domingo, 25 de junio de 2017

ARTE, FE Y ROMERÍA EN EL TIEMPO



Fotografía referente al archivo particular del amigo desde la infancia de la calle El Calvario de La Villa de La Orotava; MANUEL FARIÑA HERNÁNDEZ. Corresponde a la Romería de San Isidro de La Villa de La Orotava del año 1956, pasando por la calle El Calvario, cerca de mi domicilio actual. Vemos en primer término La Danza de Cintas de colores y tamborilero de la Agrupación de la Florida, detrás la manga con la Cruz de Oro y ciriales y finalmente los Santos Patronos San Isidro y Santa María de la Cabeza.
Lo curioso de la foto; está tomada en color, en aquellos años era un lujo al alcance de unos pocos, forjada desde la casa del autor y propietario de la foto. Vemos por la derecha el edificio que pernotó el hotel Teide del italiano don Luis Fumagallo primero y el Hotel Suizo de don Eulogio Méndez y Don Nazario García después, en ese entonces vivían don Pedro Fuentes y doña Siriaca Fuentes en la parte de la Calle El Calvario y don Paco Polo en la parte de la esquina de García Beltrán con Juan Padrón.

La Villa encantadora improvisase en inmenso taller de tapicería, donde con las flores del Valle se hacen pródigos que no sabe mi pluma describir. Las florecidas alfombras cubren las calles como espléndidas alcatifas del más puro estilo; mil caprichos ornamentales atraen y cautivan los ojos. Frente a algunas casas extiéndase tapices de una magnificencia imperial. ¡Qué preciosidad ¡ No se cansa uno de recrearse en contemplar las combinaciones de colores, las sombras, el claroscuro, los contornos, la composición y perspectiva del cuadro, porque un verdadero cuadro es aquello, un cuadro donde hay matices y perfumes, un cuadro donde los pétalos olorosos hábilmente dispuestos imitan el trabajo del pincel.
Corpus en la Orotava. La Villa. Si hay un pueblo en Tenerife - y hay muchos en lista- que con todo motivo pueda vanagloriarse de su acendrada religiosidad, es pueblo es la Orotava. Y si en el Valle de La Orotava hay tradiciones piadosas del más añejo arraigo, la más recia, delicada y admirable es esta de la Alfombras florales en la octava del "Corpus Christi".  
 La Orotava es apacible, bella y aristocrática. Es la evocación viviente de nuestro siglo de oro, viñeta imperial en piedra y tono de vida, encuadrada en el marco esmeralda de los jugosos platanales. Remanso de quietud bucólica y epicentro a la vez del cinismo norteño, con sus rúas en recuesto, sus jardines e flor que parecen rincones de los fabulosos países asiáticos. Con sus viejas mansiones coronadas de heráldico escudos, sus balcones afiligranados colgados sobre los muros nítidos, con sus piedras milenarias doradas por el sol de los siglos y la mole roquera de su Iglesia Matriz de la Concepción.
La Orotava es síntesis de lo típicamente insular y monumento, en su conjunto, único en Canarias. Por las calles pendientes baja fresca y rumorosa el agua. El caserío es blanco como la nieva que tapiza al Teide en los inviernos. La vegetación es ubérrima. Sobre los flancos montañosos que encuadran el Valle se ha extendido un toldo de nubes que nos da graja sombra. Gentil y garbosa, como una sultana de ensueños, endomingada, enfervorizada como una novicia en vísperas de su profesión está esta Villa de recio abolengo que exhibe con orgullosa veneración el sartal de joyas artísticas de sus tapices de flores alfombrado el recorrido que ha de hacer la procesión. Las alfombras. Una porcelana china, un kiosco de malaquita, un gran manto de tisú o la cola extendida de un vistoso pavo real arrancaban prosas magnificas de la pluma de Rubén. Pues ¿qué canto no arrancarían de su pecho estos tapices florales, códices donde está minado con letras vegetales el poema gigante de la fe de un pueblo, de un lirismo casi místico? La fabulosa India fue la madre de las alfombras y tapices. En tiempo del poeta Homero eran de elevadísimo precio. Con hebras de seda o lana e hilos de oro y de plata se iban tejiendo cuadros, blasones, estampas y paisajes al confeccionar tapices. Servían luego de adorno o paramento sobre las paredes de los palacios. Colgados de los muros de la iglesia formaban parte de su decoración. Bayeux, Arras y Bruselas tuvieron famosas tapicerías. En España Carlos III fundó una en Madrid que todavía subsiste (1956), Turín, Tournay, Nottighan y Taifereg hacían famosas obras