El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava;
ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ remitió entonces (17/03/2012) estas notas que tituló “DON GUILLERMO CAMACHO Y PÉREZ
GALDÓS”.
Publicadas en LA PRENSA, EL
DÍA (SANTA CRUZ DE TENERIFE), DOMINGO 30 DE ABRIL DE 1995: “…EL día tres de abril
de 1995, cercano a cumplir los 97 años, se extinguió la vida de don Guillermo
Camacho. De la tristeza que nos produce su muerte, consuela la fortuna de haber
podido contarse, a sí mismo, la razón de su propia vida, desde una
clarividente vejez, ausente de ella esa decrepitud que tantas veces oscurece y
hace casi vegetal la vida de los ancianos. En mis frecuentes visitas a su casa,
podía comprobar la pervivencia de su memoria, de su inteligencia y de su
espíritu.
Escucharle fue asistir a una amena lección, su conversación
llana ya la vez humanista nos traía a la mente figuras bien dibujadas,
historias finas y sentenciosas, dichos llenos de buen sentido, y siempre las
ejemplares vivencias de un caballero cristiano. No pude acudir a la última
despedida, pero al conocer su muerte vinieron a mí los gratos recuerdos de su
amistad ahora definitivamente perdida. Poseía el amigo desaparecido una
extraordinaria inteligencia, una vastísima cultura, unidas a una memoria
formidable, cualidades que le conferían una personalidad difícilmente
superable, porque además unía a estas cualidades humanas, virtudes teologales,
fe profunda, que afloraba y daba un tono trascendente y bondadoso a su trato.
Había nacido en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de mayo
de 1898, hijo del general de Artillería don Guillermo Camacho, y de doña
María del Carmen Pérez Galdós y Ciria, sobrina de don Benito. En la capital
tinerfeña realizó sus primeros estudios, en los P.P. del Corazón de María,
«los padritos», como el gustaba llamarles. Después, a la muerte de su abuelo
materno el teniente general don Ignacio Pérez Galdós, la familia se trasladó a
Las Palmas, y allí, en el Colegio de San Agustín, terminó su bachillerato, con
calificación de sobresaliente.
Con dieciocho años ingresó en la Academia de
Infantería de Toledo; durante esa época pasó muchas de sus vacaciones en
Madrid, donde trató familiarmente a su tío abuelo don Benito Pérez Galdós, por
entonces escritor consagrado y famoso. En 1919 recibió el despacho de alférez y
realizó su bautismo de guerra participando en acciones tan importantes como
el desembarco de Alhucemas.
Fue en 1928 cuando alcanzó el empleo de capitán, e
ingresó posteriormente en la Escuela Superior de Guerra, obteniendo
en ella el diploma de Estado Mayor. En el Regimiento de Artillería de Las
Palmas realizó las prácticas reglamentarias, para ser destinado más tarde al
Protectorado de Marruecos. Una grave lesión, en acto de servicio, le motivó la
amputación de su pierna derecha, y la separación del Ejército; antes pasó un corto
período en el Servicio Topográfico Militar, del que fue retirado, ingresando
entonces en el Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
Con ocasión de nuestra Guerra Civil (1936-39) volvió a prestar servicios
auxiliares en el Estado Mayor del Gobierno Militar de Las Palmas.
Después de nuestra contienda, deseoso de completar su
formación humanística, inició estudios superiores en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna, concluidos
brillantemente en 1944. Ejerció después como profesor de Historia, Filosofía
y Lenguas Clásicas, en la capital de la provincia oriental, en los colegios
masculinos de San Antonio de Padua, San Ignacio de Loyola, Viera y Clavijo,
este último dirigido por el inolvidable genealogista don Pedro Cúllen del
Castillo; y en los femeninos del Sagrado Corazón, y de las Teresianas, en
ellos trabajó hasta su jubilación, dejando en sus alumnos un excelente
recuerdo como pedagogo.
Don Guillermo había casado en Barcelona, en 1935, con
la distinguida dama catalana doña Pilar de Alós y Fontcuberta, hija de los
marqueses de Dou. De ellos proceden doña Concepción, fallecida en 1989; doña
María del Carmen, casada con don Juan Domingo Jiménez Fregel; y doña Mercedes,
licenciada en Historia, esposa de don Manuel Sarmiento Peñate.
