Aniversario de su fallecimiento. El industrial
orotavense Camilo Pérez Bethencourt. Hombre emprendedor, que con pantalones cortos se hizo
cargo con su hermano Antonio de la Venta - Suministradora de víveres en la
esquina de las calles de la Villa de La Orotava, San Francisco y La Hoya
(Hermano Apolinar). Heredada de su padre don Pedro Pérez y denominada “LA
VENTA NUEVA”, en contraposición a la VENTA VIEJA que regentaba en principio el
señor Bartlet del Puerto de la Cruz y que posteriormente adquirió don Jesús
Hernández González, situada en la calle Los Tostones (León).
Un hombre continuista de la industria
que su progenitor fundó al final del siglo XIX, y llegó a ampliar sus
instalaciones en el polígono industrial de San Jerónimo y en el Sur de Tenerife
con una nueva denominación CASH LOTO. Camilo fue el cuarto de cinco hermanos
varones del matrimonio formado por Pedro Pérez y Matilde Betancourt. Su madre
Matilde, descendiente del CHASNERO HERMANO PEDRO DE BETHENCOURT, fue telefonista de la
villa, una gran señora y excelente persona. Camilo estudió el bachiller en el
colegio de segunda enseñanza de don Manuel Farraís en la casa de los Balcones
(actual museo de las alfombras), pasando a la academia mercantil de don
Inocencio Sosa en la calle de La Hoya para formase y regentar el comercio
familiar. Aficionado al deporte, los combates de boxeo en la plaza santacrucera
de toros eran evidentes, en el baloncesto jugó en el mítico CB. Huracán (jugaba
más por los suelos y esos que las pistas eran de tierra y con raíces arboledas
que por el aire…), y además era un gran jugador de dominó en el antiguo bar
parada y de cartas en el Liceo Taoro.
El amigo desde la
infancia en la calle El Calvario de la Villa de La Orotava; ISIDORO SÁNCHEZ
GARCÍA, remitió entonces (01/02/2014) estas notas: "...
La vida es un cúmulo de situaciones como el paisaje es una suma de historias.
El miércoles 2 de febrero, cuando esperábamos la salida del féretro del Dr.
Buenaventura Machado camino de la parroquia de San Juan, un grupo de amigos
hablábamos de baloncesto. Estábamos Elfidio Alonso, Isidro Fuentes, Diego Juan
Álvarez, Bruno Álvarez y un servidor. Hablamos de lo divino y de lo
humano, particularmente de la importancia del deporte y de la historia del
baloncesto. Salió a relucir entonces el amigo Camilo, que nos acaba de dejar un
día después de la festividad de San Valentín. A Camilo le conocía porque era de
La Orotava y además era hermano de mi tío Juan José, casado con María Luz, la
hermana de mi madre. Hermano por tanto de Pedro, de Domingo y de Antonio Pérez
Bethencourt, quien afortunadamente aún vive. Todos ellos descendiente de Pedro
Bethencourt, el guía famoso de las subidas al Teide y apodado El Moñita. Conocí
a doña Matilde, la madre de la saga Pérez Bethencourt, que vivía en la casa de
la calle de la Carrera sobre el Banco Exterior. Camilo gerenció la cadena
comercial de La Venta Nueva y Cash Loto a pesar de sus problemas de salud, aún
cuando sus hijos eran los responsables de la actividad. Su sobrino Chicho le
representa en la junta directiva de la MAC. A Camilo le gustaba el deporte y de
hecho jugó al baloncesto en el CB Huracán de la Villa en la época que Pepe
Dorta presidía el Independiente. Eran los años de mitad de la década de 1950 y
lo mismo jugaba en la plaza de Franchi Alfaro como en la plaza del Charco del
Puerto de la Cruz, donde se casó, como en Icod de los Vinos. Los componentes
del equipo del Huracán, que llevaban camiseta encarnada, me ficharon para que
jugara con ellos. Había cierta diferencia de edad pero el empeño de Manolo e
Isidro Perera así como de Camilo y Chuchín Quintero convenció a mi padre para
que pudiera alternar algunos días mis estudios con los partidos del Huracán. La
única condición que les impuso era que no bebiera mucho vino después de los
partidos. Como bien le recordé a Isidro Fuentes en el duelo de su
pariente el Dr. Machado Melián, el Independiente destrozó deportiva y
socialmente al Huracán cuando nos ganaron 41-5 en la cancha de la Plaza del
Llano. Isidro asintió y me confesó que de vez en cuando se lo recuerda a
los supervivientes de aquella catástrofe. Uno de ellos era Camilo quien con el
paso de los años comprueba como las enfermedades le pudieron a pesar de su
humanidad.
