Siendo un niño de diez años, aparece antes mi absorción un hombre con
capacho. Un paladín conocido por maestro Pablo, su nombradía incorrupta Don
Pablo Ortiz Sálamo. En mi cauce familiar ya se tenía adhesión con su linaje
de la Villa de Arriba en época añeja. Le conocí a través de mi
cuñado Gilberto Naranjo Sosa cuando empezaron sus idilio con mi hermana Mª. Carmen
Álvarez Abreu. Arriba en el Observatorio Meteorológico de Izaña. Precisamente
siendo todavía joven, en las frecuentes visitas que realicé, me recuerda la
nombradía de personalidades, además del citado Pablo y su señora Piedad, el
director Don Pedro Rodríguez García Prieto, ulteriormente profesor de álgebra
en las antiguas Escuelas de Comercio de Tenerife; el técnico vizcaíno, Molina;
El Físico, Francisco Sánchez; la cocinera, Maruca, -que carácter de mujer de
aturdimiento canario era Maruca-; la dúctil, Isabel, -de ascendencia artesana-;
el mecánico carialegre, Manolo Santos y su esposa Lola; el carpintero, Don
Alejandro; los jornaleros, Juan y Ravelo; el intermediario Santiago Ruiz
constantemente con la camioneta del ejército del aire, -un gran caballero de
compasiva jovialidad-, amén de suministrar todo lo indispensable para la
vitalidad de la cima. Al iniciarse la edificación de la TVE, aparece un
tal Raúl, asimismo vascuence gestor de la obra integrante de lo que iba a ser
en el venidero la pequeña cinematografía casera para los canarios.
Hubiese preferido leerle este mensaje a Pablo -atenazado por el dolor de
perder a su querido hijo (Tato), amigacho mío de la pubertad, arrebatado por un
trágico accidente,- en su bienquista solemnidad de Nuestra Señora de la
Piedad, fiesta tradicional en La Villa de la Orotava.
Evidentemente ese bello rincón de la Villa de Arriba, que fue su
domicilio tertuliano con su familia y amigos. Pero por adversidad esa
festividad no se festeja, mismamente prefiero que maestro Pablo haga el
reconocimiento de esa Circunscripción. Nació en los extramuros de ese encanto
paraje un ocho de febrero de 1.919, su padre Julián estaba en Cuba y su madre
Rosalía regentaba una panadería en el Camino Polo (calle Peralito). Su
progenitor cuando regresaba de la isla caribeña, fallece en el navío, sin
embargo Rosalía acontece una vida de viuda y madre, hasta adquirir nueva
nupcias con Quintín Bautista. Pablo de pequeño codea la pungente ocupación de
la panadería, ayudando a su madre, y el aplicar las letras de la cartilla con
un maestro, conocido por Lorenzo, que en su casa enseñaba a leer a los chaveas.
Quehacer que alternaba con el del agrónomo en la explotación de Don Tomás
Ascanio. Al cumplir trece años empieza a deambular en la empresa constructora
de Don Diego Álvarez como peón de albañil. Por esa época se empezó a construir
el Colegio de La Milagrosa en la zona de Los Cuartos, la entonces
Superiora Sor Soledad Cobián natural de Pontevedra (Galicia), tras su
patrimonial incumbencia compró los terrenos para su edificación, el presupuesto
de la obra ascendía a cuatro millones de pesetas, que se empezó por cómputo de
la susodicha Superiora a través de la contrata de Don Diego Álvarez. El
encargado de la obra era Don José Gómez, trabajando en la erección del colegio
como peón maestro Pablo. En el 1.932 cuando las hermanas de la Caridad
cambian de su domicilio instintivo de la calle Verde (Nicandro González Borges)
esquina con la del Agua (Tomás Zerolo) al nuevo edificio aun si terminar,
Pablo se queda trabajando con ellas que le pagaban diariamente 2,75 pesetas.
