La desaparecida revista local "Canarias" del 30 de Julio de 1955,
hojeando sus amarillentas hojas, y después de hacer un recorrido me tropiezo
con un artículo consagrado al Parador de Las Cañadas del Teíde, en la época en
la que se proyectaba su construcción, propuesta por el Ilustre paisano Don
Manuel Cerviá Cabrera. Al final del reportaje se lee en letras pequeñas:
"....el dibujo que orna la portada, es del artista orotavense Don Pedro
Hernández Méndez...." En ese momento me doy cuenta que estoy leyendo a un
artista de La Villa, que nos dejó hace exactamente 17 años, dejando una
evocación artística de impresionante valor, que el mismo ejecutaba en la
majestuosa plaza del Ayuntamiento, y que en muchas ocasiones se escapó con su
arte a otro lugar de la geografía peninsular hispánica, y por la vieja Europa.
En mi niñez y adolescencia recuerdo ver a este hombre dirigir y organizar
conjuntamente con los alfombristas verdaderamente artesanos, la monumental y
grandiosa alfombra confeccionada con tierras de colores extraída de las Cañadas
del Teíde, recuerdo como desarrollaba sus dibujos con la tiza en el filo
de una caña, en el pavimento gris de la Plaza, recuerdo cuando
recibía a visitantes a los que le daba facilidades para que viesen los tapices
de cerca, explicándole con ambición la difícil tarea de confeccionar las
alfombras. Don Juan del Castillo León en su libro "Esencias de La
Orotava", me ha servido para recolectar datos sobre el desaparecido
artista, que admiraba en mi mocedad, y que estoy completamente de acuerdo con
la afirmaciones con el autor; Pedro Hernández Méndez, con su boina y la caña
grande con la tiza paseaba por el Mundo, el arte orotavense. Sucesor del
arquitecto Don Tomás Machado, nieto de Don Felipe Machado, escapándose de la
Plaza del Ayuntamiento y se fueron varias veces a Madrid, a Inglaterra, y a
Holanda.
Don Pedro Hernández Méndez, nació en La Orotava en 1915, se puede decir
según -el escritor y pregonero Don Juan del Castillo León- que tras el
paréntesis del arquitecto Don Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo, fue
desde 1947 el continuador de Don Felipe Machado en la alfombra de la plaza,
hasta 1976 en que muere, y le sustituye otro artística de incalculable valor
Don José González Alonso (nacido en 1925). Don José González Alonso, es hoy un
alfombrista de reconocida talla, sucesor de Pedro Hernández Méndez, y que el
pueblo de la Orotava desea que vuelva a su plaza, a la plaza de sus estrategias
artísticas, que abandonó hace poco y que el pueblo sinceramente no lo ha
comprendido, las versiones son difíciles de expresar y en ciertos casos son
delicadas. Con Pedro las alfombras se pasearon por el Mundo: Madrid, Holanda,
Inglaterra -estuvieron a punto de llegar a la plaza Roja de Moscú, capital de
la antigua Unión Soviética.
Don Pedro Hernández Méndez, a pesar de ser un gran artista, tuvo inquietud
por el deporte, especialmente el fútbol, fue Presidente de La UD. Orotava, y
también era un gran amante del folklore, fue organizador y fundador de los
festivales de Coros y Danzas de la Sección Femenina que se celebraban entre los
majestuosos laureles de la Plaza de Franchi Alfaro, en el que participaban
rondallas pertenecientes a las Secciones Femeninas de toda España. Cada año
participaba un grupo de cada región española, incluso llegó a participar un
conjunto procedente del centro de Europa, concretamente de Austria.
En esa época, siendo un servidor colaborador del desaparecido diario
"La Tarde", en una entrevista que le realicé en su domicilio
particular, me decía: que estos cultos festivales folklóricos, le quitaban
muchas horas laborables (como Gestor Administrativo), incluso recuerdo oírle
decir -con su clásico humor,- -mientras almorzaba en su domicilio, y yo le
acompañaba,- que su mujer "Lola" -como cariñosamente le llamaba-, se
encargaba de hacer los bocadillos para los brindis de los festivales.
