El amigo de
la infancia de la Calle El Calvario de La Villa de La Orotava; JUAN DEL
CASTILLO Y LEÓN, remitió entonces (2010) estas notas que tituló; “HOY ES CORPUS EN LA OROTAVA”.
Publicadas en el Programa de Las Fiestas Mayores de La Villa de
La Orotava del año 2010: “…Es el día grande de la Villa. La fiesta más solemne de la Iglesia. "Tres
jueves hay en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y
el día de la Ascensión".
La festividad tuvo su cuna en Lieja, hacia 1240, por las apariciones a Santa
Juliana de Mont Cornillón. Milagrosos fenómenos que comunicó al archidiácono
Jacobo Pantaleón, luego Urbano IV, que expidió Bula, en 1272, para su
celebración. Nuestros principales Corpus son Toledo y Granada, Sevilla y
Valencia, Puenteareas y Sitges. Francia lo llama Fête Dieu e Italia Corpo
di Cristo, pero nosotros decimos Corpus y latinizamos nuestra fe. Me
resulta fácil y difícil escribir sobre el Corpus orotavense. Fácil porque lo he
cantado hasta la saciedad. Difícil porque en cada nueva edición descubro
ángulos inéditos. Máxime, cuando resuenan los ecos del pregón del martes a
cargo del joven villero Santiago González Suárez, director de Radio Nacional de
España en todo el Estado. Chagui nos hizo revivir, desde lo cotidiano, desde el
postigo entreabierto, otros días, otros Corpus, los de su niñez y juventud.
El origen de las
Alfombras se vincula a Las Palmas de Gran Canaria, a la familia de los condes
de la Vega Grande
de Guadalupe. Hay dos hipótesis. La de un viaje a Nápoles de Fernando del
Castillo, III conde, o el de su nieto, Juan del Castillo Westerling -pintor y
coleccionista de cuadros y antigüedades- al napolitano Torre del Greco. En
cualquier supuesto, el contacto fue Leonor del Castillo Bethencourt -que casó
en la Villa con
Antonio Monteverde-, hija y tía, respectivamente, de ellos. Hay, un tercer
origen de la entonces llamada Fiesta de las Flores: el viaje a Italia de las
hermanas Pilar y Catalina Monteverde. El motivo del nuevo arte lo describe con
prosa difícilmente superable el programa festero de 1947: "A mediados de
la pasada centuria, había decaído algún tanto la celebración del Corpus. Y
deseando dar mayor realce a la procesión de S.D.M. y despertar mayor devoción
con alguna novedad, la respetable dama doña Leonor del Castillo tuvo la feliz
iniciativa de confeccionar una alfombra de flores frente a su casa
solariega". Alfombra que se realiza en 1846, si bien los ensayos con
sencillos bocetos empezaron en 1844. "Fue trazada con gis sobre el
empedrado a base de motivos vegetales barrocos y utilizando pétalos de rosas y
geranios". Medía 3 varas de largo por 2.50 de ancho. El tapiz se
reprodujo, en 1947 -año del primer centenario oficial- , y se perpetúa en el
monolito vecino. Con Pedro H. Méndez, otro gran artista, las Alfombras salen de
La Orotava: a
Madrid y Valladolid, a Londres y Rótterdam. Y, recientemente, a Bilbao, Rota
(Cádiz) y hasta San Antonio de Texas. Son nuestra mejor tarjeta de visita.
La poeta cubana Dulce
María Loynaz escribió: "Aquella espiritual idea hija de mentes femeninas,
dio a La Orotava
más interés que todos sus marquesados y sus fueros". Leonor, María Teresa
y Pilar son las tres hadas de nuestro cuento. Para los orotavenses, como si la
manivela del tiempo se hubiera detenido, cada Octava reaparecen en el zaguán de
la mansión con sus alones de paja y sus tirabuzones recibiendo saludos y
parabienes. Los alfombristas tenían nombres nobiliarios y apellidos de
alcurnia: la marquesa de la
Florida, el conde del Valle de Salazar, Lugo-Viña, Lercaro,
Díaz-Flores, en fin, aquellas venerables muñecas, las señoritas de Castro. Por
el contrario, los corridos o zaragatas los inventa el enigmático Valladares,
criado de la casa fundadora, amigo de turbios sacrificios báquicos. Ahora, la
autoría de unas y otros corresponde al pueblo llano organizado en la Asociación de
Alfombristas, creada con el siglo y con otros nombres: Jesús Rodríguez,
Eustaquio Bello, Liborio Valencia, Rafael Méndez...
