Somos plenamente conscientes de que el tema de las alfombras de La
Orotava - una de las principales atracciones festeras de la reseñada
Villa - puede dar origen a una densa y hasta interesante monografía.
Las notas que preceden no tienen otra motivación que glosar la figura de
quien fue uno de los alfombristas más insignes, Norberto Perera Hernández.
En La Orotava - donde nació el 6 de julio de 1888 - se iniciaría,
desde muy joven, en las técnicas del dibujo y la pintura bajo la dirección de
don Nicolás Perdigón. El maestro Perdigón haría alusión, en varias ocasiones,
al entusiasmo y dotes artísticas de Norberto Perera, que quedarían plasmadas
mediante la realización de .numerosos cuadros y en las alfombras que elaboró
a lo largo de su vida. Inició su andadura alfombrística con don Felipe Machado,
a quien ayudaba en la confección de la alfombra de la plaza del Ayuntamiento;
años más tarde, como le gustaba el trabajo de papá, el Sr. Machado cedió tal
honor a su discípulo Perera. Realizó la alfombra mayor de La Orotava durante
varios años (al parecer desde 1933 a 1936), vanagloriándose de que a
pesar de que únicamente se extendía. Por la zona central de la plaza las
hacías prácticamente solo, en ocasiones ayudado por su hijo
Norberto (Tito), del que conocemos hermosísimas realizaciones florales,
elaboradas en años posteriores. En repetidas ocasiones se le requirió a fin de
que acudiera a exponer su arte en el Hotel Taoro, del vecino Puerto de la
Cruz. En palabras de sus hijas Bernarda y Carmen hemos recogido datos alusivos
a la expectación que causó a unos marineros el contemplar cómo el alfombrista
había representado su propio barco y la fuerte impresión de la flamante Miss
Europa, Alicia Navarro haría en honor de quien realizó tres alfombras, una a
la entrada del hotel y dos en el comedor: «Ella se quedó encantada, no
la quiso ni pisar». Alicia Navarro haría honor al artista orotavense
concediéndole un baile -«cosas de antes»- y remitiéndoles una fotografía dedicada.
Sus creaciones alfombrísticas, acerca de las cuales se conserva no
demasiada documentación fotográfica, son reconocibles por la presencia de su
firma (N. Perera), presente, cómo no, en su obra máxima y más
discutida: «La de la planta eléctrica», a la que más adelante nos referiremos.
Fue confeccionada con tierras del Teide en el espacio central de la plaza del
Ayuntamiento de La Orotava. El 10 de junio de 1933 (con
anterioridad trabajaba por su cuenta) fue nombrado director del servicio
hidroeléctrico de la Orotava, siendo de la Villa su gran amigo y
compañero Manuel González Pérez. Sería depuesto de dicho cargo según documento
fechado el 21 de diciembre de 1939; Año de la victoria, mediante las siguientes
acusaciones: «Haber pertenecido a la Agrupación de Izquierda
Republicana»; «Haber sido organizador en esta Villa de la
Federación izquierdista de aparcería»; «Haber pertenecido también al
partido de Acción Republicana, en el que actuaba en relación con las sociedades
obreras, siendo secretario del prenombrado partido»; «No ser afecto al
Glorioso Movimiento Nacional». Su cese como director de la
Eléctrica orotavense fue, sin duda alguna, la causa de que implícitamente
se le apartara de la tarea de realizar la «alfombra grande» de La
Orotava. No fue menos dañina la represión vertida sobre su persona,
quedando fuertemente impregnada la huella sicológica en sus parientes más
próximos: cada día se le obligaba a hacer acto de presencia en la
comisaría de Falange (a veces tenía que desplazarse caminando desde
su finca de La Montaña) y son muchos los amigos que rememoran aquella
pintoresca estampa mediante la cual, «rodeado por todo un batallón», se le
hacía silbar y silbar durante horas, en la finca de su propiedad, a fin de
pretender capturar a su amigo Manuel González Pérez, quien se encontraba, para
suerte suya, en Francia. Depuesto de su antigua ocupación, en la que dio
muestras de gran celo y conocimientos, viviría, con ciertas restricciones, de
su pequeño taller de electricista y de la explotación de su finca de La
Montaña, «El Cercado de Paz» (fanega y media), así como de algunas acciones
que poseía en galerías del Valle de Taoro y Santa Úrsula (La Cisterna, que «dio
agua el 10 de agosto de 1949»). A pesar de sus muchas
estrecheces - ya que se vio obligado a «cerrar» la tienda
vendiendo «a escondidas»: «no tenía dinero... era de izquierdas»
- no perdió totalmente su espíritu alegre y jovial. Sus
«golpes» nos han sido, con frecuencia relatados y fue buen degustador del vino
de la tierra, participando con gran dedicación en las fiestas como miembro,
repetidas ocasiones, de las comisiones organizadoras y como animador
directísimo, principalmente de las fiestas del Carnaval. En dichas
celebraciones, además de sus expresivos y "bien logrados disfraces, su pianola,
desde varios días antes, era requerida por la juventud local: «Tú te crees que
eran pocos los que estaban detrás de la pianola», a fin de amenizar, por
entonces no se estilaba «lo de las orquestas» el ambiente carnavalero en las
plazas y calles de la Villa. 'Los primeros pasos cinematográficos
en la Orotava fueron emprendidos por nuestro añorado personaje. Era propietario
del cinematógrafo con el cual se proyectaban, «los domingos y alguna que otra
noche», aquellas entrañables películas mudas; Huracán, El gordo y el flaco.
