La Amiga de la Villa de La Orotava; MARIVÍ
CABRERA, remitió entonces (2016) el Pregón de las Fiestas de María Auxiliadora
de la Villa referente al año 2016, que leyó en el salon de acto del Colegio de
San Isidro la noche del día 24 de Abril del año 2016: “…Este Pregón se lo dedico
especialmente a la Virgen, a mi familia y a todas aquellas personas que me han
acompañado a lo largo de mi vida, permitiéndome ver el rostro de María en ellos.
Que el Señor nos bendiga hoy y siempre.
Mariví: La Orotava, 24 de Abril del 2016.
Buenas noches y gracias a todos por
acompañarme en este día tan especial para mí.
No es fácil empezar un pregón hablando de
Mª Auxiliadora, de ella se ha dicho y escrito mucho, pasando de generación en
generación, pero me gustaría empezar pidiéndote disculpas, María, porque he
dudado en hacerte este pregón.
Cuando el director del centro me pidió que
fuese la pregonera, en mi interior sentí una gran alegría, pero no le respondí
enseguida. Después de meditarlo durante un tiempo le contesté afirmativamente,
porque sabía que en el fondo eras tú quien me lo pedias.
Como no dedicarte, Madre, este pregón, ya
que tú has estado presente y a mi lado todos los días de mi vida, cuidándome y
protegiéndome, ayudándome en los momentos difíciles. Que menos, que dedicarte unas
palabras en agradecimiento.
Quisiera está noche, dar testimonio de como
ella y su hijo Jesús me han acompañado a lo largo de mi vida reforzando mi fe.
Nací en una familia humilde en Santa Cruz
de Tenerife. Soy la segunda de tres hermanas. Mi madre desde muy pequeñitas
empezó a inculcarnos la veneración a Mª Auxiliadora ya que ella tuvo la gran
suerte de estudiar en el Hogar Escuela con las hijas de Mª Auxiliadora y de
haber podido recibir los valores salesianos. Nos enseñó a rezar y pedirle
protección.
En aquellos años acceder a un colegio
privado económicamente era muy difícil para las familias con varios hijos.
Mis padres querían, como todos los padres,
lo mejor para sus hijos y sobre todo lo concerniente a su educación.
Con mucho sacrificio y esfuerzo lograron
matricularnos en el Hogar Escuela sobre todo gracias al empeño que mi madre
puso, ya que ella sabía la educación en valores que íbamos a recibir.
Entré a cursar mis estudios en parvulito a
la edad de 4 años. Mi tutora por aquel entonces se llamaba Sor Perera, todavía
hoy recuerdo como si hubiese sido ayer ese primer día de clase. Cuando entré al
aula era todo espectacular, los pupitres de madera con tapas que se abrían y
cerraban de color verde, estanterías llenas de juguetes y libros, las paredes
adornadas con posters de Mickey y el Pato Donald y un sinfín de cosas, pero lo
que percató mi atención fue una figura en la esquina del aula, una mujer
majestuosa, muy fina, de test blanca, vestida con una túnica rosa, con un manto
azul, en su cabeza una corona deslumbrante, en su brazo izquierdo arropaba un
niño preciosos y llena de flores a su alrededor. Mi corazón palpitaba de
alegría. ¿Eras tú María y tu hijo Jesús? Le pregunté tímidamente a Sor Perera ¿Quién
era esa mujer tan bella?
Y me contestó que era la Madre del Cielo,
la que nos cuidaba y protegía, Mª Auxiliadora. Sor Perera aclaró mi duda.
Mis años escolares transcurrieron con
normalidad, era una niña muy risueña y un poquito inquieta, eso me ocasionó
algunas fracturas por ser tan jiribilla.
Cursé mis estudios desde parvulito pasando
por la E.G.B. hasta llegar a 3º de B.U.P.
Fueron 12 años maravillosos, los recuerdo
con mucho cariño porque adoraba y adoro mi cole.
Las hermanas nos enseñaban mucho, sobre
todo a quererte María. Entre clases pedagógicas, también nos contaban la vida
de nuestro fundador, San Juan Bosco, de su amor incondicional a ti y a tu hijo,
como fundó la congregación Salesiana bajo tu manto y al mismo tiempo, creando
otra con la ayuda de tu hija, la Madre Mazzarello, fundando la congregación de
las Hijas de Mª Auxiliadora. Todo esto no hubiera sido posible sin tu
presencia, día a día, en la vida de estas dos grandes personas con un don especial
para los jóvenes, entregando sus vidas a Ellos.
Aquellas palabras me hacían cultivar aún
más mi fe, buscaba siempre un ratito en el recreo y convencía a algunas amigas
para que me acompañaran e ir a la capilla para verte, rezar y estar un ratito
contigo.