La noche de la víspera
se dibujan los tapices, se pica el brezo, se deshojan las flores. En la
actualidad, se hace en los patios de las casas consistoriales, antes se hacía
en los patios de las casas principales. Bujetas de madera sustituyen a los
balayos de María Teresa. Féminas villeras -Candelaria, Pino, Carmen- ejecutan
la tarea mientras sus coplas se mezclan con la fragancia de las retamas. Aromas
inconfundibles de brezo y flores que son el mejor heraldo de la fiesta. La Orotava ya huele a Corpus.
Sánchez Parodi -que se fue el último noviembre y que disfruta, hoy, desde el
cielo, de su primer Corpus orotavense- describe tan insólito encargo:
"Allí descubrí uno de los oficios más extraño y sugestivo: las
deshojadoras de flores. Al llegar la
Octava, en los bajos del Ayuntamiento, muchas mujeres
deshojan rosas, claveles, geranios, como si estuviesen jugando a ese mágico
sueño de juventud cuando se amputan las margaritas, van echando pétalos en unos
cajoncitos".
El itinerario es corto.
Si haces el recorrido, forastero, verás grupos de hombres que, encorvados, en
las posturas más sorprendentes, parece que siembran el suelo. Plagiando al
poeta, con sus manos van derramando, amorosamente, una lluvia de pétalos que,
casi líquida, suave, ingrávida, se convierte en adornos y figuras: una cenefa,
un meandro, una rocalla, un cáliz, un cristo. La alfombra espectacular,
inmensa, de tierras del Teide, es la de la plaza del Ayuntamiento. La primera,
en 1919, la confecciona don Felipe Machado -barbas de chivo, lentes
senatoriales, aguda mirada de artista-. Alfombrista cimero con quien estamos en
deuda. Solo José R. Maza ha publicado su biografía. El tapiz del maestro se
extendía únicamente por la parte central de la plaza. En 1947, por primera vez,
cubre toda la explanada, de 900
metros, bajo la batuta de otro Machado, su nieto Tomás.
Así hasta el presente, dirigida por Domingo Jorge González, que además ha
creado escuela.
Un año más Dios viene a la Villa. El último Corpus
que presencié fue en 2004; los otros los he seguido por televisión, comentados
por Pedro Pérez; esta tarde, si Dios quiere, estaré en la plaza. Mar
eucarística del Corpus orotavense que culmina con la procesión. Entre ciriales
repletos de claveles, espigas y pámpanos, entre sacerdotes y seminaristas con
albas y capas pluviales -ente todas, destaca "el terno del Corpus",
de nuestra iglesia matriz y arciprestal, de tisú traído de Francia-, en fin,
entre los poderes cívicos descubiertos, luce la Custodia rococó del
orfebre cordobés, Damián de Castro, sobre las soberbias andas, de triple
cuerpo, filigrana de los plateros villeros José y Felipe Acosta. Como dije, en
mi pregón de 1980: "Hay algo más que un cortejo que avanza, un olor, un
perfume, un vapor, una gasa blanca, mezcla de flores e inciensos que lo
envuelve todo. Y es que cuando pasa y pisa Dios hay como un temblor que se
clava en la tierra".
La comitiva entra en la
plaza, escenario de los jueves grandes de La Orotava. Es la hora de
la última puesta de sol, cuyos tenues rayos encienden a las siete altas y
esbeltas palmeras. Lo demás, es la parafernalia de siempre: el Tantum Ergo, el himno nacional, la
homilía del Obispo, la bendición con el Santísimo. Un instante que vale una
eternidad, grandeza y servidumbre del arte efímero. Lo dijo Quevedo:
"¿Acaso no es lo fugitivo lo que permanece y dura?". Lo repitió, con
otras palabras, el poeta: "No te empeñes en que viva lo que por ser perfecto
debe morir". Cuando el cortejo se restituye a La Concepción, acostumbro
recorrer, en solitario, entre repiques de campanas, el último tramo alfombrado,
para sentir extrañas sensaciones: los zapatos lamidos por el jugo tierno y
virginal de las flores, el brezo pisoteado por la procesión, los pétalos rotos,
mutilados por el paso de las gentes. Porque, en fin, hay un día al año en que
todos los caminos terminan en una plaza, todas las rosas del Valle rezan al Amor de los amores y todos los
corazones miran a una Custodia…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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