Fotografía referente a la carretera Tf-21, de La Villa de La Orotava a Las Cañadas, al principio
del siglo XX.
El amigo de la Villa de La Orotava; Javier Lima Estévez.
Graduado en Historia por la Universidad de la Laguna, remitió entonces
(29/04/2018) estas notas que tituló; “PAISAJE Y CONSERVACIÓN”.
Publicadas en La
Opinión de Tenerife el 28 de abril de 2018: “…La
acción humana ha ido eliminando enormes parcelas de árboles que antaño marcaban
una imagen ideal y única de aquel vergel denominado Valle de La Orotava. En ese
sentido, durante las últimas décadas se han desarrollado diversos programas de
reforestación con la finalidad de ir cubriendo las fatales lesiones desarrolladas
sobre el medio natural bajo la estela del imparable progreso. Un problema que
no es nuevo y cuya preocupación ya se manifestaba cien años atrás, tal y como
se puede observar en un artículo publicado el 1 de marzo de 1916 en la
revista La Región bajo
el título “El Valle de la Orotava y la falta de árboles”, donde se aportan
diversas cuestiones dignas de interés sobre tal tema.
El documento puede
ser consultado a través del portal Jable de la ULPGC y el fondo hemerográfico
de la ULL. Su autor, Jorge V.
Pérez, realiza una detallada crónica, alarmado por la involución de la
vegetación en el lugar, tras observar las crónicas de diferentes viajeros. En
ese sentido, inicia su artículo señalando la expedición del padre Louis Feuillée en el siglo XVIII,
reflejando el sacerdote francés en sus escritos la presencia de un amplio pinar
que se extendía a lo largo del valle orotavense y que causaba la admiración de
todos aquellos que contemplaban un paisaje único. Sin embargo, tal situación
era totalmente diferente en los inicios del siglo XX, tal y como pudo
advertir Carl Schöter,
profesor de la Escuela Politécnica de Zúrich, al observar la imagen de un
espacio que representaba un contraste muy acusado “frente a las espléndidas
montañas suizas, cuyos bosques están tan bien atendidos y conservados”. Durante
el año 1916, la comisión científica alemana encargada de iniciar los trabajos
de construcción del Observatorio Metereológico se lamentaba de la misma
situación. No cabe duda de que era una necesidad de primer orden lograr
replantar los árboles que el inevitable progreso había ido diezmando.
En ese sentido,
Jorge V. Pérez plantea la necesidad de elevar tales propuestas a los diputados
canarios en Madrid, con la esperanza de recuperar la imagen de verdor que
marcaba tal paisaje en un pasado no tan lejano. Junto a la posibilidad de
repoblar la vegetación a través del cultivo de pinos, el autor del artículo era
partidario de recurrir a cultivar el cedro canario, apostando por tal árbol a
partir de la idea de que su madera “tiene una duración indefinida y desde
tiempo inmemorial ha sido costumbre de los habitantes del Valle de la Orotava
enviar a Las Cañadas por lo que ellos llaman erróneamente astillas de Sabina, para formar
con ellas el piso de las azoteas, fundándose en que dicha madera jamás se
pudre”.
Además, según Jorge V. Pérez, la reforestación sería una medida ideal en la zona atendiendo a la presencia en las cumbres altas de La Orotava y Las Cañadas de plantas leguminosas, pues a partir de su presencia “el terreno queda abonado merced a la propiedad que tienen estas plantas leguminosas de fijar el nitrógeno de la atmósfera por medio de sus raíces”.
Además, según Jorge V. Pérez, la reforestación sería una medida ideal en la zona atendiendo a la presencia en las cumbres altas de La Orotava y Las Cañadas de plantas leguminosas, pues a partir de su presencia “el terreno queda abonado merced a la propiedad que tienen estas plantas leguminosas de fijar el nitrógeno de la atmósfera por medio de sus raíces”.
El artículo finaliza
con una interesante recomendación del autor, planteando la posibilidad de
construir un jardín de aclimatación en las proximidades del observatorio que se
encontraba en fase de construcción. Una propuesta que, a su juicio, debería
consistir en la presencia de “árboles adecuados para el objeto traídos de otras
partes del mundo”, derivando tal acción en un beneficio y un nuevo atractivo
para un lugar que fue, es y será –según Jorge V. Pérez—“un espacio único para
todas aquellas personas que vayan apreciando y conociendo mejor las
excepcionales condiciones climatológicas de esta privilegiada isla y la belleza
de su Naturaleza”…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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