de arte. Pero ninguna de estas ciudades se ha sentido artista en masa como esta Villa de La Orotava donde chicos y grandes son confeccionadores de tapices. Su hilo de oro es la ilusión, el fervor religioso. Brezo picado, cernido o torrefactado y muchos pétalos de flores con sus materiales. Materiales frágiles y delicados, efímeros como estas obras sin igual en el Mundo, que solo duran un día o unas horas. Pero tiene la trascendencia de hacer vibrar a todo el Valle y de envolverlo en un ambiente de inefable fe. Y esto es lo mejor de las alfombras: el perfume de fe cristiana con que deja embalsamado a todo el pueblo. En el antiguo Egipto, sobre todo en Heliópolis, era la alfombra el más preciado adorno, pero tan solo de palacios y de templos. En La Orotava, toda la Villa es templo y cada casa y cada corazón es un palacio donde habita Cristo con su santa gracia. La policromía y galanura suntuosa de los tejidos orientales son aventajadas en delicadeza por estos trenzados de pétalos y estos hilos de esmeralda vegetal, de rubíes y azabaches. La Casa de los Monteverde fue la iniciadora de este arte singular en 1846. Doña María Tersa Monteverde y Betancourt y Doña Pilar Monteverde y del Castillo crearon la primera alfombra de flores. El anecdótico Valladares fue el inventor de los “corridos”. Don Felipe Machado y Benítez de Lugo fue el afamado artista autor de los primeros tapices en la plaza del Ayuntamiento. Su tradición de arte y aristocrática finura aún perduran en la Villa. Y esta fina espiritualidad es la mejor ejecutoria de este hidalgo y linajudo pueblo y de todo el Valle de La Orotava. 
La Procesión. La riada humana que se ha concentrado en esta Villa, un poco pasmada, pausadamente ha empezado a recorrer las calles pinas en un ansia expectante de arte y religiosidad, Es un lento caminar, un río humano que fluye por las aceras para ver tranquilamente las alfombras. Así van caballeros, señoras, jóvenes y niños. En estos años de agitación febril  dinamismo y lucha, ver un pueblo que camina despacio por su eterno solar, produce un efecto inmenso. La riada humana hormiguea por las calles contemplando los tapices, los admira, algunos los fotografían, y luego elevan los ojos a lo alto y se quedan un momento pensativo. Esas escenas eucarísticas estampadas sobre el pavimento de las calles dejan un rastro de inefable dulzor en el alma...  Ha salido la procesión. Avanza sobre el alfombrado la custodia de plata y sobre ella Cristo Ostia. Jesús ha dejado el hondo silencio del Sagrario y ha salido en su trono al esplendor de las calles para recrearse y vez esta confesión de fe. El Santísimo ha llegado a la plaza del Ayuntamiento. Un valiosos Tapiz alfombra todo el rectángulo pavimentado. En cada Balcón y en cada azotea se arraciman y aprietan los seres humanos. La riada humana que hormigueaba por las calles se ha concentrado en la plaza. La fachada del Ayuntamiento es un ascua de luces encendidas. La“SCHOLA CANTORUM” HA ENTONADO EL “TANTUM ERGO”...  Todo está en perfecto silencio. Y la mirada no se para solo a captar el relumbrón de la fiesta. Esta es la explosión de fe de un pueblo entrañablemente eucarístico. Y ese secreto es el tesoro de vida cristiana que guarda La Orotava en su entraña. No hay acontecimiento a éste comparable por la hondura de su significación, y más aún que por la magnificencia y el volumen del acontecimiento, por cierto ensamblaje privilegiado entre el acto y las tradiciones eucarísticas ancestrales. Todo el Valle de Taoro es un grandioso tapiz verdeante que Dios ha fabricado. Y este acto de la procesión del Corpus es algo que debiera asentarse de una manera permanente sobre los sillares basálticos del magnífico altar de Aguamansa, donde se astillan las tormentas y brota el agua que fertiliza nuestro Valle.
Estas trovas a las fiestas villeras del año 1956, que el salesiano DON ÁNGEL MARTÍN GONZÁLEZ, le cantaba asombrosamente, desde el pueblo andaluz de Posada en el cual se encontraba destinado, un pueblecito blanco mediterráneo. DON ÁNGEL resaltaba grandiosas fiestas de una época entristecida por los problemas de la posguerra incivil española y romántica por su aristocrático y noble principio, que hacía su inauguración, con una Fiesta Literaria organizada por la Sociedad "Liceo Taoro", con la colaboración de otras entidades artísticas de la Villa orotavense.