Comparto sinceramente la opinión de mi vecino -Don Juan del Castillo León-,
Don Pedro Hernández Méndez merece ser consagrado en un bulto de bronce en la
plaza donde trazó varias veces la tiza, su tiza, debería de acompañar a Don
Tomás Calamita Manteca maestro vallisoletano que cosechó grandes éxitos con su
banda de música en la Villa. Don Pedro debería estar a su lado vigilando a los
que ahora trazan la tiza, ponen las tierras multicolores que nos ofrece la
madre naturaleza, y desde allí, ser juez de futuras generaciones de
alfombristas. Nuestro artista no sólo extiende la alfombra por la plaza sino
por otras muchas plazas...es la horizontalidad en el arte de La Orotava. El
principio se resiste; comparte la tesis conservadora de que las alfombras no
deben salir de la Isla. Pero un hombre generoso no puede mostrarse egoísta en
su arte. Y así, accede a viajar con sus alfombras a cuestas, pero con una
condición que sean un homenaje a La Orotava. Ante este objetivo, su propio
nombre se auto-eclipsa, como tapado por las arenas negras de su sombreado. Así
recorre los viejos caminos de Europa... Es tanto el entusiasmo que despierta,
que tiene que repetir los viajes. Conserva postales de Pedro, contándole
emocionadamente lo alto que quedaba siempre el pabellón. La Orotava tiene que
saldar pronto, y en caliente, la deuda que tiene contraída con quien tan lejos,
y tan alto, llevó su nombre. Nunca lució más vacía la plaza del Ayuntamiento
que a la vuelta del entierro de Pedro Hernández. El talismán de su arte
producía cada año, el desbordamiento de la plaza y con ella el desbordamiento
del Valle.... Por eso, creo que el sitio de su busto es allí, para que dialogue
con las palmeras en la noche de Luna, para que monte guardia en las vísperas de
Junio al tapiz que se está haciendo. Su sepelio fue un plebiscito popular.
Porque con Pedro, se podía discrepar en la anécdota pero todos nos rendíamos
ante su significado. No había presidencia porqué la familia doliente era la
Villa. Sólo destacaba Lola, la compañera ejemplar, hecha un luto sin orillas.
Empezaba a anochecer cuando tierras de La Orotava -esas tierras que él llevó
por todos los caminos cubrieron su ultimo sueño. Y a todos nos cubría, en
aquella tarde desapacible, una sensación dolorosa manquedad por la desaparición
del laureado alfombrista....
Así se expresaba Don Juan del Castillo León en la muerte del artesano, su
sucesor Don José González Alonso, ha superado su arte, que Don Pedro le
inculcó, todos esperamos reencontrarnos con Don José, porque su verdadera casa,
su verdadera catedral, es la plaza del Ayuntamiento, la plaza en la que Don
Pedro le observaba en la difícil composición de los rostros, de las sombras, de
los colores, de los fondos, de los paisajes etc...., Don José, para
los villeros , es una ilustración, debe volver, porque Don Pedro le está
esperando, allí en su casa de las palmeras, de las pilas, y concretamente del
Municipio norteño. Ahora es Don José el que tiene que trasmitir el secreto de
las alfombras de la plaza del Ayuntamiento a los jóvenes de hoy, a los de
mañana y a los de pasado mañana. Si Don Pedro Hernández Méndez fue transmisor
de su arte bello e intelectual, sus sucesores deben seguir con el mismo linaje
culto y artístico para que la Villa de La Orotava no desaparezca como
inspiración y proteja su tradición. Sin embargo nos ha caído de sorpresa la
presencia en la plaza del artista villero Don Juan Pedro Escobar, alfombrista
colaborador durante muchos años de Don Pedro Hernández Méndez y compañero de
Don José González Alonso, abandonando posteriormente el bello arte
de los tapices, precisamente por asuntos profesionales. Indudablemente ha
retornado a su plaza, a su escuela, -será el balón de oxígeno que el actual
joven, y prometedor alfombrista Licenciado en Bellas Artes Don Domingo Expósito,
para recuperar viejos trucos de antaño-. En la escuela de este impresionante
arte natural, deberían estar; Don Ezequiel León Domínguez, con sus hijos, su
sobrino Don José Luís León, los hijos de Don José, Don Leonardo Ruiz, Don
Eustaquio Bello etc., y pido perdón que no mencione a muchas más porque
indudablemente no recuerdo sus nombres, la escuela villera debería convertirse
en una cátedra estética que se integraría en la alcurnia de La Orotava.
La escritora cubana Dulce María Loynaz, premio Cervantes 1993, en su libro
"Un Verano en Tenerife", cuando habla de las alfombras orotavense,
dice: Que mucho tiempo después de haberlas visto nacer y morir en un pestañeo
del Sol seguí pensando en las alfombras, y puedo decir que me he quedado ya
siempre con su recuerdo, a la vez exquisito e incisivo. Y con ellas recuerdo
para siempre las palabras del amigo que conocí en La Orotava. -No te empeñe en
que permanezca lo que por ser ya perfecto debe morir-.
