domingo, 11 de junio de 2017

EL ACTOR



Fotografía del patio y claustro del tristemente incendiado en los sesenta del siglo XX, convento de San Francisco del Puerto de la Cruz, entonces convertido en una ciudadela, en donde vivieron gran parte de portuenses.
Patio donde se reunían niños y niñas (a medio vestir y a medio calzar) para sus juegos infantiles, además de mayores para sus tertulias.
En la actualidad está ubicado el Parque de San Francisco.

Artículo del amigo del Puerto de la Cruz; MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, escrito en su interesante libro “ANECDOTARIO DEL PUERTO DE LA CRUZ”, que tituló “EL ACTOR”: “…Donde hoy existe una bella edificación estilo canario y em­pieza la calle Quintana desde la de Santo Domingo, por allí, ha­bía una señora de La Matanza que como pudo abrió un negocio con dos tablas, unos bancos de madera y una vela para dar lumbre por la noche. Era un ventucho de vino y sin más armaderos que chochos, pero al decir de los entendidos era el vino de más cali­dad y mejor precio en todo el Puerto, por lo que la feligresía abun­daba.
De esto hace ya muchos años, se reunieron en ese lugar don Aquilino Molina, que era artista amateur de teatro, de esos que forman grupos y actúan en sociedades, fiestas, etc.; don Cha­no Miranda, que tocaba muy bien la guitarra, don Luis González, que cantaba cualquier género, y todos con el sano propósito de echarse unas perras de vino, como solían hacer casi todas las tar­des. Cuando ya los vapores del dios Baco dejaron sentir sus efec­tos, se armó la parranda, entonando cantos líricos y populares. Pero es en un arrebato cuando don Aquilino, hombre sensible y entusiasta, sintiéndose hondamente inspirado, empezó a actuar en solitario, recitando fragmentos de la obra Juan José, de Joa­quín Dicenta, donde intervienen dos enamorados en una trama apasionada de amor. El se llamaba Paco y ella Rosa.
Por aquella lejana época había en el Puerto dos guardias municipales que se distinguían por Paco I  y Paco II.
Cuando más eufórico estaba don Aquilino, llevándose las manos a la cabeza para despeinar sus cabellos, como si estuviera representando en un escenario, con voz potente y con la expresi­vidad y fortaleza que requería aquel pasaje, recitaba de memoria:
-iCon Paco .. .! iY no hay duda ... ! No la puede haber. Tengo la prueba; ¡Y está escrita…! ¡La tengo aquí, aquí...! (Mirando un papel que conservaba en la mano). Aquí es donde pone "iRo­sa vive con Paco... !" iPaco eres un canalla!
En aquel instante acertó a pasar por la calle uno de los mu­nicipales y al oír aquellos desaforados gritos que repetían su nom­bre entró apresuradamente y al ver a don Aquilino desencajado, le preguntó:
-¿Qué le pasa don Aquilino?
-iPaco!  iAparta, canalla! ¿Dónde tienes a Rosa? -le increpó apartándolo de un empujón, quedándose el guardia sin com­prender nada de lo que veían sus ojos.
-iPor Dios, don Aquilino, que yo no vivo con ninguna Ro­sa! Me está comprometiendo con esa señora, que le juro por mis hijos que no sé quién es. Que soy hombre serio y me está usted de­sacreditando...
Los presentes reían a mandíbula batiente, hasta que el in­genuo Paco comprendió que aquel enredo nada tenía que ver con él y se alejó dejando allí a don Aquilino con su espectacular inter­pretación entre estruendosos aplausos. ..”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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