A mi tío y querido Enrique Abréu
González.
Tío materno de un servidor, hermano de
mi madre María del Carmen Abréu González, hijo de mi abuelo Bruno Abréu Rodríguez
y Cecilia González Cejas. Nació en Icod de los Vinos concretamente en el Barrio
de la Centinelas (cuya mansión aún se conserva) el 14 de julio de 1918,
por qué mi abuelo en su condición de zapatero y músico tenía trabajo en la
ciudad del Drago a consecuencia de la escasez de exportación de la materia
prima por el Valle de La Orotava, debido a la primera Guerra Mundial. Lo
bautizó el canónico honorario orotavense entonces párroco de San Marco don
Domingo Hernández González, siendo su padrino también natural de la Orotava
Leoncio Estévez Luis.
Estudió en las escuelas públicas
graduadas en lo bajo del Ayuntamiento o Casa Consistorial de la villa de La
Orotava, a regreso de Icod de Los Vinos, donde solo permaneció su familia tres
años, destacando siempre como el alumno más aventajado el primero de su clase,
por las facilidades y capacidades de estudio avanzadas. A los 14 años empieza a
trabajar con mi padre Juan Álvarez Díaz (su cuñado), en los recambios,
suministros y gasolinera en la calle El Calvario.
A través de unas oposiciones ingresa
como ordenanza que más tarde pasa a auxiliar y oficial administrativo en la
oficina de la FAST (Cooperativa Agrícola Norte de Tenerife) en la Orotava en el
mes de abril de 1936, con 17 años de edad. Fue precisamente mi padre Juan
Álvarez Díaz, conocedor de su talante, quien lo colocó en la FAST, por la
amistad que le unía con el entonces gerente de la empresa DON DOMINGO REGALADO.
Meses después es movilizado para la
guerra incivil española en el destacamento de de oficiales en África, ocupando
simplemente oficinas y por merito llega al nivel de sargento, regresando una
vez finalizada la guerra incivil española a la Orotava en el año 1940, e
incorporándose de nuevo a su destino laboral de la FAST con 24 años.
El 9 de diciembre de 1941, lo trasladan
al empaquetado de Las Arenas como pesador y controlador de la exportación del
banano (plátanos). En el año 1943 lo envían a Madrid como oficial
administrativo ayudante del convecino orotavense don Antonio Herreros. En el
año 1946 pide a la dirección de la empresa voluntariamente traslado para otro
punto de España (península Ibérica) y le ofertan la ciudad puerto mar
gallega VIGO como encargado gerente de la sucursal receptora de la fruta en
dicha ciudad.
Contrae matrimonio en Madrid el día
veinte dos de noviembre de 1947 en la iglesia de San Sebastián (esta
iglesia está muy cerquita de la plaza y calle de Matute nº 5,
donde vivían sus suegros, con sus cuatro hijos. por orden: Esperanza (su
esposa), Rosario (Saro) esposa de don Luis Nicolás Isasa registrador de la
propiedad, Aurelio, (comisario jefe de policía en Las Palmas de Gran Canarias)
y Juan Antonio, con la madrileña Esperanza Rodríguez Fernández,
fueron sus padrinos Carlos Delgado Febles oriundo de la Matanza de Acentejo -
Tenerife y la madrileña Esperanza Fernández García Navas(suegra).
Su suegro don Aurelio Rodríguez, era
joyero, de tal manera que lo propusieron para que fuese joyero del Rey, pero
otro con más recomendación se le adelantó, tiene muchas custodias por las
iglesias de Madrid hechas por él. Una de ellas, está en la iglesia de los
Calatravas, en la calle Alcalá de Madrid, además, era excesivamente “religioso”
y pertenecía a varias Iglesias donde tenía su cargo como feligrés. Esas
Iglesias estaban muy cerca de la Plaza y calle Matute. Entre ellas pertenecía a
La Adoración Nocturna, y Cofrade en La Iglesia más antigua de Madrid de
San José en la Calle de Alcalá.
En Vigo nace su primer hijo Enrique José
Abreu Rodríguez, el 5 de diciembre de 1948, y la segunda Esperanza Cecilia
Abreu Rodríguez el 15 de mayo de 1952.
Regresa con su familia de nuevo a su
tierra natal la Orotava Tenerife, e incorporándose de nuevo en la FAST como
empleado el 6 de octubre de 1952. En esta fecha van a vivir a Las Arenas
(Puerto de la Cruz), por su cercanía con su trabajo.