Pero con el duende de la Guerra Civil Española, es llamado a fila en
el año 1.938, incorporándose al regimiento de Cádiz, participando al frente en
la 102 división, en Granada, Córdoba y Extremadura. En el trayecto de Antequera
a Algeciras en tren, se le ocurre portear a una joven bella en el vagón fragua
de las mulas, ante la sospecha de las piernas de la citada moza, por un señor
conocido por "Herrador", que pide que se identifiquen. Este
farallón lleva a maestro Pablo a un arresto durante un mes en el
pelotón de castigo, aliado a un pelado rente, más una sanción de ir caminado de
Algeciras a Tarifa con un pico, una pala y una escoba. Terminada la civil
española, es destinado como soldado a los Barrios (Cádiz), posterior colocación
en Tarifa de asistente del teniente Don Manuel García de Coles. De nuevo a los
Barrios motivado por tenerse que ir a la Academia Militar el teniente
Manuel. En los Barrios pasó hambre como todo el español de la posguerra,
enterándose que en Tarifa estaba su amigo el portuense Marcos Baeza,
precisamente en intendencia militar, llamándole por teléfono para que lo
mandara a buscas, y así lo hizo. De Tarifa marcha al grupo "A" y
después al "Imperio" de oficiales, aquí el ágape era excesivo,
maestro Pablo con su eminencia de hombre bueno repartía la excesiva abacería
entre los soldados necesitados. Su último destino en la península lo realizó de
auxiliar con un Alférez y posterior con un Teniente Coronel, -no recuerda sus
nombres-, finalizando su proeza en el castillo de Guzmán el Bueno. Tres años
posteriores del acabamiento de la guerra civil regresa a Canarias, solo
disfruta de un mes, porque de inmediato lo movilizan otra vez, pasando a
acceder los servicios militares en el pueblo mariano de Candelaria, corría el
año 1.942, en la villa mariana estuvo dos años, le acompañaban solamente cinco
soldados, visitando con frecuencia el inusitado barrio guanche de Güimar
"El Socorro". Su pueblo orotavense lo visitaba con permiso, pero tuvo
la suerte de conocer al entonces Teniente Don Manuel Cabrera Díaz, que le
destinó a su pueblo, permaneciendo cercado de su casa hasta recibir su licencia
definitiva en el año 1.945.
De vuelta a "La Milagrosa", su Superiora Sor Soledad Cobián había
fallecido, su sustituta Sor Leonor Monteverde, le comunica tristemente que no
podía abonarle sus servicios. Pero el altruismo de otra hermana conocida por
Sor Luisa verificadora del comedor, una monja de abstracción humanitaria, se
permite el beneplácito de hablar con el contratista villero Don Diego Álvarez
simplemente para, que lo volviese a integrar en su industria. Y así lo hizo,
cuando transcurría su labor en el citado designio, le contrata otro afamado
constructor villero Don Manuel Martín Méndez, hasta el año 1.950 en el que se
integra a los labores como jornalero del Observatorio Meteorológico de Izaña.
En Izaña trabajaban tres hermanos villeros; José, Santiago y Manuel Ruiz.
José fallece en un recorrido con nevada por el Portillo, su hermano Manuel
cuñado de Pablo ocupa el oficio de conserje que se quedaba deshabitado por el
óbito reseñado. Le ofrece a Pablo, afanar como peón en el Observatorio, corría
el año de 1.950. El jefe del Observatorio Meteorológico era Don Inocencio Fort,
que vivía con su familia en la caseta del Káiser. En Izaña compartía
labores con; Don Alejandro Hernández Bethencourt (carpintero), Don Maximino
Álvarez (mensajero), Maruca (cocinera), Isabel (esméctica), Manolo Santos
(Maquinal), Manuel (guarda), e Iván (bracero). Así como los arrieros que,
hacían sus servicios los jueves y los sábados, -que épica tenían estos
alfaqueques, que utilizaban las mulas como nuncios de la condescendencia en la
cumbre prodigiosa de antaño-, Pablo pide una realzada remembranza para Seño Pedro
Gallardo y Seño Dionisio.
