Interesante
fotografía de la desaparecida parada de Taxis – Piratas, en el lado sur de la
Plaza de la Constitución, de la Alameda o del Kiosco de la Música de La Villa
de La Orotava. Delante del estanco de “Anita”, frente a la anterior ubicación
de la Sociedad Liceo de Taoro, delante del entonces Banco Hispano. A la derecha
podemos observar los viejo inmuebles que ubicaban: Oficinas del Telégrafo,
depósitos de las mercancías del Bar Kiosco,
y Bar TE VEO de Lorenzo Báez. Década de los años cincuenta del siglo XX.
Posiblemente
la parada estaba ubicada en ese lugar debido a que el Hotel Victoria aún sobre
vivía en el caserón donde estuvo el Liceo de Taoro, estando este en el edificio
del lado opuesto donde estuvo el Banco Hispano.
El amigo
del Puerto de la Cruz; CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces (2013)
estas notas que tituló; “LA MEJOR ELECCIÓN DEL HOMBRE”: “… Desde los albores de la Historia, los hombres
hemos luchado por liberarnos de ataduras convencionales y sicológicas, y de
prejuicios sociales, aquellos que habitualmente suelen reprimirnos. Más aún,
serán muchas las batallas que tengamos que librar, pues nos queda la difícil
tarea de entendernos a nosotros mismos y saber qué es lo que realmente
queremos. A pesar de los éxitos logrados, nunca estaremos conformes o lo que es
lo mismo, nunca nos sentiremos del todo satisfechos. Miremos nuestra imagen
reflejada ante el implacable espejo de la vida, veremos algo en nosotros que
nos mantendrá descontentos, igual ayer que hoy y mañana será peor... Sin
entender que cada vez vamos perdiendo intimidad personal, reflejos, ahora
irrecuperable. Se nos va de las manos lo que no alcanzaremos jamás, aquello que
ya no nos pertenece.
Inexorablemente se han ido con el tiempo; y cuando uno se
imagina subido en el veloz tren de la huida, nos parece entender mejor la vida
y al tener conciencia de ello, sentimos más apego a lo poco que nos queda ya de
ella, y a todo aquello que vamos dejando atrás en el azaroso y umbrío camino de
la incertidumbre y la duda. No podemos detener al fatídico expreso, frenar su
marcha vertiginosa, sólo aceptar la realidad por cruel que esta nos parezca y
sufrir con dignidad la evidencia misma.
Antes la vida fue muy hermosa y no hubo tantos temores acerca de
aquello de la recta final del místico trayecto hacia el más allá. Sufrimos
ahora por no haber sabido, ante el postrero instante, aprovecharnos de tantas
excelencias que nos ofrece la vida, tantas realidades espléndidas, ignorando el
futuro... Hoy de nada nos sirve, sólo para entenderlo mejor, mirar hacia atrás
y lamentar no haber participado más intensamente de ella, la efímera
permanencia.
En mis experiencias profesionales, con lógico pesar, he leído en
la última mirada de algunos semidifuntos, el dolor y la tristeza, al entender
que se iban... Pienso que sufrían, más alguno por no haber sabido agotar, hasta
el último momento, lo que perdían. Otros por tener que dejar a tantos seres
queridos Si, lamentaban lo que perdían, por no haber querido escuchar la voz de
la conciencia.
Mas, aún nos queda algo, no será un trayecto muy largo, pero sí
suficiente para tratar de encontrarnos con nosotros mismos y elegir el camino
tantas veces señalado y por el que pocas veces hemos transitado. Anunciado
está, y, a menos que no le despreciemos, en el hallaremos, sin importarnos,
juntos, el sacrificio y sus asperezas, la nueva luz de la esperanza y, hasta
"quizás" hallemos algo de lo perdido y la paz de nuestra conciencia.
Nadie podrá detenernos, aunque no sea infinita esa ruta de
eternas realidades, fuente de amor que calmara la sed de nuestro espíritu.
Volverá a brotar el agua de la fuente inspiradora apagada en el olvido.
Con el devenir de los años, uno ha conseguido comprender, aunque
parcialmente, la maraña afectiva de las cosas de la vida. Digo bien, no siempre
podemos acertar a ver, entre tantos entresijos hostiles o no, la evidencia de
las cosas que nos suceden o pueden sucedernos, ello implica cierto reparo o
miedo y nos obliga a ser más cautos en nuestras decisiones y a calcularlas con
mesura. Ya no nos sobra el tiempo, disponemos del justo para reflexionar
detenidamente sobre el que nos queda; y no perder ocasiones que puedan mantener
ilusionados todos nuestros sentidos. Puedo decir, que no hay despertares más
gratos que los que vivo... Uno ya tiene sus años. Cuando abro los ojos, cada
mañana, doy gracias a la vida y al Todopoderoso. No puedo menos que sonreír, a
pesar de los achaque propios de la edad, levantarme, aún con los ojos medio
cerrados y acercarme hacia la ventana, cuando recibo la luz del nuevo día que
irradia en mi espíritu toda ilusión, no hallo palabras con qué darle gracias a
Dios y a los autores de mis días: mis queridos y añorados padres por haberme
dado tanto, la vida...”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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