En el puesto de Vigo le sustituyó don
Gilberto Abad Mesa oriundo de Garachico Tenerife. En el año 2006 residía entre
Bilbao (País Vasco) y Garachico (Tenerife). El sueldo mensual en Vigo era de
800 pesetas al mes, que hacía efectivo tras la conformidad de un telegrama
enviado desde la Orotava todos los meses para cobrar a través de la caja de la
oficina su sueldo. En una conversación telefónica con el señor don Gilberto
Abad Mesa, me informa que mi tío Enrique Abreu era una excelente persona, un
gran caballero, y tuvo que dejar la sucursal en Vigo por discrepancia con el
también orotavense don Antonio Herreros que era el jefe de las sucursales
receptoras de frutas de la FAST en todo el territorio peninsular con sede en Madrid.
El 9 de septiembre de 1954 pide
excedencia a la compañía orotavense, para irse a trabajar al Sur de Tenerife
como encargado general de la empresa agrícola del Sr. Negrín, en el lugar
conocido por los Álamos en La Playa de San Juan (Guía Isora). De regreso
a la Orotava se incorpora de nuevo a su antiguo puesto de la FAST, que lo
envían como encargado general del almacén en Las Arenas con un sueldo
mensual de 1.490 pesetas, alquila la casa entonces propiedad de Doña Jovita
González “La Panadera” (aún se conserva)
de la calle Verde (actual Nicandro González Borges) de la Orotava en 150
pesetas al mes en septiembre de 1958. La familia desde entonces se vienen a
vivir de nuevo a la Orotava a la casa que añoro puesto que sigue viva entre mis
ojos, parece que estoy dentro de ella.
El 12 de septiembre de 1959 pide nueva
excedencia para volver al sur de Tenerife a trabajar en Fañabé (Adeje) como
encargado general de la empresa Exportadora de tomates “Entrecanales y
Larrarte”, en ese año se traslada con su familia al sur de Tenerife a vivir en
un apartamento de dicha empresa, pero no dejan la casa de la Orotava, donde
pasan las vacaciones.
En el año 1961, vuelven otra vez a vivir
en la Orotava, en la misma casa de la calle de Nicandro González Borges que no habían
abandonado, para incorporarse con la misma compañía como encargado general en
su recién empaquetado de plátanos cita en la Quinta Santa
Úrsula, allí mi primo Enrique y un servidor pasamos buenas anécdotas y
aventuras infantiles hasta su prematura muerte acaecida el 15 de junio de 1964,
tenía 46 años de edad.
Muere de peritonitis vulgarmente llamado
cólico miserere. Tenía dolores en el lado derecho de su cuerpo, en la parte del
ombligo hacía abajo. No se sabe por qué motivos le pusieron calor, le reventaron:
el apéndices con el calor y se le produjo la peritonitis, causándole la muerte.
¿Negligencia de los médicos?, ¿negligencia del farmacéutico que le recetó, que
se pusiera calor?
Con la muerte y su adiós a La Villa de
la Orotava perdí a un verdadero y excelente tío, el único de mi familia
materna, al que le tenía mucho aprecio, mucho respeto y quería como un segundo
padre.
Su hijo, mi querido primo hermano; ENRIQUE
ABRÉU RODRÍGUEZ, después de 53 años en Madrid, sin volver a la tierra donde
vivió y convivió su infancia y primera juventud con su querido padre, remitió
estas notas que según él “...le ha salido
profundo de su corazón…”, lo que le agradezco como único primo
hermano por parte de mi familia materna: “…Enrique Abreu González (Icod,
Tenerife 14 de julio de 1918 – Santa Cruz, Tenerife 15 de junio de 1964).
He pensado que sería conveniente hacer una
reflexión antes de escribir esta breve crónica sobre la muerte mi padre, ya que
hemos sido varios los familiares que hemos estado presentes en el cementerio de
Santa Cruz de Tenerife, y cada cual habrá vivido aquella experiencia de manera
distinta; por este motivo he creído necesario volcar en este documento mis
impresiones personales.
Todo comenzó un día del mes de mayo del año
1964 en La Orotava (Tenerife) Recuerdo que llevaba varios días mi padre
quejándose de dolores en el estómago y no había ninguna solución para su
dolencia. Así que una noche nos reunimos toda la familia para encontrar una
solución rápida al problema que se nos había planteado. Un taxi salía con mi
padre y mi madre sobre las 9 y media de la noche desde la calle del Calvario Nº
34 propiedad de mi tío Juan, con destino a La Clínica Llabrés en Santa Cruz de
Tenerife, y antes de ponerse el coche en marcha mi madre me dijo: “Mira bien a
tu padre, porque tal vez sea esta la última vez que le vayas a ver”.