Una vez más el ex juez de la Orotava don
José Luis Sánchez Parodi en sus escrito en la prensa tinerfeña de los domingos,
concretamente en el Diario de Aviso del 26 de octubre del 2008, narra en forma
de prosa sublimen como conoció a este villero ilustre don Pedro Hernández
Méndez, que para el interés de todos lo reproduzco a continuación; Llegaba yo a
La Orotava en 1951. El valle era un enorme cuadro pictórico, pintado por un
pintor holandés. Me alojé en el Hotel Victoria, flor agotada de un día que se
había alejado desde la infinitud del tiempo. Me instalé en la habitación mejor
de la casa, o, mejor dicho, me zambulleron, y comparado con recordar mis
instalaciones de la especie de posada de Sequeros, de donde procedía, aquello
me daba la impresión de un hotel venido a menos, que se había deteriorado por
el tiempo. Vamos, un ex hotel. Era propietario del hotel doña Catana, un nombre
que me daba la impresión de un relato de Ramón Gómez de la Serna. Había una
criada camino de la vejez, con la que luego tendríamos una amical ligazón,
llamada Dolores, y conocimos a Eulogio, el hijo de la dueña, como jefe y
camarero del bar que tenían en la parte baja del edificio. Finalmente conocimos
a otro hijo llamado, Pedro, el hombre de mi historia de hoy.
Pedro era un hombre popular. Presidente
del equipo local de fútbol, que pronto descubrí. Un equipo de fútbol
amateurizado, blancos copos de nieve que jugaban en un campito pequeño, de
suelo duro, y localidades fatales, que sin embargo era el mejor lugar del
pueblo, donde, como en todos los pueblos, se desgañitaban los aficionados, en
lucha futbolística con los de los restantes equipos de otras localidades. Pero
la verdad es que Pedro, por el tiempo que llevaba de presidente del equipo, se
negaba, se resistía a ceder el mando a otro sector de la villa, por lo que era
duramente combatido. Me imagino que por su carácter, al parecer absorbente y
exclusivista, se le nombraba por la generalidad de la díscola afición futbolera
como el Führer, cuyo nombre todavía se conservaba caliente y, como el Führer,
de verdad acaparador del poder. Era poco o mucho poder que tienen los
presidentes de los equipos de fútbol. Lo traté poco en el tiempo que estuve en
el hotel, pero era un hombre seco, de no mucha habla, me parece que poco amigo
de relaciones, casado y sin hijos. Pero, mira por donde, tenía una gran capacidad
reflejada en las fiestas de la villa, en la construcción de flores por decenas
de voluntarios. Toda la juventud y varios mayores que seguían la tradición de
la población hacía tiempo que lo aclamaban. Y por encima de los trenzados, de
las imágenes de la arena y flores, laboraba Pedro un enorme cuadro de igual
naturaleza, que abarcaba el suelo del patio de la Plaza del Ayuntamiento, que
él cubría con su arte, su instinto de artista y su fe de creyente. Era enorme
cuando mis pies hollaban el suelo con cuidado y delicadeza, el día de la
procesión, en la Octava del Corpus, cuando masas de fieles de toda la isla en
ese día tan señalado acudían a la villa.
Durante todo el año Pedro estudiaba
imágenes religiosas para que su instinto, memoria e inteligencia lograran
encandilar aquel cuadro, hasta que el semanal de las fechas anteriores al día
señalado iba sembrando, acortando, recostando, dando forma carnal a los
integrantes de su habilidad y vocación. Aquellos años fueron decisivos para que
el régimen vigente a la sazón tuviera mejor admisión en los países extranjeros,
y con ese talante, cuanto venía de España y en la propia España sucedió un
claro acogimiento entre las regiones del país. Y las fiestas de La Orotava
empezaron a tener y tuvieron el conocimiento de las fiestas orotavenses, y La
Orotava fue difundida por toda la nación. Creo que gran parte de ello fue por
Pedro. ¿Sería descalabrado que yo abogue ante el Ayuntamiento por Pedro, en
esta época de premiar conductas antiguas que velaron por la villa?
A mí, personalmente, no me era simpático
Pedro, y mostraré mis razones. Al final del tiempo que estuve de juez en la
villa, hubo unas elecciones durísimas, en que en uno de los bandos se
presentaba Ventura Machado, al que yo, como ciudadano libre voté. Y Pedro, a
mis espaldas, cuando yo había ascendido a magistrado a Gijón, dijo: "A ver
si se va ya, de una vez", por el hecho de no haber votado al suyo…//….
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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