La última vez que le vi fue en un avión de Iberia
cuando volábamos a Madrid. Él iba con sus hijos camino de Pamplona para
arreglarse la salud. Ahora se fue al cielo. Descansa en paz, Camilo…"
El amigo del Puerto de la Cruz; MELECIO HERNÁNDEZ
PÉREZ, remitió entonces (01/02/2014) estas notas que tituló “ADIÓS AL PARIENTE CAMILO”: "... El buen tiempo
manifiesto en los últimos meses de azul celeste intenso y sol radiante se
quebró en un pispás el día del sepelio de Camilo Pérez Bethencourt, con la
aparición de la lluvia y el plomizo cielo en consonancia con el momento
luctuoso de su desaparición física. Ya otras plumas han dejado su firma en
escritos necrológicos que me eximen de ello; sólo unas notas entre nebulosos
recuerdos. Últimamente coincidía con Camilo en sus frecuentes paseos en silla
de ruedas por la avenida de Colón y aledaños del Puerto de la Cruz. Dentro de
su limitada deficiencia motriz se le veía feliz respirando el ambiente costero
y marino de la mar próxima al Lago de Martiánez donde diariamente y durante
varios años el ejercicio de la natación fue su mejor terapia física. Pero su
reciente estado de salud era decadente y notorio en aquel apéndice móvil hasta
pasar casi inadvertido entre los transeúntes. Pero él ante la presencia de
conocidos erguía la cabeza tocada de sombrero protector de los rayos solares
con afán de saludo y conversación. Y aunque su voz era casi imperceptible se
aferraba a la palabra hablada que acompañaba a veces con una leve sonrisa,
y sin más prisas que el que le imponía el tiempo del beneficioso
recorrido por las calles portuenses. En los encuentros con él siempre me
saludaba con el consabido apelativo de pariente, pues su padre Pedro Pérez
Perera, era hermano de mi madre. Del tío Pedro recuerdo de niño sus obsequiosas
golosinas rigiendo aún el establecimiento de “LA VENTA NUEVA” -que venía a ser
una traslación del tipo de negocio existente en el Puerto de la Cruz marcado
por la demanda de productos ingleses de residentes y turistas-. La gente
pudiente de La Orotava agradeció sus novedosos productos
extranjeros. De ahí que Camilo, aunque villero de cuna, había
heredado de su ascendencia paterna el amor por el vecino Puerto de la Cruz.
Solía visitar, aunque menos que su hermano Juan José, a mi madre, su tía, en la
casa familiar del Botánico. Una prueba más de su querencia por el Puerto es que
contrajo matrimonio con la portuense Milagros Acosta García. Conocí en la
práctica la habilidad de Camilo como comerciante, desde mi puesto de trabajo en
una firma mayorista de Los Realejos. Le atendía personalmente a la hora de
descanso para hacer la nota de pedido. Sabía negociar y comprar al mejor
precio para el negocio. Posteriormente fui a visitar su Cash Loto en San
Jerónimo, del que se sentía eufórico. El avance y modernización comercial
acorde a los tiempos fue un gran acierto. Si antes estuvo entregado de lleno al
comercio, a partir de entonces consumía incansable las horas de trabajo en el
centro, junto a su hermano Antonio que ejercía, entre otras actividades, de
“viajante” (visitar a los clientes). Como persona ya lo conocía ampliamente,
incluso en su práctica de contabilidad y administración en el colegio de
Inocencio Sosa Hernández a pesar de la diferencia de edad conmigo. Por cierto,
recuerdo nítidamente que en el entierro en marzo de 1949 de este inolvidable
maestro, a lo largo del corto recorrido desde la casa mortuoria en la calle La
Hoya (Hermano Apolinar) al cementerio de la Villa, Camilo y el que esto
escribe, fuimos hablando de su persona y del colegio, mejor academia. Otros
recuerdos afloran, pero no es mi propósito extenderme más. Estas breves líneas
son simples jirones de unos recuerdos que, lamentablemente, hoy con motivo de
tu partida he destapado en honor a tu memoria. ¡Descansa en paz!..."
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario