Fotografía
tomada en el corredor de la Mansión del amigo orotavense; Juan del Castillo y
León, en la Romería de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza del año
1979. Le acompañan, los entonces alcalde democráticos del Puerto de la Cruz y
de la Villa de La Orotava; Paco Afonso Carrillo y Francisco Sánchez García.
Artículo que
remitió entonces (2011) mi amigo de la
infancia en la Calle El Calvario de La Villa de La Orotava; JUAN DEL CASTILLO Y
LEÓN. Que tituló; “EL ALCALDE QUE NO QUISO REENGANCHARSE”.
Publicado
en la sesión de NECROLOGÍA, EN EL DÍA
(SANTA CRUZ DE TENERIFE) el día 8 de Mayo del 2011: “…SE TRATA, lo
habrán adivinado, de Francisco Sánchez, que acaba de dejarnos. No voy a repetir la retahíla de clubes de fútbol
donde fue presidente, entrenador y,
sobre todo, magnífico jugador; no voy a hablar del Francisco fundador de AIO (Agrupación Independiente de La
Orotava), de ATI, de qué sé yo cuántas cosas más; no voy, en fin, a hablar de “la
larga y penosa, enfermedad" que nos lo arrebató. Pretendo evocarlo solo
como amigo, entreteniéndoles con vivencias personales que reflejaban su
humanidad. A vuela pluma casi. Dejando hablar al corazón más que al cerebro.
Que sean más que obituario o necrológica, espontaneidad y sentimiento.
Francisco Javier
Sánchez García. (La Orotava, 1944- 2011) nació en la calle del Calvario, mi
calle, en un veranillo de San Miguel, cuando en el valle se presagia el otoño: Aprendió, las primeras letras con doña Lucía, una maestra alta, corpulenta,
cegata; y buena como doña María Flores, como, "las Lorencitas",
La escuela, que tenía de "hall" un jardín, estaba
frente a su casa. Francísquito .solo tenía que cruzar la calle. En 1950,
ingresa en los Salesianos, llegados a la villa, dos años antes, y donde, al
igual que Isidoro, el Gran Hermano, fue siempre
el "number one" del curso. Los
dos académicamente hablando, me hacían bocata;
Isidoro era de la clase anterior y Francisco de la siguiente.
ESTABA BIEN
RESGUARDADO. Seguimos siendo compañeros en La Laguna y Madrid. En Agüere
residíamos los dos en el colegio mayor "San Fernando". Contaba el
centro, con una nutrida colonia orotavense: Juan Cullen, Tomás Salazar, Carlos
Ascanio, Emilio Luque, Luis Azagra, Chiqui Leis -de vuelta, otra vez, en Tenerife-.
En Madrid vivimos los dos en colegios mayores vecinos, en la avenida de Séneca,
cerca del Puente de los Franceses. El suyo, el "Francisco Franco",
era de estructura árabe, de paredes blancas, con fuente y patio central. El mío
era el "Nebrija", de ladrillo visto rojo, como la mayoría de los
edificios de la Ciudad Universitaria.
Delante lo
decoraban dos bellos sauces llorones, a los que no secaban ni las heladas que
venían del Guadarrama.
Volviendo al
"Franco", eran también
colegiales el ya cosmopolita Isidoro, el malogrado Fafi
y Felipe
González, que se especializaba en la Clínica de la Concepción.
Pasó el tiempo.
Nos separaron los caminos de la, vida.
Hasta que nos reencontramos en la plaza de la Alameda, al comienzo de la década
de los setenta. La plaza era un recinto familiar, con las parejas de novios
enamorando, con los niños pidiéndole agua a Pepe el del Quiosco, con la
desorejada banda de música, bajo la batuta del abstemio Berenguer, rompiendo,
los jueves, el silencio de la noche. Francisco no estaba solo, sino sentado en
un banco muy bien acompañado. Nada más veda me pareció, respecto a él, una
niña. Guapa, atractiva, con simpatía que aumentaba al hablar, tenía por nombre
Carmina.
Pronto sería su
mujer, su gran compañera de por vida,
en "la salud y la enfermedad", como manda la Santa Madre Iglesia.
Luego vendrían los hijos: Marcos y Borja. Paralelamente, ejerce, con sabiduría
y tesón, de abogado, donde cosechó éxitos y sinsabores. En el difícil camino
hay varios nombres: el insuperable Manuel Florián Tomás Ibáñez, el aguerrido
Carmelo Mesa, el fiel Santiago Palmero.
A la muerte de
Franco, en 1975, Francisco da el salto a la política espoleado por sus
inquietudes sociales -. En los Altos de la Villa se sufre la mordedura de la
injusticia y no había llegado la onda de, la transformación. El protagonismo corresponde a las
asociaciones de vecinos con el aguijón de un salesiano palmero, Víctor
Rodríguez (Los Llanos de Aridane, 1927 La Orotava, 2004). Bajo la apacible apariencia
de un poeta, se escondía Un cura
inquieto y comprometido: Personaje
clave para entender, con hondura, la peripecia vital de Francisco.
El.21 de
noviembre de 1978 el casco se sorprende con la insólita "Manifestación de
las Velas", en la que late una revolución silenciosa y pacífica pero que
resultará profunda y eficaz.
Con las primeras
elecciones democráticas, en 1979, un airón sano entra por las viejas Casas
Consistoriales. La Agrupación Independiente de La Orotava forma la corporación
con UCD, PSOE y UPC -los independentistas
de entonces- . Francisco será alcalde compartiendo gobierno con otros antiguos
compañeros: su hermano Isidoro, primer teniente de alcalde; Isaac Valencia,
actual regidor; Luis Melo, eterno líder
del Pago de Higa; Ana María Llarena, una edil de lujo... En suma, de la mano de
Francisco -a veces, de su sombra
alargada- llegan a todos los barrios de la villa la energía eléctrica, el agua
y otras infraestructuras básicas. En 1983, al cumplirse su mandato, se retira. Le falta ambición y le sobra inteligencia, como ha escrito
Raúl Sánchez, en EL DIA, "será recordado como un político sin apego al
cargo ni más afán que el servicio público".
Francisco, a las claras, era callado,
tímido, de una sencillez franciscana. Y casi
imperceptiblemente; habilidoso; astuto, muy inteligente. Como en el campo de
fútbol, en el campo de la vida jugaba bien con la derecha y la izquierda, El
gesto, la charla; la actuación forense, los rubricaba siempre con su firma de
hombre de bien: una suave y dulce sonrisa. A veces, solo entre los amigos,
asomaba su pícara retranca villera. Volviendo al símil, deportivo, se crecía en Ia distancia
corta. ,
Mi última cita con Francisco fue en El
Médano, cuyas arenas, desde niño, le eran familiares. El escenario es un
restaurante con una terraza desde donde se divisa la mar, en el infinito, besándose
con el cielo. Invitaba Sergio Batista, antiguo alumno mío, el abogado con más
garra del sur. Nos conjuramos para que la próxima fuera en La Orotava. Pero por
la cordialidad forzada, por las palabras, por los silencios sobre todo, los
tres presagiábamos que la mesa no volvería a estar completa. Así, hasta que me
dio la mala noticia, no por esperada menos sentida, su primó; el doctor Pedro
Eustaquio Pérez. Eran las once de la mañana del martes 3 de mayo, Día de las Cruces, semana de la beatificación
de Juan Pablo II, mes de María Auxiliadora, a cuyo manto tanto se agarró.
Incapaz, de encontrar el punto final adecuado, me refugio -ahora que celebramos el centenario de su nacimiento- en la "Elegía" de
Miguel Hernández a la muerte también prematura de su amigo Ramón Sijé: ''…A las aladas almas de las rosas / del almendro de nata te requiero, / que
tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero"…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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