Nos cuenta el amigo AGUSTÍN GONZÁLEZ, en
el “DIARIO DE AVISOS DEL 22 DE OCTUBRE
DEL 2024”, que el templo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de
La Villa de La Orotava de fachada de estilo barroco, declarado monumento
histórico nacional, conocido por la pequeña catedral, se financió con la venta
de 500 toneladas de Vino: “…La iglesia
tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500
toneladas de vino a América
Las obras de
reconstrucción de la Concepción, parroquia matriz de La Orotava, se financiaron
en parte con impuestos del Comercio de Indias cedidos por la Corona
Las piedras
cuentan la historia a los que saben fijarse en ellas. En la Muy Noble y Leal
Villa de La
Orotava tienen mucho que contar las piedras, por añejas y
señoriales. Los bellos monumentos y casonas villeras reflejan la relevancia
social y económica de la que gozó la ciudad, especialmente en el siglo XVII,
cuando una serie de familias aristocráticas y ricos hacendados lograron
independizarla de la entonces capital de la Isla, San Cristóbal de La Laguna.
La prosperidad
que vivió La Orotava en las centurias posteriores a la Conquista de Tenerife se
debió principalmente al negocio de la exportación de vino y quedó materializado
y perpetuado en uno de sus edificios más emblemáticos: la parroquia de La
Concepción, joya del barroco canario.
El historiador
orotavense y profesor de la Universidad de Las Palmas Sebastián Hernández
Gutiérrez, explicó en una de las publicaciones del Centro Internacional para la
Conservación del Patrimonio (Cicop), que la venta de vinos del Valle de La
Orotava en América fue decisiva para la obtención de fondos con los que
sufragar la costosísima obra del monumental templo villero. Esta es una
historia de película.
Los vinos del
Valle de La Orotava tuvieron desde antiguo gran fama y aceptación tanto dentro
como fuera de las Islas, especialmente el llamado malvasía y luego el vidueño.
Los caldos tinerfeños, los canary wine, competían con el afamado vino de
Madeira y se exportaban a Inglaterra y, sobre todo, a América. Hasta el célebre
escritor inglés William Shakespeare los nombra en varias de sus obras.
La del vino fue
una de las primeras industrias que desarrolló a gran escala la economía del
Archipielago canario. Dos apuntes dan idea de la importancia que tuvo el
comercio vinícola entre Canarias y las Indias. El profesor de Historia de
América en la Universidad de La Laguna, el orotavense Manuel Hernández
González, detalla en uno de sus numerosas publicaciones que, “según un informe
de la época, entre 1700 y 1708, los 66 barcos que según esos cálculos
realizaron el tráfico entre Canarias y América, representarían un total de
9.240 toneladas de vino”. No obstante, matiza Hernández que las cifras reales
fueron muy superiores pues eran habituales los fraudes y las falsificaciones en
el comercio de las Indias.
Otro dato
revelador lo revela el investigador portuense Carlos Cólogan, miembro de una de
las más importantes familias de comerciantes irlandeses establecidos en el
Puerto de la Cruz en el siglo XVII. Cólogan afirma en su libro Un corsario al
servicio de Benjamín Franklin, que “el comercio del vino canario financió la
Guerra de la Independencia americana”, de forma encubierta, claro está. Casi
nada.
JOYA DEL BARROCO CANARIO
En 1496 finalizó
la conquista de la isla de Tenerife y, tal y como escribió otro sabio
orotavense, el historiador Jesús Hernández Perera, entre las primeras
disposiciones adoptadas por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, aparte de
los repartimientos de tierras y de aguas, fue erigir tres iglesias en la Isla:
la del Apóstol Santiago, en el Realejo Alto -donde se rindieron los guanches-,
la de La Concepción, en La Orotava, y la de San Pedro, en Garachico.
Según cuentan los
cronistas, en el año 1498 se erigió la orotavense ermita de La Concepción, un
modesto templo que se convirtió en parroquia cinco años más tarde. La
construcción de esta iglesia supone de hecho la fundación del pueblo de La
Orotava como tal, pues en base y en torno a ella se estableció el núcleo urbano
inicial que diseñaron el juez repartidor Juan Ortiz de Zárate y el regidor
Diego de Mesa.
Sobre 1516 ya
estaba terminada la primitiva iglesia villera, con su altar dedicado a la
Purísima Concepción. Así nació la parroquia matriz y ahí nació la Villa
ototavense, donde por ese entonces ya residían más de un centenar de vecinos.
