El
amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (2015)
estas notas que tituló; “INTERPRETACIÓN PICTÓRICA PARA EVOCAR”: “…Así
lo vieron, así lo interpretaron aquellos pintores extranjeros que fijaron su
residencia en un Puerto de la Cruz lleno de encantos y de atractivos
naturalistas que brindaban una paisajística idónea para los lienzos. Es “El
Puerto en la colección del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias”, una
exposición cuya apertura sirvió de despedida a los dieciocho años de ejercicio
presidencial del profesor Nicolás Rodríguez Munzenmaier, a quien el comisario
de aquélla, Eduardo Zalba, dedicó unas afectuosas palabras de gratitud y
reconocimiento.
Con una inevitable licencia para la
añoranza o la nostalgia, la exposición condensa una visión del jardín botánico
del siglo XIX y hasta seis enfoques de San Telmo en cuadros de factura más
reciente. Los fondos de arte del IEHC atesoran, en efecto, más de una veintena
de paisajes que, realizados sobre distintas técnicas pictóricas y en distintas
épocas históricas, se pueden contemplar durante todo el mes de julio. Ya son
quinientos, por cierto, los cuadros que alberga esa rica pinacoteca del
Instituto, siempre reivindicada hasta que cristalice la idea de que sea la
futura remodelación del parque San Francisco el espacio que albergue tan
valiosa colección.
Una fotografía de 1958 titulada “El suizo
pintando en la batería de Santa Bárbara”
(que siempre creímos que se trataba del acuarelista tinerfeño Ruano) antecede
al recorrido pictórico. Es una fotografía que simboliza el Puerto de antaño, el
que se abría al turismo y en el que era frecuente encontrar esa estampa del
autor en plena tarea, rodeado de nativos y niños curiosos mientras los
extranjeros se lanzaban a la búsqueda de rincones y tipismo que atraían su
atención.
Sea el Suizo sea Ruano, ese Puerto de la
Cruz interpretado en las acuarelas de Mario Martín o de Gregorio Ábalos, en sus
primeras y elementales entregas, sigue llamando la atención. En la inauguración
estaba, por cierto, un autor superviviente, Teófilo Galán Ulla, donante además
de un cuadro que está en pleno proceso de reconstrucción supervisado por él
mismo. Al lado del sueco Acke Fernander, están los óleos de Luis Ibáñez,
dedicado años más tarde a la decoración, solicitado incluso por César Manrique.
El bajío contiguo a la marea, hoy terrenos del futuro parque marítimo, quedó
plasmado en la acuarela de un excelente profesor de dibujo, Cristóbal Garrido
Luceño. Gilbert Kovll nos dejó en 1963 una singularísima visión de la plaza del
Charco, ceñida casi a la ñamera y a los laureles de indias. El rostro recio de
los hombres de la mar lo captó la belga Anna Vandeputte. El finlandés Stig
Akerval también dejó su sello, junto al del austríaco Norbert Klamt cuya
paleta, estilo Germinal, prefieren en el Instituto para ilustrar la portada de
alguna edición futura.
Con tinta sobre papel pintó Manuel Sánchez
en 1957 y Jesús Ortiz también dejó una preciosa acuarela. El sueco Bo Bergström
hizo un óleo sobre tabla en 1970 con el patio del antiguo cuartel de la Guardia
Civil . Y original del inglés P.Crock, de 1866, hay una reproducción
fotográfica de una acuarela sobre papel del jardín botánico felizmente
rescatada y que ha quedado bien resguardada por razones de seguridad.
Aquellos autores que lograban exponer en el
Instituto cedían luego una de sus obras para los fondos. Ahí están las muestras
del francés Jacques Montagne, de Francisco Leal Páez y del malogrado artista
local José Manuel Hernández Pacheco quien dejó en tinta la iglesia de San
Francisco como muy pocos lo han hecho. Entre esos pocos está otro francés,
Jacques Guillery, quien en 1964 ‘retrató’ el sin par rincón de la plaza del
Doctor Víctor Pérez, antesala ajardinada de aquel templo. Un carboncillo (1971)
de gran tamaño del catalán Esteban Frigola, a quien conocimos y tuvimos por
vecino, completa esta sugerente y contrastada interpretación pictórica de la
ciudad, válida, desde luego, para evocar…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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