Tremendas palabras de sentencia escuchadas
cuando tan solo yo contaba 16 años. He de decir que esta frase jamás la
olvidaré. A partir de aquí transcurrieron cinco días que fueron para mí como si
estuviese en el limbo, ya que toda la información que venía desde la Clínica
sobre la salud de mi padre la recibía mi prima hermana Lola, y ella nos la iba
dosificando según nuestro estado de ánimo. Lola tenía información de primera
mano de mi padre ya que hablaba por teléfono diariamente con la Clínica
Llabrés.
Recuerdo que era a finales de la primavera
del año sesenta y cuatro, porque ya nos habían dado las vacaciones de verano en
nuestros respectivos Colegios. Los curas controlaban a un grupo de alumnos que
habían suspendido el curso, dejándoles descansar un poco de sus estudios a
cambio de pasear leyendo por el campo de futbol del colegio. Esto ocurría tanto
por las mañanas como por las tardes. Así que yo, portando unos evangelios, me
introduje en este grupo desarrollándose en mí una nueva manera de leer, que
consistía en hacerlo mientras paseaba por un campo de tierra. Cuando terminaba
con el noble arte de la meditación, me acercaba a visitar a mi prima Lola para
preguntar por la salud de mi padre, y ella me comentaba casi siempre lo mismo:
Sigue igual. “Bueno, decía yo, pues al menos no ha empeorado”.
Y esto siguió así hasta un día muy temprano
que sonó el teléfono, y mi hermana que estaba cerca lo cogió, según nos comentó
posteriormente. Una voz de la Clínica Llabrés le había comunicado que Don
Enrique Abreu González había fallecido. Ella comenzó a llorar y su llanto nos
despertó a casi todos. Le pregunté qué pasaba y ella nos confió que desde la
Clínica confirmaban que nuestro querido padre había muerto. Al rato de esto
vino mi prima y nos dijo que teníamos que prepararnos para marchar a Santa Cruz
para acompañar a mi padre que estaba recién fallecido en la Clínica Llabrés. En
el desplazamiento hacia la capital a mí me tocó ir con Carmilla y con Gilberto
en su coche y durante el trayecto Gilberto me dijo: “¡Ahora sabrás lo que es la
vida, pero de verdad!”, y qué razón tenía este hombre, al hacerme aquel
comentario tan sabio.
Llegamos a la Clínica toda familia en
tropel, y al subir a la habitación allí estaban mi Madre y mi tía Consuelo
totalmente compungidas y hechas un mar de lágrimas. En el mismo hospital nos comentaron unos
sanitarios que habían llevado a mi padre al cementerio de Santa Cruz y, hasta
allí nos acercamos todos donde yacía mí querido padre sobre una caja colocada
encima de una mesa al aire libre. Mi Madre, le dio un beso y yo también le di
otro. Al poco llegó un emisario de la Empresa donde trabajaba mi padre, para
acompañarnos en esos momentos tan dolorosos para toda nuestra familia.
Finalmente se acordó la hora de trasladar el cuerpo de mi padre desde el
cementerio de Santa Cruz de Tenerife hasta el cementerio de la Villa de La
Orotava. Había como unos veinte coches que portaban coronas de flores y que
acompañaban al cortejo fúnebre desde su salida del cementerio de Santa Cruz
hasta el cementerio de La Orotava. Los coches iban despacio, de manera que
muchas personas que le conocían salían a la carretera por donde pasaba el
féretro para darle aquél último adiós. Era impresionante ver a todas aquellas
personas que bajaban literalmente a la carretera para tocar el coche que
portaba el cuerpo de mi padre fallecido. Al final y después de algunas horas de
recorrido conseguimos llegar hasta la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción,
yendo nosotros detrás del cortejo fúnebre.
Claro, cuando llegamos a la Orotava era ya
la hora de comer, así que se dijo que nos marchásemos a comer y que luego
viniéramos a la parroquia para celebrar el funeral y darle sepultura al
difunto. En casa de mi tío Juan, algunas personas se quedaron preparando la
comida para cuando todos llegásemos. Sin embargo, casi nadie quiso comer, la
mayor parte de la gente tomaba tila, así que hicieron gran cantidad de ella y
las mujeres de la familia la bebían mientras lloraban. Allí estaban: mis tías
María y Consuelo, mi Madre, mi hermana, y mis tres primas, junto con algunas
amigas y vecinas, todas ellas llorando desconsoladamente. Finalmente, llegó el
momento de ir a la Parroquia para celebrar el funeral, con lo cual todos nos
pusimos en camino hacia la catedral, y durante ese trayecto se me acercó un
familiar y me dijo: “Enrique, perdona, pero no puedo seguir adelante, me voy
para casa”. Como antes dije, yo tenía tan solo 16 años, le dije que no se
preocupase y que se fuese, que ya nos las arreglaríamos.