En el año 1.950, contrae matrimonio, con una dama maravillosa Piedad
González León, del desposorio nacieron nueve hijos; Lala, Tato (q.e.p.d.),
Carmita, Lucía, Marina, Pablo, Ana, José Julián, e Ibrahim. En
Izaña trabajaba de asalariado polivalente; albañil, pintor,
carpintero, electricista, mecánico, leñador, incluso arreglaba los caminos en
contratos previos con obras publicas. El observatorio pertenecía al suprimido
ministerio del Aire, los jefes eran comandantes o capitanes. Recuerda al
Comandante Briones y al Capitán Elbella. Los observadores prácticamente eran
sargentos. Pablo y su esposa bajaban a la Orotava de dos a dos semanas, de
sábados a lunes andando, de idéntico realizaban las subidas por la
trilla de la añoranza y la relegación. La economía era de intranquilidad para
criar a una numerosa familia, tras todo este sacrificio en la
cima, los emolumentos eran carente, quería irse para Venezuela, allí
tenía un hermano que le consiguió un visado de seis meses. Se entera Don Pedro
Rodríguez García Prieto, Jefe por entonces del Observatorio de Izaña,
comentándoselo al Teniente Coronel, y este le dijo que se quedara que en lo
subsiguiente le nombraban encargado, subiéndole el sueldo alborozadamente de
ocho pesetas a diez por días.
En el año 1.964, año importante para las comunicaciones de Canaria, se
construye por el ministerio de Información y Turismo, concretamente en el
apéndice de Izaña, un edificio para acampar los remisores de TVE. Los
dirigentes de la emisora presurosa se enteran de la competencia de maestro
Pablo, contratándole como centinela de dicha estación. Lo acepta con halago sin
empalidecer la pértiga del Observatorio, y abjurar la tarea aforisma de la
ocupación en el triángulo de Izaña; es decir, entre el Observatorio, TV, y el
actual Astrofísico. Así brillantemente se dedica a alargar su trabajo, su
sacrificio, su consentimiento, y su devoción, hasta el año 1984. Un año
desilusionado, y aventurado. Cumplía sesenta y cinco años, viéndose apremiado a
decirle adiós al emplazamiento esotérico de su vida, donde dio todo,
solo y en compañía de su familia. Sus queridos moradores se acordaron de él,
ante la angustiosa despedida, porque Pablo dejaba una evocación recóndita,
copartícipe del dinamismo de todos. El cariño, la solidaridad, el compañerismo,
la honradez, y la ternura, era entorpecedora de postergar. Le propusieron a Don
Pedro Rodríguez García Prieto que solicitara del ministerio correspondiente la
medalla de plata al mérito del trabajo. Así lo hizo y se la concedieron en un
restaurante de la zona de Los Rodeos, repleto de amigos, compañeros, familiares
y su esposa Piedad. Una esposa fiel, una gran señora, una auténtica madre, que
hizo de su hogar un sincero paradigma; la cima, la nieve, la soledad y la
inmolación. Don Pablo Ortiz Sálamo camina por estos encantos
panoramas; pensativo, añorozo. Mirando esa infinidad de nubes que azota desde
la cumbre el Valle de Taoro. Mirando los soberbios copos de nieve de las
hermosas nevadas de antaño cubriendo el Llano de Maja. Piensa, pero no olvida
el atraer la leña de la aristocrática retama, ni olvida el arreglo de la
techumbre por si le llaman la atención lo que le quieren y le adoran. Vigilando
desde el remisor de la televisión por si le falta la luz a todos lo que le aman
y le aprecian. Atiende la llamada de su querida señora madre de sus hijos
"Piedad", que le llama porque la ofrenda esta a su disposición.
Este trabajo que realicé a don Pablo en vida conjuntamente con mi hermana
Carmen Álvarez Abréu “Carmilla”, para todos nosotros, la verdad que pasamos un
gratificante tiempo conversando con don Pablo, pero un día del mes de
Enero, nos encontramos mi hermana y yo, en el tanatorio de la Parroquia de
San Juan Bautista de la Villa Arriba (Farrobo), con JOSÉ MARÍA
VILLANUEVA AFONSO maestro nacional jubilado, yerno de don Pablo, velando por el
fallecimiento de Antonio “Antonillo”, marido de la desconsolada Lalita hija de
don Pablo. José María nos prometió a mí y a mi hermana que nos iba a completar
el trabajo que habíamos realizado, pero antes deseo añadirle unos versos del
poeta andaluz Antonio Machado a la memoria de Antonio y a la del inolvidable
Pablo Ortiz….
