Según notas que remitió entonces (16/12/2013) el amigo de la infancia de la
Villa de La Orotava; ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ: “…Nacida el 16 y bautizada el 18 de noviembre de 1792
en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, donde casó el día 24 de
septiembre de 1818 con Domingo Ruiz de Mora, escribano público de La Orotava.
Ruiz de Mora ejerció en La Orotava el año 1818, Y luego en Vilaflor, donde fue,
al parecer, el último escribano. En esa localidad escribió desde 1826 a 1849;
si bien faltan los protocolos suyos correspondientes a los años 1834 a 1836 y
el de 1842. Domingo había nacido en Puerto Orotava, hijo de Salvador Ruiz del
Hoyo, natural de La Laguna, y de Antonia De Mora, que lo era de esta Villa de
La Orotava. Rufina de Montenegro sucedió en los vínculos amayorazgados de la
familia, entre ellos la hacienda de El Ancón. De esta unión nacieron: María
Ruiz de Mora y Montenegro. Norberta Ruiz de Mora y Montenegro.
De ellas sólo
sabemos que el 6 de abril de 1852, cuando dividieron en dos y enajenaron El
Ancón, María vivía casada en Santa Cruz de Tenerife y Norberta, que permanecía
soltera en 1855, residía en La Laguna con su padre.
En 1821 fue
desamortizado el monasterio de Santo Domingo, y en 1826 pasó también al Estado
el convento de San Nicolás de monjas dominicas, y su templo fue desacralizado.
De este modo desapareció el retablo de san Juan Nepomuceno del templo de San
Nicolás y la capilla de Ánimas del de Santo Domingo, perdió su carácter sacro.
Muchos de los objetos de culto, cuadros, imágenes y otras alhajas
pertenecientes a los conventos desamortizados fueron depositadas en la
parroquia matriz de Nuestra Señora de La Concepción, donde se exponen a la
veneración pública, una efigie de san Juan Nepomuceno y un precioso cuadro de
Ánimas del Purgatorio, del pintor Juan de Miranda (1723-1805), que podrían
proceder de los patronatos de Montenegro, pero el cojín de plata se extravió.
La cruz de carey embutida en nácar con remates de plata de filigrana es la que
aún lleva a cuestas Jesús Nazareno en el «el Paso» que sale en procesión cada
mañana del viernes santo desde la iglesia de Santo Domingo, pese a que los
remates de plata se los llevaron los amigos de lo ajeno, entre 1978 y 1992, en
el tiempo en que permaneció cerrado y en restauración ese templo. Todavía la
ermita de El Ancón conserva su cautivador aspecto original y el precioso
retablo con las imágenes de Nuestra Señora de Montenegro, San José y San Juan
Nepomuceno, además de los tres cuadros del siglo XVIII, colocados en las
paredes, dos que representan a Santo Domingo y otro al patrono. Aunque
inexplicablemente pasó a llamarse de Montserrat, olvidándose la advocación
fundacional. Y por lo que respecta a La Orotava, no existe memoria de esta
familia, ninguna persona recuerda hoya Joseph de Montenegro, el Erector, un
villero pleno de dotes personales, generoso, creador de riqueza, que llevó la
religiosidad en la masa de la sangre. Ni a Juan Nepomuceno, su sobrino, que de
haber sido beneficiado cinco años antes de 1782, Viera y Clavijo, ciertamente,
le hubiera incluido en su Biblioteca de los autores canarios, ya que gozaba
fama de protector de las artes y de las letras y patrocinó a las primeras y lo
demostró sobradamente con su extraordinario entusiasmo en la fábrica del nuevo
templo parroquial de La Concepción. En este caso parece que los orotavenses
gustaron las tranquilas aguas de aquel infernal río Leteo que hacían olvidar el
pasado terrestre a los hombres que habían bebido de ellas…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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