Artículo del amigo del Puerto de la Cruz; MELECIO
HERNÁNDEZ PÉREZ, escrito en su interesante libro “ANECDOTARIO DEL PUERTO DE LA
CRUZ”, que tituló EL CONTRABANDO: “…En la posguerra, cuando existían los fielatos a la entrada de los
pueblos para cobrar los derechos de consumo, que solían ser controles
instalados en modestas casetas de madera, los funcionarios que desempeñaban
este trabajo se les denominaba fielaeteros, y salvo las excepciones de la
regla, cumplían su cometido a rajatabla.
Por tanto, la guagua del Norte cuando
llegaba a la Cuesta hacía obligada parada para la correspondiente inspección.
Entre los pasajeros de aquel día que iban para Santa Cruz se encontraba don
Federico Ríos, a la sazón párroco de Icod el Alto, simpático y dicharachero que
amenizaba el trayecto con sus ocurrencias, tonándola con los viajeros a su
alcance a los que a veces propinaba un cariñoso "puñetazo" en la
espalda y aplicaba los más estrambóticos nombres propios, todo ello ante la
complacencia de los mismos, que encontraban distracción en el largo y pesado
trayecto.
En el asiento contiguo al de don
Federico iba una "icolaltera" que llevaba una cesta debajo de su
asiento llena de huevos y de pollitas. La pobre mujer que esperaba obtener unas
pesetas con la venta de su escaso cargamento, carecía de dinero para atender
el pago del arbitrio municipal. Ante esta situación, cuando faltaba poco para
llegar al fielato, la mujer teme que si no paga la hagan bajar o le retengan su
mercancía.
Don Federico Ríos, que venía prestando
atención y que posiblemente era una feligresa de su parroquia, sin pensarlo dos
veces le dijo:
-Mariquilla, no te sulfures que esto
lo arreglo yo.
Y tomando la cesta se la colocó sobre sus rodillas cubriéndola con la
sotana, pero sin poder disimular su ocultación y expuesto a que las aves lo
delataran con su continuo piar.
Cuando el fielatero subió a la guagua
mirando debajo de los asientos e inspeccionando cualquier paquete sospechoso,
al llegar al cura le pregunta:
-¿Qué lleva ahí, padre?
-hijo! ¿Qué voy a llevar? Los huevos y
la pollita.
Rieron todos, mientras el fielatero
daba un golpe seco en el costado de la guagua para que continuara. Entretanto,
algunas mujeres se persignaban sorprendidas ante la salida del representante
de la Iglesia…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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