Nació en la Villa de La Orotava en el
año 1936, antes de la guerra incivil española. Hijo de una extraordinaria
familia orotavense; Francisco Luis (Zapatero – Músico) y Eusebia Expósito (Ama
de Casa y vendedora en su histórico merendero - venta), una familia numerosa
que siempre tenía las puertas abiertas a todos los villeros.
Estudió las primeras letras en la
escuelita de doña Lucía Mesa en la calle El Calvario, pasando luego por el
colegio de San Isidro, San Fernando y al trabajo de carpinterías aún con
pantalones cortos, para hacerse pintor de la construcción, casi de siete
oficios y terminar su vida laboral en la Casa de Socorro de la comunidad del
Valle ubicada en la Villa de la Villa de celador.
Tomás Luis Expósito era su nombre
civil y religioso (muy poco), pero de guerra lo conocíamos por Tomás “El Cojo”.
Era cojo desde niño en una de sus
piernas a consecuencia de la conocida parálisis infantil (La poliomielitis, enfermedad infecciosa, también llamada polio, que afecta principalmente al sistema nervioso) que le hizo un vestigio
profundo dejándole el pie apezuñado lo suficiente para practicar el deporte de
sus amores. Esto aún lo fortaleció en el Baloncesto que llegó a ser el mejor baloncestista de su
especialidad. Imitaba a los Los Harlem Globetrostes (un equipo de
baloncesto entonces de los Estados
Unidos que mezclaban partidos de
baloncesto con el
entretenimiento), mantenía fuerte el balón y eso que era
muy grande, lo manejaba extraordinariamente con sus dos manos y lanzaba a
canastas con precisión (hoy pudo haber sido un gran encentador de tiros de
tres). Era muy agresivo, siempre llevaba el mando en su equipo “El Águila del
Valle” (vestía de rojo), era temido por sus adversarios y casi siempre jugaba
para ganar. Lo hacía de pívot, nunca le tenía miedo a los altos, con su típica trastada
le pisaba los pies y no los dejaba saltar, claro en aquellos tiempos el
baloncesto tenía sus embelecos a pesar que reglamentariamente se podía mantener
el esférico con las manos o en su haber todo el tiempo que lo necesitaba. Al
final terminó primero de entrenador de su equipo “El Águila del Valle” sénior y
juvenil y posteriormente de árbitro, como el siempre me decía de “árbiitrucho”.
Practicó también el fútbol en el Colegio de San Isidro, concretamente en el
oratorio festivo del salesiano don
Antonio Montero Marroquí (fallecido), era acérrimo a los dos grandes
deportes; el fútbol y el baloncesto.
Fundador del CB. AA. AA. Salesianos actual Club Baloncesto San Isidro en el
verano del año 1967, a punto de cumplirse los cincuenta años, Bodas de Oro
(2017).
Hoy pudo ser el mejo jugador de
baloncesto de los encomies Juegos Paralímpicos (competición internacional fundada por Ludwig
Guttmann en 1960, para atletas con ciertos tipos de discapacidades físicas,
mentales y/o sensoriales, como discapacidades motoras, amputaciones, ceguera,
parálisis cerebral y deficiencias intelectuales).
Su vida juvenil era la de un ciudadano
normal, pero a veces cometía monstruosidades, nunca dañó a nadie, al contrario
lo hacía por el bien de todos, era un muchacho con atrevimientos y travesuras con sus amigos, que hoy podían
ser de felicidad absoluta.
Tomás Expósito Luis cariñosamente
conocido por “Tomás El Cojo”, a parte de los deportes practicó música como
educando del bombardino en la desaparecida Academia de la Banda de música
Municipal de La Orotava, con don José Berenguer Sánchez (que con el tiempo pudo
ser su suegro), estudió dibujos en la Escuela Municipal de don José María
Perdigón, fue corneta de las Bandas villeras; Cruz Roja y San Juan Bautista. Miembro
activo voluntario con mucha fe de la Cruz Roja Local en la que participó al
frente de ambulancias y demás. Finalmente miembro de los Coros Y Danzas de la
Sección Femenina de La Villa de La Orotava, participando en los numerosos
certámenes del folklore isleño, regional, nacional e internacional.
En la vida hizo de todo, formó una
numerosa familia, perteneció a las hermandades de Nuestra Señora de la
Concepción y San Agustín. Fue también retozón monaguillo del templo parroquial
de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava (conocida por la pequeña
catedral – declarado monumento histórico nacional en el año 1947), donde se
convirtió en un célebre repicador (el mejor) en su histórico campanario, todo
un jorobado en acción desde sus juegos infantiles con sotanas a ristre hasta
sus trabajos de ebanista en el taller parroquial de la calle Colegio su calle
donde se crió.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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