domingo, 18 de junio de 2017

TACORONTE, CORPUS CHRISTI PAISAJE DE COLOR Y ARMONÍA



El amigo de la ciudad de Tacoronte; NICOLÁS PÉREZ GARCÍA. Remitió entonces (2015) estas notas que tituló; “TACORONTE, CORPUS CHRISTI PAISAJE DE COLOR Y ARMONÍA”: “…El día de la fiesta de las alfombras, en su jornada matutina y laboriosa todo aparenta ser un laberinto, pero el animado decorado de piezas que encajan y desencajan acaba por recobrar finalmente el equilibrio estético, el compendio armonioso que se persigue. Rayando el alba algunos alfombristas madrugadores ya llevan un buen trecho de su trabajo; son los que comienzan su labor en penumbras mientras que en las primeras horas del fresco amanecer la mayoría se va incorporando hasta formar el enjambre humano y colorista que se adueña del singular paisaje.
Por otra parte, tras dos semanas de trajín se dan los últimos toques al icono alfombrista, el gran tapiz de la plaza del Cristo que lidera la primorosa exposición artesanal en homenaje al Corpus Christi, cuando en las inmediaciones la jornada envuelta en arrebato se sumerge de lleno en la tradición. Es un día de convivencia especial y de incontables secuencias, en un espacio abierto donde la reciprocidad y el compañerismo aúnan simples valores que se dejan llevar por la sensibilidad, donde todos y cada uno persiguen una meta común en colaboración con la naturaleza, y con la mirada puesta en el fundamento que se conmemora.
En este paraje histórico de Tacoronte que es centro cívico y religioso de la ciudad, la festividad del Corpus se abre a la imaginación que escapa con entera libertad a ras de tierra, cada obrero dando vida a su idea a través de la flor, la semilla y los más diversos materiales para adornar lo que será un sendero de homenaje en honor del Santísimo Sacramento. Para el observador, la heterogénea y variopinta actividad le hace meditar acerca de la inercia vital de un pueblo que por un día se vuelca en una misión de conjunto fiel a la costumbre secular, reviviendo el simbolismo inequívoco de la idiosincrasia que se apega con el paso de los tiempos.
El Corpus Christi es efeméride de un solo día, una jornada breve, placentera y llena de intensidad, una fiesta de color y armonía que en lo más íntimo concilia sentimiento religioso, habilidad y creatividad personal, en un escenario de contrastes y con un común denominador. El origen de la celebración se pierde en un pasado muy lejano, cuya evolución a través del tiempo ha devenido en la incorporación de las alfombras y tapices que han hecho de la fiesta un evento más popular y participativo, consecuencia de ello el ingenio que nace espontáneamente y llega a sentar cátedra y escuela para los más pequeños que son el futuro, los llamados a ser depositarios de lo mejor de sus padres y abuelos.
Siempre es primavera cuando se conmemora el Corpus Christi. El calendario transporta la fiesta a la época más esplendorosa de la ciudad-campo tacorontera, calificativo que ostenta un municipio que es más pueblo que ciudad, tal es el semblante que pregona su lozana campiña saturada de viñedos entre una rica teoría de cultivos. Será un sentimiento patrio pero siempre me ha admirado la estampa graciable que ofrece Tacoronte desde su majestuoso monte hasta la costa acantilada, privilegiada atalaya que visiona el bucólico rincón pescador de El Pris y el atractivo enclave residencial y turístico de Mesa del Mar, al abrigo de imponentes escarpaduras.
En este pueblo norteño de Tenerife son muchos los elementos que juegan con la fiesta de las alfombras. Todavía quedan veteranos que no han dejado de participar desde hace muchos lustros, hoy con la sapiencia de los años vividos, instruyendo y aconsejando. Los jóvenes garridos aportan el impulso, los precoces chavales aprenden de la experiencia y ejemplo de sus antecesores, la mujer borda la galantería de la flor y realza el detalle delicado. La grandeza y la pequeñez son la ofrenda que hace importante la fiesta. La plaza mayor jalonada de enormes árboles se hace lienzo retador para el esforzado artista, que plasma en ella lo mejor de su ingenio y capacidad.