Camacho fue escritor eminente, que comprendió las
aspiraciones de su tiempo y se unió a los más auténticos intereses de su
tierra; investigador capaz, y autor de buenos trabajos periodísticos, además de
elocuente conferenciante; tuvo la amabilidad, para el que escribe estas
líneas, de hacerle una magistral presentación de su libro «Las familias de
Chaves y Montañés de Tenerife», en 1990. Su prosa es erudita, espontánea y
clara, proyectan la imagen de un individuo sincero e inteligente, pleno de
equilibrio moral y de autodominio, pero por encima de todo son los trabajos de
un fervoroso creyente. Nunca participó activamente en la vida pública, pero en
privado dio testimonio de sus opiniones que eran las de un hombre prudente y
tolerante, siempre fiel a sus convicciones monárquicas y liberales.
Poseyó don Guillermo numerosas distinciones y
condecoraciones, así la Cruz y Placa de la Real y Militar
Orden de San Hermenegildo; dos Cruces Rojas al Mérito Militar en Campaña; fue
Hijosdalgo a Fuero de España; de la Noble Esclavitudde San Juan
Evangelista, de La Laguna; Hijo Adoptivo de la Villa de Los Realejos,
municipio que perpetúa su nombre en una de sus más características vías
públicas, cercana a la Hacienda de los Príncipes, que en vida fue su
residencia realejera.
Su conocimiento fue para mí continua enseñanza y
fuente de armonía, porque como afirma Michel Yquen de Montaigne (1533-1592) «La
relación y correspondencia la crean las amistades verdaderas y perfectas».
Nuestros temperamentos afines, su desinterés y
llaneza, propiciaron el mutuo entendimiento, así como lo intachable y generoso
de su afecto.
Montaigne también dijo que: «El último extremo de la
perfección en las relaciones que ligan a los seres humanos, reside en la
amistad; por lo general, todas las simpatías que el amor, el interés y la
necesidad privada o pública forjan y sostienen, son tanto menos generosas,
tanto menos amistades, cuanto que a ellas se unen otros fines distintos a los
de la amistad considerada en sí misma».
En fin, volviendo al principio, digo que Dios concedió
a este singular canario larga vida, este hombre que supo hermanar en su amor
nuestras dos provincias, siempre enraizados y conocedor de ellas, gozó hasta el
último instante de una esplendida luz mental; envidiable conversación amena y
erudita.
Campechano y afable, para con todos; la muerte se
llevó con él una parte de nuestra memoria colectiva, y aunque su magisterio
permanece en sus escritos, desconsuela su ausencia. Pero nos conforta la
esperanza del creyente, y el pensamiento de aquella frase, tan repetida por
él, «Dios es sobre todo un padre amante», y en esa seguridad, estoy seguro,
habrá acogido Dios el alma de este varón de virtud que en vida fue Guillermo
Camacho….”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
Hay personas que uno quisiera olvidar y otras de las que se conserva un recuerdo imborrable. A este último grupo pertenece Don Guillermo. Don Guillermo, así, a secas. Fue profesor nuestro de Historia universal, en 3º de bachillerato, en el colegio de los jesuitas, de Las Palmas. Le vimos entrar en clase, por primera vez, al comienzo de la tarde, la cara sonriente, el gesto afable, el cuerpo erguido, a pesar de su paso renqueante, debido a la amputación evocada en la necrológica que comento; escaló el estrado y se dirigió a nosotros. No recuerdo sus palabras iniciales. Corría el año 1957. Han pasado nada menos que 62 años. Pero sí recuerdo que me cautivó. Que nos cautivó a todos, creo poder afirmar en nombre de todos los alumnos de 3º B; no me acuerdo si los de la sección A lo tenían también de profe. Terminó el curso. Nos seguimos viendo, dentro o fuera del colegio. Ya en la Universidad, algún verano, nos acercamos a saludarle a su casa (vivía cerca del colegio). Y luego, pasó el tiempo. Don Guillermo permaneció en mi memoria (personalmente, la actividad profesional me conduciría, al cabo de unos años, a transitar por los caminos de la Historia) y, quiero pensar, en la de muchos de los compañeros. Nos reunimos cada año, a finales de noviembre, gracias al sentimiento de confraternidad que nació en los años 50 del siglo pasado y a los desvelos de Mauro Pérez García. En breve volveremos a hacerlo y, con toda seguridad, y con gran cariño, evocaremos la memoria de Don Guillermo Camacho Pérez-Galdós, mi, nuestro, entrañable profesor de Historia.
ResponderEliminarGilles Multigner
PD.: Busqué, en vano, en el árbol genealógico reproducido en la exposición que se acaba de inaugurar en la BNE sobre Don Benito Pérez Galdós, alguna referencia a su sobrino-nieto. Me puse entonces a buscar en Internet y me he encontrado con este artículo, por el que les doy las gracias a Antonio Luque Hernández y a Bruno Juan Álvarez Abréu