El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (2013)
estas notas que tituló, “EL PRESIDENTE AUSTERO”: “…Era un tinerfeño de
pro, un defensor de los valores insulares, un dirigente deportivo nada
presuntuoso; era un buen hombre José López Gómez, a quien conocimos cuando, en
1977, inició su segunda andadura presidencial en el Club Deportivo Tenerife.
Le tocó lidiar una etapa complicada, tanto en lo
económico como en lo deportivo, de ahí que la controversia caracterizara buena
parte de su gestión. Pese a poner toda la mejor voluntad del mundo, fue
contestado, tuvo notables tratamientos críticos y se sintió incomprendido. Pero
no perdió la compostura: su probado amor por el club le permitió superar
trances amargos, como aquel descenso de categoría consumado en Vigo en cuya
estación ferroviaria le vimos llorar desconsoladamente, junto a Manolo Sanchís,
entonces entrenador.
Su modo de ser, su personalidad y una filosofía de
austeridad hicieron que surgiera una leyenda negativa en torno a su ejercicio
directivo, puede que no muy justa. Le atribuyeron caprichos y soluciones con
frecuencia deformadas o exageradas. Como buen contable, solía presentar unos
presupuestos y unas liquidaciones muy exactas. Fue, desde ese punto de vista,
un administrador realista que a veces resolvía, con aportaciones particulares,
algunas situaciones de zozobra financiera. Curiosamente, era muy ponderado en
círculos federativos y otros ambientes futbolísticos peninsulares. Tuvo en su
familia un sólido elemento de apoyo. Eugenio Camacho, sensible y preocupado,
fue su vicepresidente y más fiel colaborador.
Defensor acérrimo de la cantera (en su primera
presidencia, en los años 60, la entidad recibió el premio “Amberes” que
distinguía el trabajo con las categorías de base), hubo de incorporar durante
varias temporadas a jugadores de otras latitudes. Pero su sueño, su aspiración era
ensamblar un conjunto con gente de aquí. Y por eso era un asiduo espectador de
partidos de los filiales y de otras categorías del fútbol regional.
Casi completó quince años al frente de la entidad.
Las tribulaciones y las adversidades se trocaron en alegría de ascenso de
nuevo a Segunda ‘A’, en la primavera de 1983, cuando fue paseado a hombros y
cuando se bañó, literalmente, en la plaza de La Paz. Las fotos ilustraban un
lógico contento, una alegría inusitada que festejó a su manera, acaso rompiendo
los moldes de aquella modestia y la austeridad. Tres años después, en 1986,
abandonaba el club, siendo sustituido por Javier Pérez…”
El amigo de la infancia de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN,
remitió entonces estas notas que tituló “COMENTARIO VERSATIL”: “… Pepe López se bañó,
celebrando el ascenso a Segunda A en la temporada 1982-83, en la pila de
la Plaza de la Paz chicharrera, frente al cine Víctor, extinto ahora como
tal cine. La pila o fuente fue luego desplazada ligeramente a un lado
para el paso del tranvía. (Un inciso: me barrunto que el tranvía será, por
desgracia y durante muchos años, paráfrasis de una recordada película: ‘Un
tranvía llamado deseo’, con respecto al Norte de Tenerife. Cierro paréntesis)
Pepe López, como les iba diciendo, se mojó
o lo mojaron--un espectáculo no precisamente edificante--en la referida
pila. Lo que no dice la noticia, es que en la misma temporada 1982-83, la
UD Las Palmas descendía de Primera a Segunda A. Se iban a encontrar,
pues, juntos en Segunda A, los dos equipos canarios más
representativos.
En una primera etapa, 1962-1968, de la cual
habla la misma noticia, Pepe López fue presidente del Tete, pero lo fue después
de finalizar única la temporada, 1961-62, en que había estado el Tenerife en Primera.
Un par de años antes, había sido presidente Ricardo Hodgson Lecuona, línea
ascendente genealógica de mi querido amigo, el arquitecto Felipe Hodgson
Ravina, y hermano de Juan, un médico ya fallecido que se casó, residió y
ejerció su profesión en la Villa de La Orotava.
Como personaje público que fue, me permito esta
oración (gramatical) final: Dios acoja en su seno a Pepe
López, mas deseemos, recemos para que no vuelva en espíritu puro -- ¡más
no, por favor!-- a la pila de la plaza de La Paz. (Tome el lector el primer
‘mas’ como conjunción adversativa; y el segundo ‘más’, acentuado, como adverbio
de cantidad. Gracias)…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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