clínica de la Concepción.
Pasó el tiempo. Nos separaron los caminos de la, vida. Hasta que nos reencontramos en la plaza de la Alameda, al comienzo de la década de los setenta. La plaza era un recinto familiar, con las parejas de novios enamorando, con los niños pidiéndole agua a Pepe el del Quiosco, con la desorejada banda de música, bajo la batuta del abstemio Berenguer, rompiendo, los jueves, el silencio de la noche. Francisco no estaba solo, sino sentado en un banco muy bien acompañado. Nada más veda me pareció, respecto a él, una niña. Guapa, atractiva, con simpatía que aumentaba al hablar, tenía por nombre Carmina.
Pronto sería su mujer, su gran compañera de por vida, en "la salud y la enfermedad", como manda la Santa Madre Iglesia. Luego vendrían los hijos: Marcos y Borja. Paralelamente, ejerce, con sabiduría y tesón, de abogado, donde cosechó éxitos y sinsabores. En el difícil camino hay varios nombres: el insuperable Manuel Florián Tomás Ibáñez, el aguerrido Carmelo Mesa, el fiel Santiago Palmero.
A la muerte de Franco, en 1975, Francisco da el salto a la política espoleado por sus inquietudes sociales -. En los Altos de la Villa se sufre la mordedura de la injusticia y no había llegado la onda de, la transformación. El protagonismo corresponde a las asociaciones de vecinos con el aguijón de un salesiano palmero, Víctor Rodríguez (Los Llanos de Aridane, 1927   La Orotava, 2004). Bajo la apacible apariencia de un poeta, se escondía Un cura inquieto y comprometido: Personaje clave para entender, con hondura, la peripecia vital de Francisco.
El.21 de noviembre de 1978 el casco se sorprende con la insólita "Manifestación de las Velas", en la que late una revolución silenciosa y pacífica pero que resultará profunda y eficaz.
Con las primeras elecciones democráticas, en 1979, un airón sano entra por las viejas Casas Consistoriales. La Agrupación Independiente de La Orotava forma la corporación con UCD, PSOE y UPC -los independentistas de entonces- . Francisco será alcalde compartiendo gobierno con otros antiguos compañeros: su hermano Isidoro, primer teniente de alcalde; Isaac Valencia, actual regidor;  Luis Melo, eterno líder del Pago de Higa; Ana María Llarena, una edil de lujo... En suma, de la mano de Francisco  -a veces, de su sombra alargada- llegan a todos los barrios de la villa la energía eléctrica, el agua y otras infraestructuras básicas. En 1983, al cumplirse su mandato, se retira. Le falta ambición y le sobra inteligencia, como ha escrito Raúl Sánchez, en EL DIA, "será recordado como un político sin apego al cargo ni más afán que el servicio público".
Francisco, a las claras, era callado, tímido, de una sencillez franciscana. Y casi imperceptiblemente; habilidoso; astuto, muy inteligente. Como en el campo de fútbol, en el campo de la vida jugaba bien con la derecha y la izquierda, El gesto, la charla; la actuación forense, los rubricaba siempre con su firma de hombre de bien: una suave y dulce sonrisa. A veces, solo entre los amigos, asomaba su pícara retranca villera. Volviendo al símil, deportivo, se crecía en Ia distancia corta.      ,
Mi última cita con Francisco fue en El Médano, cuyas arenas, desde niño, le eran familiares. El escenario es un restaurante con una terraza desde donde se divisa la mar, en el infinito, besándose con el cielo. Invitaba Sergio Batista, antiguo alumno mío, el abogado con más garra del sur. Nos conjuramos para que la próxima fuera en La Orotava. Pero por la cordialidad forzada, por las palabras, por los silencios sobre todo, los tres presagiábamos que la mesa no volvería a estar completa. Así, hasta que me dio la mala noticia, no por esperada menos sentida, su primó; el doctor Pedro Eustaquio Pérez. Eran las once de la mañana del martes 3 de mayo,  Día de las Cruces, semana de la beatificación de Juan Pablo II, mes de María Auxiliadora, a cuyo manto tanto se agarró. Incapaz, de encontrar el punto final adecuado, me refugio  -ahora que celebramos el centenario  de su nacimiento- en la "Elegía" de Miguel Hernández a la muerte también prematura de su amigo Ramón Sijé: ''…A las aladas almas de las rosas  / del almendro de nata te requiero, / que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero"…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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