Soñé que tú me llevabas / Por una blanca vereda, / En medio del campo
verde, / Hacia el azul de las sierras, / Hacia los montes azule, / Una mañana
serena. / Sentí tu mano en la mía, / Tu mano de compañera, / Tu voz de niña en
mi oído / Como una campana nueva, / Como una campana virgen
De un alba de primavera. / ¡Eran tu voz y tu mano, / En sueños, tan
verdaderas ¡…. / Vive, esperanza, ¡quién sabe / Lo que se traga la tierra!: “…Cristal brotaron
las fuentes / Para que beban las almas, / Y tus cabellos son palmas / Nacidas
de sus corrientes” (Calderón de la Barca).
En la Piedad, barrio solariego de la ancestral
Arautapala, siendo yo un niño de diez años aparece ante mí un hombre con
chapeo, un paladín conocido por ‘Maestro Pablo’, su nombradía cabal: Don Pablo
Ortiz Sálamo.
Le conocí arriba, en el Observatorio de Meteorología
de Izaña y hubiese preferido leerle este mensaje –atenazado Pablo por el dolor
de perder a su querido hijo Tato, amigacho mío de la pubertad, arrebatado por
un trágico accidente–, en su bienquista solemnidad de Nuestra Señora de la
Piedad, evidentemente fiesta tradicional en ese bello rincón de la Villa de
Arriba de La Orotava que fue su domicilio tertuliano, con su familia
y amigos; pero por adversidades que depara la vida mismamente prefiero que a
maestro Pablo se le haga el reconocimiento meritorio de su labor en ese
término.
Nació en los extramuros de ese encantador paraje un 8
de febrero de 1.919 En su cauce familiar ya se tenía adhesión de su linaje
con la Villa de Arriba desde época añeja. Su padre,
Julián, estaba en Cuba cuando el acontecer del natalicio y su madre Rosalía
regentaba una panadería en el Camino Polo. Su progenitor cuando regresaba de la
isla caribeña, fallece en el navío, sin embargo Rosalía conlleva una vida de
viuda y madre, hasta adquirir nueva nupcias con Quintín Bautista. De pequeño,
Pablo codea la pungente ocupación de la panadería, ayudando a su madre, y el
aplicar las letras de la cartilla con un maestro, conocido por Lorenzo, que en
su casa enseñaba a leer a los chaveas. Después de transcurrir su mundo infantil
por el camino del Peralito y la famosa Cruz Verde de semblante, en el
regocijado barrio orotavense de la Villa de Arriba, un distrito donde
se reunían cuadrillas de amables corazones indulgentes que bajaban trotando por
la calle Los Tostones, antigua de León, hacia las sorribas bananeras del
fecundo vergel del Valle de La Orotava.
Todavía púber nuestro meritorio alternaba aquel
quehacer panadero con el de agrónomo en la explotación de don Tomás Ascanio. Y
al cumplir trece años empieza a ajetrearse en la empresa constructora de don
Diego Álvarez como peón de albañil. Por esa época se empezó a construir el
Colegio de La Milagrosa en la zona de Los Cuartos, y la entonces
Superiora del convento de monjas de La Orotava Hijas de La
Caridad de San Vicente de Paúl, Sor Soledad Cobián, gallega,
natural de Pontevedra, por su patrimonial incumbencia compró los terrenos para
su edificación, el presupuesto de la obra ascendía a cuatro millones de
pesetas, que empezó, por cálculo de la susodicha Superiora, la contrata de don
Diego Álvarez, trabajando ´maestro´ Pablo en la erección del colegio como peón
y siendo encargado de la obra don José Gómez. Cuando en 1.932 las monjas
de la Caridad cambian su domicilio primero de la calle Verde esquina
con la del Agua al nuevo edificio aún sin terminar, Pablo se queda trabajando con
ellas como recadero y conserje ya que le pagaban diariamente 2,75 pesetas; pero
con el espectro de la Incivil Guerra Española y a los 19 años es
raptado a filas en 1.938 por la Bandería así llamada ´Nacional´
–sorpresas nos da la vida– , incorporándose al regimiento de Cádiz y
participando con la 102 división en los frentes de Granada, Córdoba y
Extremadura.