La distinguida y bella señorita MARÍA DE LAS NIEVES MARTÍN LUGO, presentó a la Orotava en la velada literario-musical del jueves de la Octava del Corpus en el teatro cine Atlante, acto que con motivo de la solemnidad del día y como prologo a la jornada festera de la Romería de San Isidro Labrador, rindió homenaje a la Reina de Taoro y a su coste de honor, representativa de los pueblos del Valle. Mientras, en los albores de la fiesta, donde la Corte de la realeza, de la simpatía y de la evocación histórica fueron símbolo en la estrecha hermandad de los pueblos del Valle, se abrió un interrogante, que encontró la jubilosa repuesta de cada una de las que constituyeron esta belleza, distinguiendo la embajada del Valle merecidamente; pero solo una tuvo que ser, y con ella todas.
Viñetas de Romería: Prodigiosa nota de color, alegría y tipismo folklórico es la Romería de San Isidro de la Villa de La Orotava. Maravillosa síntesis de valores humanos y religiosos en donde se conjugan vibrando al unísono el fervor, el arte, el cantar y la danza. Agudo grito regional canario con su regusto de clásico isidrismo madrileño.
Mozos talludos, hombres y hasta ancianos visten sus trajes de magos, montan sobre carretas adornadas con motivos campestres o sobre caballerías enjaezadas a la usanza de esta tierra y se concentran en la Villa Alta en las inmediaciones del Hospital. Importantes agrupaciones folclóricas llegan de la Cruz Santa, La Perdoma, La Vera, y de todos los pueblos del Valle. En la plaza de San Francisco se reúnen los que van llegando con los de la Villa, que siempre son más. De la iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción sale el patrón San Isidro y Santa María de la Cabeza. Se organiza la procesión y marcha pausadamente al paso cansino de las yuntas que arrastran las carretas hacía le ermita del Calvario. Hay gibosos camellos con andares de ganso. Llevan las carrozas barjuletas donde se ponen botijos con agua, botas de vino y abundantes provisiones de gofio, pescado y papas. Y hacen un ruido sonoro las ruedas al deslizarse cuesta abajo por la arteria de la Carrera o la pista ensanchada del Calvario. Y danzan las gentes con un balanceo rítmico calle abajo.
Las notas de las folias siembran los aires de gozo. Y se invoca a voz en grito a la Virgen Morenita.“…Virgen de la Candelaria / la más bonita / la más morena; / la que tiene su manto / desde la ermita / sobre la arena…”
Mezcla de aristocracia y hondo sentimiento agrario, olor de labor tripolémica y rumor de canciones añejas, afán campero teñido de expansión semimística, identificación del hombre y encariñamiento con la tierra y el ambiente en que vive, todo esto y mucho más es la romería orotavense de San Isidro Labrador.
Hay una quintaesencia de Castilla, Madre de España, difundida en toda esta fiesta folklórica. Bajo un toldo de nubes avanza la romería. En las aceras se agolpa la multitud y hemos visto una nueva Pentecostés entre santísima gente que se entendía hablando diversos lenguajes desde el inglés hasta el húngaro y el aflautado gallego. Hombres recios y calmosos van tomando gofio al puño y vino tinto sobre su cabalgadura. Mozuelos de cara ancha bailan la rosca alrededor del tamborilero, como en la Alberca, pueblo salmantino.
Jadeantes y polvorientos, cargados con mochilas y cantimploras, llegan los romeros a la ermita. Se recoge el Santo. Se reza una oración. Y después.... tras el ajetreo y la danza el cuerpo pide un cierto mimo. En los campos de las cercanías se consume las clásicas comidas canarias: pescado y papas bonitas. Y esas mismas manos que braceaban hace poco por las calles pinas, se engarfan sobre la oronda bota champagneando el vino confortador en sus fauces y gañotes orfeónicos y sedientos capaces de aliviar el problema vinícola de toda la tierra del Acentejo.
Y claro, por la tarde, todo se torna regocijo y se tiñe de ascetismo epicúreo. Las carretas se retiran y las bestias enjaezadas se van perdiendo por entre los senderos. El romero se convierte en amable ciudadano y La Orotava en la Atenas de estos microcosmos de la vieja Grecia Homérica.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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