A comienzos del
siglo XVIII, en los años 1704 y 1705, los terremotos previos a la erupción del
volcán de Güímar ocasionaron graves y progresivos deterioros en el edificio de
la iglesia, hasta el punto de que en 1753 fue declarada en ruinas. La necesidad
de una nueva parroquia era a todas luces patente.
La nueva
Concepción se erigió en el mismo lugar que ocupara la ermita fundacional. La
primera piedra se colocó el 11 de diciembre de 1768. Justo veinte años después,
el 7 de diciembre de 1788, y gracias a las colectas entre la aristocracia local
y los emigrantes enriquecidos y, sobre todo, a las aportaciones económicas de
la Corona, el comercio con América y la exportación de vinos a Europa y a
América, la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción pudo ser reinaugurada
oficialmente, una vez rehabilitada, mejorada y ampliada.
PETICIÓN DE AUXILIO A LA CORONA
La Iglesia de la
Concepción de La Orotava estaba incluida en el Patrimonio Real, por lo que
podía recibir capitales de la nación a través de impuestos indirectos aplicados
a las mercaderías que transitaban entre América y España.
Así, según relata
Sebastián Hernández, como el dinero para afrontar la construcción de la nueva
parroquia era insuficiente, en 1754 el Ayuntamiento orotavense solicitó el
auxilio económico y técnico del rey Carlos III que, en 1769, junto con el
Consejo de Indias, otorgó licencia a dos navíos de registro supernumerario para
que vendiesen libremente en Venezuela, en el puerto de La Guaira, 300 toneladas
de vinos y aguardientes.
La venta de esos
caldos orotavenses reportó 42.000 pesos de la época, que fueron destinados
íntegramente a las labores de construcción del templo villero. La fórmula fue
un acierto y las obras de reconstrucción dieron un gran acelerón. Hasta que el
dinero se agotó y hubo que hacer una segunda petición municipal por la misma
vía.
En 1768 se
encargó la dirección de las obras al maestro cantero orotavense Patricio José
García, ayudado por Miguel García de Chaves. En 1775, cuando la iglesia ya
estaba levantada y su fachada prácticamente concluida, el Ayuntamiento pidió de
nuevo licencia a la Corona y al Consejo de Indias para vender sin tributos en
el Nuevo Continente otras 200 toneladas de mosto orotavense, que iban a
producir unos 18.000 pesos.
Además, las
colectas alcanzaron los 20.000. De esta manera, el templo se pudo terminar tras
diez años de obras y una inversión total de alrededor de 90.000 pesos. El
presupuesto inicial de la reconstrucción era de 60.000.
Según Viera y Clavijo, el rey Carlos III llegó a
exclamar: “Acaso va a ser de oro esa iglesia…”
En 1788, el
entonces director de los trabajos, Alonso de Llarena y Carrasco, rindió cuentas
ante los representantes del patronato regio, como último acto oficial con el
cual se daban por concluidas unas obras que el mismísimo rey Carlos III, ante
las reiteradas peticiones de dinero del Ayuntamiento orotavense, había
exclamado, según Viera y Clavijo: “Acaso va a ser de oro esa iglesia…”.
Desde el mismo
momento de la finalización de las obras, la iglesia parroquial de La Orotava se
convirtió en uno de los mejores ejemplos del barroco en el Archipiélago
canario, con elementos además neoclásicos, renacentistas y mudéjares que le
valieron en 1948 su declaración como Monumento Histórico Nacional.
Casi tres siglos
después de su reconstrucción, la iglesia de la Concepción es el mayor tesoro de
la Villa de La Orotava, su emblema histórico y espiritual, y una joya
patrimonial excepcional de Canarias y de España. Pero, además, es un vestigio
eterno de los vínculos históricos de las Islas con América.
Agradecimiento eterno en piedra
En agradecimiento
a la gran ayuda económica de ultramar que recibió La Orotava para la
reconstrucción de su parroquia matriz, el maestro cantero Patricio García dejó
un testimonio imborrable en la fachada de la Iglesia de La Concepción, sobre la
puerta principal: un relieve en piedra de dos globos terráqueos abrazan
simbólicamente a las Islas Canarias y a América, representada por la isla de
Cuba y la península de Yucatán. Los puertos principales del comercio del
Archipiélago con las Indias en el siglo XVIII eran La Habana (Cuba), La Guaira
(Venezuela) y Campeche (México)…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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