De la angustiosa incivil guerra ´maestro´ Pablo nos
cuenta una jaranera anécdota: en el trayecto de Antequera a Algeciras en tren,
se le ocurre recoger a una joven bella e instalarla en el vagón-fragua de las
mulas, ante la sospecha de las piernas de la citada moza, un señor conocido por
"El herrador", pide que se identifiquen. Este farallón lleva a
maestro Pablo a un arresto durante un mes en el pelotón de castigo, asociado a
un afeitado a rape de la mocha, a más de una sanción consistente en ir caminado
de Algeciras a Tarifa con un pico, una pala y una escoba.
Terminada la bárbara incivil contienda española y
continuando la dictadura, es destinado como soldado a los Barrios (Cádiz), con
posterior colocación en Tarifa como asistente del teniente Coles. En los
Barrios pasó tanta hambre como dice el refrán. “Hambre y frío entregan al
hombre a su enemigo”. El hambre española de la posguerra y
enterándose que en Tarifa estaba su amigo el portuense Marcos Baeza,
precisamente en Intendencia militar, le llama por teléfono para que lo reclame,
y así lo hizo: fue tanta la tripada de aquel momento que cayó indispuesto. De
Tarifa marcha al "Imperio de oficiales”, aquí el diario ágape ya era
excesivo, y ´maestro´ Pablo con su preeminencia de hombre bueno repartía la
excesiva abacería entre los soldados más necesitados. Su último destino en la
península lo realizó como marmitón de un alférez y posterior de sobrestante de
Teniente Coronel, finalizando su proeza continental en el castillo de Guzmán el
Bueno.
Tres años postreros al acabamiento de la incivil
guerra regresa por fin a Canarias, sólo disfruta de un mes de holganza, porque
de inmediato es movilizado otra vez, pasando a atender los servicios militares
en la mariana villa de Candelaria junto con cinco soldados conmelitones que
formaban su destacamento, visitando con frecuencia el inusitado barrio guanche
de "El Socorro” o más propiamente playa de Chimisay, lugar del feliz hallazgo
candelariero así como también la pedanía de La Viuda, de la cercana Arafo.
Corría ya el año 1.942, y en esos pagos estuvo dos años, suficientes para dejar
grata memoria de su estancia en cuantas personas le conocieron y que agasajaban
sus posteriores visitas hasta pasados más cincuenta años de su memoria. Su
villa orotavense la visitaba en escasas licencias, hasta que tuvo la suerte de
conocer al entonces teniente Manuel Cabrera Díaz, quien lo destinó a su terruño
natal, permaneciendo cercano a sus lares hasta recibir la definitiva en el año
1.945. ¡Había gastado siete años de su espléndida juventud!
De vuelta, hijo pródigo, a "La
Milagrosa", la Superiora de antaño Sor Soledad Cobián había
fallecido y su sustituta hogaño Sor Leonor Monteverde, le comunica tristemente
que no podía apoquinar los servicios que prestase, aunque el altruismo de otra
hermana monja, Sor Luisa, verificadora del comedor (monja de abstracción
humanitaria), que se permite el beneplácito de comentarle al contratista
villero don Diego Álvarez simplemente que volviese a integrarlo en su
industria. Y así se hizo. Habiendo transcurrido su labor en el citado designio,
le contrata otro acreditado constructor villero don Manuel Martín Méndez, hasta
el año 1.950 en el que se integra a los labores como jornalero en el
Observatorio Meteorológico de Izaña donde ultima 35 años de fructífera vida
laboral, reconocida con estimación por esa meritoria argente a medalla.
En Izaña trabajaban tres villeros, hermanos los tres:
José, Santiago y Manuel Ruiz. Ocurre que fallece José en un recorrido con
nevada por el Portillo y su hermano Manuel, a su vez cuñado de Pablo, ocupa el
oficio de conserje que quedaba deshabitado por el óbito reseñado y le ofrece a
Pablo afanar como peón en el Observatorio –corría el año de 1.950–. El jefe del
Observatorio Meteorológico era don Inocencio Fort, que vivía con su familia en
la caseta del Káiser, así llamada por haber sido antiguo observatorio
meteorológico prefabricado alemán, donado por el Kaiser Guillermo II a España a
principios del siglo XX, y que estuvo primariamente establecida
en la Cañada de la Grieta (Siete Cañadas), –instalación a
la que no fueron ajenas las indicaciones dadas por Humboldt doscientos años
antes tras su estancia en Tenerife–. La cual caseta fue trasladada
posteriormente a Izaña como vivienda de los jefes del Observatorio.