Las calles adyacentes a la plaza y el Camino Nuevo bajo su fronda de acacias se transmutan en un río de gente que concita el reencuentro de amigos y familias en franca armonía cromática, todos bregando en noble contienda con una faceta artística muy popular en nuestro suelo isleño. Fuera del ambiente activo y casi trepidante del escenario alfombrista existen otros tapices que la madre naturaleza dibuja con maestría sin par. Es otra estampa plena de tonalidades la que ofrece un paisaje vestido de todos los verdes, la “verde sinfonía” que recitara el esclarecido poeta Emeterio Gutiérrez Albelo en alusión a Tacoronte; o aquella de la costa acantilada que se luce entre turquesas de la mar generosa y bravía, o la del lejano e inmutable horizonte que nos brinda y hurta tantos ocasos abigarrados más allá del Atlante.
Siente bien respirar el aroma de las flores y observar el ajetreo vocacional de los alfombristas. Siente bien percibir las logradas formas de miríadas de pétalos y contemplar los eslabones de cuadros que trazan una senda muy especial. Detrás de todo ello un trabajo previo muy importante, la búsqueda de diversas especies vegetales por montes, barrancos y riscales, a veces muy lejanos. Luego la paciencia y la constancia logran esbozar los pequeños proyectos artísticos que acaban en una huella efímera pero elocuente, una ringlera de imágenes pictóricas compitiendo entre rabiosos colores y elegantes matices.
Una singularidad del Corpus Christi de Tacoronte es el marco que acoge la celebración. Las dos iglesias principales del término quedan enlazadas por un sendero floral entapizado de homenajes para honra y gloria de la Sagrada Forma en su peregrinar vespertino, cuyo entorno de sabor tradicional se rodea de la prestancia ecológica que enseñorea el lugar. En este escenario late el corazón del pueblo desde hace siglos. También la calle del Calvario fue epicentro del pueblo, por donde antaño discurría el cortejo eucarístico hasta que el paseo de las acacias le robó el protagonismo. Están ya lejos aquellos tiempos en que al igual que ahora también los proyectos se escondían tras los sueños y lograban hacerse realidad.
La memoria de viejas épocas guarda algunos apuntes de incipientes manifestaciones florales en honor del Santísimo por la fiesta del Corpus, siempre puntual el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad. Se tiene noticia de los primeros protagonistas que se comprometían con las celebraciones del pueblo, hoy para nosotros modestos actos que en el decurso de los años han devenido en acontecimientos de mayor categoría. En el lejano siglo XVIII, año de 1760, se hace mención a la rama y flores que se acostumbra poner en la celebración del Corpus Christi, parca referencia que no aclara cómo se disponen tales ornamentos, pero que nos ilustra sobre la costumbre de antaño.
A fines del siglo XIX sí se menciona que un grupo de jóvenes conforma una alfombra mediante moldes a ras de tierra en la calle Calvario, en una extensión de cientos de metros, y que un muchacho no deja de refrescar las flores con un regador. Y que otros tramos de la misma calle se adornan con brezo y que en las casas se trabaja con entusiasmo deshojando flores, poniendo colgaduras y haciendo otras cosas con gran entusiasmo y alegría. Aquí ya se citan nombres, los primeros que conocemos acerca de las alfombras de Tacoronte. Se menciona a la maestra doña Lola (Dolores Alemán, casada con Nicolás Bonilla), a José Izquierdo Domínguez (1864-1937), hombre entusiasta como pocos que no sólo se ocupa de su cometido como secretario de la Corporación Municipal, sino que se ilustra en el arte musical y que acabaría organizando y dirigiendo la banda del pueblo; y a otros como Ambrosio Alonso González (n. 1863; padre de Elfidio y María Rosa Alonso), Indalecio Hernández y Nicolás García. Todo esto ocurre en 1898 siendo alcalde del lugar otro gran tacorontero, José Domínguez Ramos (1845-1940), que muy pronto ocuparía la presidencia de la Diputación de Canarias. Era a la sazón párroco de Santa Catalina don Damián Martín Hernández (n. 1845), que en el tránsito de un siglo al otro permaneció más de 40 años en el pueblo.