Entramos todos en la parroquia, se celebró el funeral y a la salida cuatro
amigos de mi padre portaron su féretro
en dirección a la plaza del Ayuntamiento. Subieron aquella calle tan estrecha y
empinada, y a la altura del Ayuntamiento
les pedí que me dejaran portar una de las esquina del ataúd, y me
dijeron que sí. Al poco tiempo de llevar esa parte sobre mis hombros pensé:
“hay que ver lo que puede pesar el cuerpo de una persona cuando está muerto”.
Entonces, alguien me pidió el relevo y yo se lo di, y me trasladé junto a mi
tío Juan Álvarez Díaz, que seguía al cortejo fúnebre. Entramos en el cementerio
y dejaron a mi padre de forma provisional en el suelo muy cerca de su tumba, y
luego lo enterraron allí donde ya yacían su padre, su madre y sus hermanos. Mi
tío Juan me dijo que me pusiera a su derecha y allí, de acuerdo a la
costumbre, fueron pasando y dándonos la
mano todas aquellas personas que querían a mi padre y que vinieron también a
darle su último adiós.
He de confesar que asistieron una gran
cantidad de personas, más de los que yo pensaba.
Enrique Abreu González, hijo de Bruno Abreu
Rodríguez y de Cecilia González Cejas. Fue el benjamín de siete hermanos; estos
fueron los nombres por orden de nacimiento: (1) Remedios Abreu González
11/08/1906 – 17/08/1906 = (6 días)
(2) María de Carmen Abreu
González 14/11/1908 – 02/08/1984 = (76 años)
(3) Inocencia Abreu González
07/08/1910 – 18/04/1913 = (3 años)
(4) Antonia Abreu González
13/06/1912 – 06/09/1930 = (18 años)
(5) Bruno Abreu González
29/11/1913 – 22/10/1914 = (11 meses)
(6) María de la Consolación
Abreu González 26/01/1916 – 20/04/1993 = (77 años)
(7) Enrique Abreu González
14/07/1918 – 15/06/1964 = (46 años)
Nacimiento. Encontrándose mi
abuela paterna en un estado de gestación avanzado se desplazó desde La Villa de
La Orotava hasta Icod de los Vinos donde residía su madre, y allí fue donde mi
padre vino al mundo, en Icod de los vinos muy cerca de donde está el Drago
milenario.
Profesión. La última profesión
que recuerdo de él fue la de: jefe de empaquetado, ya que se desplazaba hasta
Santa Úrsula perteneciente a ese municipio, trabajando en la empresa Entrecanales y Larrarte S. A.,
cuyas oficinas principales estaban en Santa Cruz de Tenerife. Anteriormente
había estado desplazado en la Península, primero en Madrid, luego destinado en Vigo, provincia
de Pontevedra. Posteriormente estuvo en la localidad de La Asomada
perteneciente al municipio del Puerto de la Cruz, en el Almacén de La Fast.
Trabajó también en varios sitios del Sur de la isla de Tenerife, como en Los
Álamos, localidad del municipio de Guía de Isora y en Fañabé localidad del
municipio de Adeje.
Su Perfil. Mi padre fue una
persona muy amante del género humano, para mí un auténtico filántropo.
Digo esto porque sucedió por aquellos días
un hecho que a todos nos sorprendió. Mi padre consiguió –aún no sé cómo-
mejorar las condiciones de vida de un
grupo personas que se encontraban en una
situación extrema. Estas personas de las que hablo vivían en barracos y en
lugares totalmente inhóspitos. Y él consiguió un sitio, un lugar digno donde
ellos pudieran albergarse.
Por esas cosas que tiene la vida nunca pude
hablar con él ni preguntarle de algunos
temas que son relevantes, como qué opinaba él del Clero, de la Política,
y de las Instituciones. Me hubiese gustado saber su parecer, pero… me quedé con
las ganas.
Mi padre ayudó en lo que pudo a sus
compañeros y amigos y lo hizo de forma totalmente altruista, entregándose por
completo a las causas más justas y defendiendo a aquellos que tenían menos.
La familia vivíamos de lo que él
ganaba. Fue una persona extremadamente
comprensiva, generosa y cultivada. Disfrutaba en los ratos libres de una buena
lectura. Fué muy amigo de sus amigos y nunca le pude descubrir ni un solo
enemigo que le pudiese señalar con el dedo. Fue muy querido por todos, y un
gran ejemplo para toda la familia y para aquellos que trabajaron con él. …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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