En Izaña compartía Pablo labores con don Alejandro
Hernández Bethencourt (carpintero), don Maximino Álvarez (mensajero), Maruca
(cocinera), Isabel (esméctica), Manolo Santos (Maquinal), Manuel (guarda), e
Iván (bracero). Así como los arrieros que, hacían sus servicios los jueves y
los sábados, -que épica tenían estos alfaqueques, que utilizaban las mulas como
nuncios de la condescendencia en la cumbre prodigiosa de antaño-, Pablo pide
una realzada remembranza para ´señó´ Pedro Gallardo y ´señó´ Dionisio.
En el año 1.950, contrae matrimonio, con una dama
maravillosa Piedad González León, del desposorio nacieron nueve hijos; Lala,
Tato (q.e.p.d.), Carmita, Lucía, Marina, Pablo, Ana, José Julián y Jesús
Ibrahím que crió (¡y con qué cariño!) a caballo entre el valle y la cumbre. En
Izaña trabajó Pablo por muchos años de asalariado polivalente; albañil, pintor,
carpintero, electricista, mecánico, leñador, dando la luz, proveyendo agua y
leña, reparando instalaciones, realizando sin fin de tareas, infatigable
siempre con el mejor ánimo. Arreglaba anualmente los más de dos kilómetros de
la carretera que permitía el acceso a Izaña y que quedaba impracticable después
de cada nevada esto último en contrato con obras publicas que le abastecía de
un capazo, un pico y una pala como utensilios de trabajo.
El observatorio pertenecía al suprimido ministerio del
Aire y los jefes eran comandantes o capitanes. Recuerda al Comandante Briones y
al Capitán Elbella. Los observadores prácticamente eran sargentos. Pablo y su
esposa bajaban a la Orotava cada dos semanas, de sábado a lunes, bajaban
andando y de idéntico modo realizaban las subidas por la trilla de la añoranza
y la relegación. Quedando allá arriba entre la nieve atrapados durante los
crudos inviernos por enteros meses. Tras todo este sacrificio en la cima la
economía era desvelo para criar a una numerosa familia, los
estipendios carentes, así quiso marchar a Venezuela, como tantos, en emigración.
Allí tenía un hermano, Nicolás, que le consiguió un visado de seis meses. Y
está en esto cuando del probable lance venezolano se entera don Pedro Rodríguez
García Prieto, jefe ya entonces del Observatorio, que lo comenta con
el Teniente Coronel y este profiere que se quedase y en lo venidero
le nombraba caporal, aumentándole alborozadamente la soldada de ocho a diez
pesetas por día.
Pablo y su señora Piedad, convivieron en las alturas
de Izaña con personalidades como el ya mencionado don Pedro Rodríguez
García Prieto, director del Observatorio Meteorológico y ulteriormente profesor
de álgebra en las antiguas Escuelas de Comercio de Tenerife; y con el afamado
astrofísico don Francisco Sánchez, actual director del Instituto de Astrofísica
de Canarias; amén de otros ocupantes de aquel techo del valle como el técnico
señor Molina, vizcaíno de procedencia; la recordada cocinera, Maruca, –qué
carácter de mujer de aturdimiento canario era Maruca–; la dúctil, Isabel, -de
ascendencia artesana-; el mecánico carialegre, Manolo Santos y su esposa Lola;
el carpintero, don Alejandro; los jornaleros, Juan y Ravelo; el intermediario
Santiago Ruiz –un gran caballero de compasiva jovialidad–, constantemente con
la camioneta del ejército del aire avituallando aquellas cúspides,
suministrando todo lo indispensable para la vitalidad de la cima.