Día a día y año tras año crecía más mi
devoción hacia ti.
María, recuerdo con gran entusiasmo esas
fiestas en tu honor que celebrábamos con tanto cariño cuando se acercaba el mes
de mayo, preparando las olimpiadas con gran entusiasmo, con muchas ganas de
participar en todas las modalidades. Yo quería apuntarme a todas baloncesto,
brilé, voley….. ya que me gusta mucho el deporte.
Alguna medalla me llevé en tu honor.
Cuando el gran día llegaba, el 24 de mayo,
todo era un jolgorio. Por la mañana la misa en el patio, dándote las gracias un
año más por acompañarnos, protegernos y ser nuestro auxilio. A continuación, la
entrega de medallas y después, un poquito de música. Por la tarde, merienda y
todo el mundo a bailar. Me entra una sonrisa cuando lo recuerdo, ya que año
tras año nos ponían la misma cinta con el baile de la yenka, como si nos
hubiéramos estancado musicalmente en el tiempo. Todo era alegría y risas y como
un flash me viene a la mente una frase de Don Bosco que decía “Estad siempre
alegres” y otra de la Madre Mazzarello “La alegría, es la razón de un corazón
que ama de verdad” Si María, ese día con nuestra alegría te amábamos mucho,
mucho más.
De esos años que pase en el cole me llevé
muchos recuerdos de personas maravillosas que me acompañaron por el camino, de
compañeras, profesoras, cocineras, limpiadoras y monjas. No podría nombrarlas a
todas por su nombre porque me olvidaría de alguna de ellas y para mí todas
fueron importantes y tú sabes sus nombres.
Pero si me gustaría que me permitieras María,
nombrar a una de ellas, fue muy especial en mi vida espiritual, me refiero a
Sor Mª Luisa Reina, una gran mujer, hermana y profesora. Ella ha sido mi
referente y mi guía aparte de ser mi catequista y mi madrina de Confirmación.
Cuando hice mi Confirmación, fue el día más
importante de mi vida cristiana, ella me acompañó al altar y poniendo su mano
derecha en mi hombro izquierdo, recibí del Obispo la imposición de manos en
señal de reconfirmar mi bautismo, encontrándome con tu hijo Jesús resucitado y recibiendo
la gracia, la luz y la fuerza del Espíritu Santo.
Al terminar la ceremonia, mi madrina me
hizo un regalo. Es una tarjeta. Por delante, tu imagen y en su reverso, escrito
a máquina, estas palabras:
S/C de Tenerife 20/Jun/1987.
Con la ayuda del Espíritu Santo y María,
proponte hoy, día de tu Confirmación:
-
Ofrecer, cada mañana, tu día al Señor.
-
Leer el Nuevo Testamento.
-
Participar, cada domingo, en la Eucaristía.
-
Amar al prójimo, haciendo siempre el bien.
-
Rezar por las noches.
Que Dios te bendiga. Tu catequista. Sor Mª
Luisa Reina.
Si María, estas son sus humildes palabras y
recomendaciones para que yo sea una buena cristiana y acercarme cada día más a
ti.
Al terminar 3º de B.U.P. salí del colegio
con mucha pena, pero al mismo tiempo con mucha alegría por esos maravillosos
años vividos, aprendiendo y conociéndote cada vez más.
No pasando mucho tiempo, volvía a mi cole,
me acercaba a ti vestida de novia para casarme en tu capilla, delante de tu
majestuosa imagen. Recuerdo ese día como el más especial de mi vida. Tú en el
altar con esa mirada maternal y tu sencilla sonrisa nos dabas la bendición,
recibiendo así el sacramento del matrimonio.
Pasaron los años, trabajando, formando un
hogar, pero siempre llevándote en mi corazón a donde quiera que fuese.
Llegó el momento en mi vida de ser madre.
Me quedé embarazada, pero no de uno, ni de
dos sino de tres.
Me llené de alegría al recibir la noticia
ya que eran niños muy deseados. Fue un embarazo muy complicado, difícil y con
mucho riesgo de perderlos. Pero a pesar de todo yo nunca perdí la fe en ti y en
tu hijo y hoy te doy las gracias de todo corazón por esos tres maravillosos
hijos que me has dado.
María, siempre has estado en mi camino
acompañándome y protegiéndome.
Por motivos laborales, me trasladé a La Orotava,
a esta preciosa villa, con maravillosas personas que me acogieron con los
brazos abiertos. Hoy después de 21 años residiendo en este municipio me siento
más que nunca villera de corazón.
Cuál sería mi sorpresa, María, al conocer
el colegio Salesiano de esta villa. ¡Qué alegría me entró!
