Nos cuenta el amigo Agustín González, en
el Diario de Avisos del nueve de
septiembre de 2011, que el templo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción
de La Villa de La Orotava de fachada de estilo barroco, declarado monumento
histórico nacional, conocido por la pequeña catedral, se financió con la venta
de 500 toneladas de Vino: “… Las piedras cuentan
la historia a los que se fijan en ellas. En la Muy Noble y Leal Villa de La
Orotava tienen mucho que contar. Sus bellos monumentos y casonas reflejan la
relevancia social y económica de la que gozó la ciudad, especialmente en el
siglo XVII, cuando una serie de familias aristocráticas y ricos hacendados lograron
independizarla de la capital. La prosperidad que vivió La Orotava en las
centurias posteriores a la Conquista de la Isla se debió al negocio de la
exportación de vino y quedó perpetuada en uno de sus edificios más
emblemáticos: la parroquia de La Concepción, joya del barroco canario.
El
historiador orotavense y profesor de la Universidad de Las Palmas Sebastián
Hernández, explica en uno de sus trabajos que la venta de vinos del Valle en
América fue decisiva para la obtención de fondos con los que sufragar la
costosísima obra del hermoso templo. La Concepción se erigió en el mismo lugar
que ocupara la ermita fundacional, que data de fines del siglo XV. La primera
piedra se colocó el 11 de diciembre de 1768 y la inauguración oficial se
produjo el 7 de diciembre de 1788. La financiación de las obras se hizo con
colectas y con cuantiosas aportaciones de la aristocracia local y de los
emigrantes enriquecidos.
Pero,
según cuenta Sebastián Hernández, como el dinero era insuficiente, en 1754 el
Ayuntamiento solicitó el auxilio económico y técnico de la Corona que, en 1769,
junto con el Consejo de Indias, otorgó licencia a dos navíos de registro
supernumerario para que vendiesen libremente en Venezuela 300 toneladas de
vinos y aguardientes. La venta reportó 42.000 pesos de la época que fueron
destinados íntegramente a las labores de construcción del templo villero. La
fórmula fue un acierto y las obras dieron un gran acelerón. Pero el dinero se
agotó y hubo que hacer una segunda petición. Así, en 1775, cuando la iglesia ya
estaba levantada y su fachada prácticamente concluida, gracias a la
intervención del maestro cantero Patricio García, el Ayuntamiento pidió de
nuevo licencia a la Corona y al Consejo de Indias para vender sin tributos en
el Nuevo Continente otras 200 toneladas de mostos. Y así el templo se pudo
terminar tras diez años de obras. En agradecimiento a esa ayuda de ultramar se
dejó un testimonio imborrable en la fachada de la iglesia: un relieve en piedra
que abraza América y Canarias…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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