En el año 1.964, año importante para las
comunicaciones de Canarias, se construye por el ministerio de Información y
Turismo, concretamente en el apéndice de Izaña, un edificio para acampar los
remisores de TVE. Los dirigentes de la emisora presurosa se enteran de la
competencia de ´maestro´ Pablo, contratándole como vigilante atalayero de dicha
estación. Lo acepta con halago sin empalidecer la pértiga del Observatorio, y
abjurar la triple tarea aforisma de la ocupación en el triángulo de Izaña: es
decir, entre el Observatorio de Meteorología, Televisión Española y el actual
Astrofísico.
Así brillantemente se dedica a alargar su trabajo, su
sacrificio, su consentimiento, y su devoción, hasta el año 1.984. Un año
desilusionado, y aventurado. Cumplía sesenta y cinco años y treinta y cinco de
afanado laboreo en aquellas nevadas alturas de la gloriosa Nivaria, viéndose
apremiado a decirle adiós al emplazamiento esotérico de su vida, donde dio
todo, solo, y en compañía de su familia. Sus queridos moradores se acordaron de
él, ante la angustiosa despedida, porque Pablo dejaba una evocación recóndita,
copartícipe del dinamismo de todos. El cariño, la solidaridad, el compañerismo,
la honradez, y la ternura del labriego Pablo era entorpecedora de postergar.
Aludir en la tesitura sobre el acogimiento montaraz en
su propia vivienda de cientos (¿quizás miles?) de arriesgados
isleños del trajín de la cumbre en los años de escasez: llámense pastores,
colmeneros, recogedores de cisco, cazadores e incluso aventureros arriesgados
cogidos por casual en las garras de una fría invernal noche para quienes
siempre había un techo, una lumbre y el mañanero buchito de café de sabrosa
hospitalidad. Cultivador de amistades venideras en padrinazgo en todo el
cinturón tinerfeño desde el Rosario, Arafo o Güimar. Una curiosa habilidad de
este sin par polifemo de las cumbres, venturoso mítico atlante del Jardín de
las Hespérides era que sin necesidad de artefacto, con la sola ayuda de su
perra Ketty certera cazadora de incierta paternidad proveía de sabrosa carne de
conejo o lebrato abriendo una despensa bajo cualquier retama.
El año anterior a su jubilación le propusieron al que
fue su escrupuloso jefe, el licenciado don Pedro Rodríguez García Prieto que
solicitara del ministerio correspondiente la Medalla de Plata al
Mérito en el Trabajo. Así lo hizo y el Excmo. Sr. don Fernando Morán
López que fuera Ministro de Asuntos Exteriores (1982-1985) en la
segunda legislatura democrática del restablecimiento de las libertades y
primera del Gobierno de Felipe González, se la concedió en el año 1985
celebrándolo equitativamente en un restaurante de la zona de Los Rodeos,
repleto de amigos, compañeros, familiares y su esposa Piedad, una esposa fiel,
una gran señora, una auténtica madre, que hizo de su hogar un sincero
paradigma: la cima, la nieve, la soledad y la inmolación.
Don Pablo Ortiz Sálamo ya es historia en la
Villa, en la Villa de Arriba, en Izaña, en el Peralito, la Piedad y la
Cruz Verde, en Santa Catalina, Arafo, La Viuda o el Socorro, también en El
Rosario, y camina, centelleante bulevar, por estos encantos panoramas:
pensativo, añorozo…, mirando perpetuamente esa infinidad de nubes que azota
desde la cumbre el Valle de Taoro. Mirando los soberbios copos de nieve de las
hermosas nevadas de antaño cubriendo el Llano de Maja. Piensa, pero no olvida
el atraer la leña de la aristocrática retama, ni olvida el arreglo de la
techumbre por si le llaman la atención los que le quieren y le adoran.
Vigilando desde el remisor de la televisión por si le falta la luz a todos lo
que le aman y le aprecian. Atiende la llamada de su querida señora, madre de
sus hijos, "Piedad", que le llama porque la ofrenda de la colación
familiar ya está a su disposición. Pablo, te pedimos que vuelvas, que voltees
tu despedida, porque tus amigos, tus compañeros te siguen queriendo. Dicho en
palabras del universal cantor nicaragüense: Huye el año a su término / Como
arroyo que pasa, / Llevando del poniente / Luz fugitiva y pálida...”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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