Sin pensármelo dos veces y cuando mis hijos
tuvieron la edad escolar, mi marido y yo solicitamos plaza en el centro y
fueron admitidos, lo celebramos con mucho entusiasmo.
Estoy orgullosa de que mis hijos se eduquen
en valores salesianos como mi madre, mis hermanas y yo tuvimos la gran suerte
de recibir.
Con la entrada de mis hijos en el centro,
poco a poco y sin quererlo me he ido involucrado en diferentes actividades,
como en la pastoral, en el AMPA, en el consejo escolar y alguna cosita más. Y
creo que detrás de todo esto estás tú María.
Donde he descubierto una faceta de mi vida
la cual para mí era desconocida, es siendo catequista. Me encanta trasladar a
los niños ese amor por tí y por tu hijo y al mismo tiempo ayudar a su
evangelización. Me llena de orgullo ser catequista. Cuando ves a tus niños, que
con tanto entusiasmo y alegría los has preparado, llegando al altar para
recibir su primera comunión, se me llenan los ojos de lágrimas y pienso,
gracias María porque tú lo has hecho todo.
Son tantas las cosas vividas durante estos
años comprometida en el centro. Que me extendería demasiado en contarlas todas,
y para mí todos son importantes, pero si me lo permites María, me gustaría
hacer alusión a dos momentos especiales.
El primero, es la llegada de la urna de Don
Bosco. Ese día fue muy emotivo, alguna lágrima solté, ya que en mi interior
sentí la presencia de tu hijo amado y como vibró con fervor el pueblo de La
Orotava con su acogida. Nunca pensé que en la villa se sintiera tanta
Salesianidad.
Y el segundo, la oportunidad que me
brindaron para participar, con un pequeño papel, en ese gran musical de la vida
de Don Bosco. Me siento una privilegiada, ya que la experiencia compartida con
ese gran equipo compuesto de 60 personas desde el más pequeñito al más grande,
ha sido maravillosa. Hoy después de un año de su estreno no tengo palabras para
expresar lo vivido. Todavía me emociona recordarlo.
Madre, no se anda para hacer camino, si no que
se hace camino al andar, y esta noche quisiera darte las gracias de todo
corazón como hija tuya que soy, el haberme puesto en mi camino a esta Gran
Familia Salesiana y de poder pertenecer a ella.
Empezando por mis padres. Gracias papá, que
desde el cielo creo que hoy estarás muy contento y orgulloso de mi. A mi madre
por su empeño y sacrificio para que hoy pueda darte las gracias personalmente.
A toda la Comunidad Salesiana de este
centro, al Equipo Directivo y a su profesorado, que luchan incansablemente por
nuestro hijos, poniendo todo su corazón y sabiduría para que sus alumnos
reciban la mejor educación posible.
Gracias a todo el Personal Laboral de este
centro, al personal de limpieza, mantenimiento, administración, secretaría,
portería y personal de comedor. Que con su trabajo, su amabilidad y su sonrisa
hacen que nuestro cole brille aún más.
Gracias a la Pastoral del centro, a su
coordinador, equipo directivo, animadores y catequistas,
por dar vuestro tiempo altruistamente para que nuestros hijos reciban una
educación en la fe cristiana y valores salesianos.
A los diferente grupos que participan de la
gran Familia Salesiana, me refiero a los Cooperadores Salesianos, a los
Antiguos Alumnos, a la Asociación de Mª Auxiliadora y a la Fundación Proyecto
Don Bosco, porque nos aportan cada día, su cooperación, su sabiduría, la fe y
la esperanza.
Gracias a toda la Junta Directiva del AMPA
y a todos los padres y madres que la componen, porque compartimos un mismo
objetivo, trabajar por y para el bienestar de nuestros hijos y del colegio.
Al Club Deportivo Salesiano y al Club
Baloncesto San Isidro, a sus equipos directivos a sus entrenadores, que se
desviven día a día por nuestros chicos, enseñándoles un deporte, pero nunca
olvidando la esencia salesiana que nos caracterizan.
Gracias, Don Ernesto, por haber pensado en
mí para este pregón, dándome la oportunidad de abrir mi corazón hacía los demás
y compartir mi testimonio sobre lo mucho que María y su hijo han cautivado mi
vida y a Don Abel por su gran apoyo.
Por último, me gustaría dar las gracias a
mi marido y a mis hijos, por su comprensión, por esos ratitos que les he robado
de su tiempo para poder ayudar a los demás, porque me animan a continuar y sin
su apoyo hoy no estaría aquí.
Creo María que sólo me queda está noche
rendirme a tus plantas.
Gracias de todo corazón y nunca me
desampares.
Muchas gracias y buenas noches.
¡VIVA Mª AUXILIADORA!...”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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