De los años locos. Los lugares de proyección más asiduos eran la plaza del
Ayuntamiento y, sobre todo, el antiguo Teatro Power. Por fuera de aquel y con
posterioridad al año 1939, volvió a mostrar, algunos años, su genio Artístico
elaborando expresivas alfombras, florales. Don José Pónte, «el cura
de La Perdoma», le agradeció siempre la cesión de la máquina de cine y las
películas con las que se recaudó buena parte del dinero con el que se fabricó
la moderna iglesia de La Perdoma.
Centrándonos en su más famosa alfombra, es decir, «la de la planta
eléctrica», dicha obra, muy probablemente correspondiente a 1934, levantó
en La Orotava muy sonado revuelo: «esa alfombra no agradó; una
crítica de miedo». Se enfatizó sobre la condición izquierdista del autor,
comunista, ateo, lo que sin duda incidiría muy desfavorablemente en su
expulsión posterior como director del Servicio de Electricidad. Tal reacción resulta
bastante comprensible entre unos vecinos acostumbrados a la repetición
exclusiva de dioses, vírgenes y santos. Ahora bien ¿a qué se debió la elección
del motivo que durante tantos años, incluso sus parientes más allegados, no
fueron capaces de captar? Resulta todo un símbolo involuntario,
claro que el público que aparece en la fotografía (obra de Baeza está dando la
espalda a la alfombra. A continuación, en grandes titulares, puede
leerse: «Hidroeléctrica de Orotava. Obra que está haciendo este Ayuntamiento». Debajo, dentro
de un gran círculo, se representó un paisaje muy naturalista de la zona alta
del Valle de La Orotava en el que se aprecian significadas casas
plasmadas con un estilo muy canario, la planta eléctrica, (en cuya puesta a
punto se afanó Norberto Perera) y tres pequeños rótulos en los que puede leerse La
Orotava, Puerto de la Cruz y Los Realejos, los municipios a los que
en un futuro más o menos próximo se pensarían dar luz por medio de la «planta
vieja» de La Orotava. Con ella llegaría la luz a los hogares de
muchas familias de la Orotava, suplantando a toda una variopinta gama de
artilugios alumbratorios: «gracias a la planta tuvimos luz aquí,
yo me acuerdo de ver encender los faroles, supongo que eran de petróleo», Sin duda alguna,
a nivel humano, constituyó uno de los acontecimiento más trascendentales: con
dicha planta, en la que Perera Hernández invirtió gran cantidad de tiempo y
trabajo, numerosas familias pudieron alumbrar sus casas y escuchar la radio.
Así lo interpretó él, tal como nos narró en nuestros años infantiles. Y hasta
es posible que pensara que ese año el «Dios de los cielos» (en quien creía)
no se enojaría por el mero hecho de excluirlo y, es más, que se alegraría al
ver cómo el panel central de la plaza se ornamentaba con el diseño de una obra
que iba a hacer más felices a muchos de sus amados hijos terrenales.
Opinamos que la alfombra de Norberto Perera es un ejemplo a
considerar, esencialmente por los. Que propugnamos una orientación más humana
de las alfombras de flores y tierras del Teide de La Orotava. No nos
parece oportuno solicitar una calle para Norberto Perera Hernández: el
alfombrista que un año se olvidó de los dioses. A él tampoco le hubiese
agradado, era hombre de «mente colectiva». Lo que sí debe levantar La
Orotava, y con la mayor urgencia, es un «Monumento al Alfombrista de la
plaza», -el cual sirva de homenaje a todos los que desinteresadamente han
ejercido tan honrosa ocupación, desde los que como él fueron sobresalientes
hasta los magallotes que echaban una mano y que en el momento
indicado estaban dispuestos a pedir.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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