En los primeros decenios del siglo XX, la fiesta del Corpus no acaba de consolidarse y su discurrir es discontinuo. Se habla de arreglos florales en los pórticos de las iglesias. Luego las noticias refieren la década de 1930 cuando aparecen otros artesanos de las alfombras, como el maestro de escuela Maximiliano Gil Melián (1911-1989), la pintora y pianista Juanita Dorta Acosta, el vecino Cristóbal Castro, el caricaturista José Morales Clavijo (1910-1978), y también algún retazo del pintor surrealista Óscar Domínguez (1906-1957). De aquel entonces no se dispone de muchas noticias al respecto, pero hay quien asegura que las expresiones florales tienen mayor empuje a partir de 1932 de la mano del citado Maximiliano Gil, que diseña y elabora una pequeña alfombra de flores —se supone que por primera vez— en la plaza del Cristo recién pavimentada de cemento.
Algún periodista subraya que durante la Guerra Civil española y siendo alcalde Tomás Sánchez Pérez (1878-1962) se produce un notable impulso de la fiesta de las alfombras, interviniendo el Ayuntamiento con los gastos de transporte de las ramas de brezo desde el monte y el picado y molido de las mismas para complemento de los tapices y pasillos. Y se asegura que en este tiempo fue gran entusiasta e impulsor Cristóbal Castro, vecino de Santa Catalina, supliendo su falta de conocimiento artístico con trabajo, ideas y buena disposición. De él se dice que fue el primero en utilizar cereales en el largo pasillo que se confeccionaba desde la puerta sur de la iglesia matriz hasta el cruce de la calle del Durazno con el Camino Nuevo. Este pasillo sigue siendo hoy uno de los motivos distinguidos de todo el tendido alfombrista.
El buen párroco don José Pérez Reyes (1903-1955), que recaló en Tacoronte a comienzos de 1943, también contribuyó a la solemnidad de las alfombras. Se estima que a mitad de dicha década es cuando se cubrió de tapices todo el trayecto del Camino Nuevo o Camino de las Acacias (hoy calle Teobaldo Power), que asciende desde el templo de Santa Catalina hasta el Santuario del Cristo de los Dolores. Por estos años interviene con asiduidad otro pintor tacorontero, Valerio José Padrón (1929-1978), que emigraría a Venezuela para sobresalir con la acuarela. La alfombra grande de la plaza se hacía con tierras de colores de Los Azulejos (Las Cañadas del Teide), hasta que por razones ecológicas se utilizarían otros materiales basados en la toba volcánica, el granito, marmolina y otros.
Son varios los cronistas que sitúan la consolidación de las alfombras en los años cuarenta, con carácter de continuidad desde entonces, destacando a Tacoronte como segundo pueblo de la Isla en importancia después de La Orotava. A partir de aquella década de la posguerra ha sido evidente el afán de superación y la mayor implicación del vecindario como lo demuestra el número de tapices en la actualidad, casi 80, y el mayor preciosismo y artística alzada de la alfombra de la plaza sobre una superficie de un millar de metros cuadrados.
En la singladura de este pueblo de Tacoronte por el siglo XX las etapas se suceden con variado signo, a veces con éxito y otras no tanto. Sin embargo, en los últimos decenios de nuestro tiempo se ha experimentado un avance notable en muchos sentidos, con marcada distinción en el aspecto cultural, y esta fiesta del Corpus Christi tiene mucho de cultura, y por supuesto de compromiso comunal, ya que el auténtico protagonismo emana de un pueblo que ha sabido implicarse. Para que esto ocurra es preciso que haya cauces de estímulo y apego por todo aquello que tienda a mejorar el lugar donde se vive y convive…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL


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