viernes, 8 de diciembre de 2017

500 TONELADAS DE VINO



Nos cuenta el amigo Agustín González, en el Diario de Avisos del nueve de septiembre de 2011, que el templo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de La Villa de La Orotava de fachada de estilo barroco, declarado monumento histórico nacional, conocido por la pequeña catedral, se financió con la venta de 500 toneladas de Vino: “… Las piedras cuentan la historia a los que se fijan en ellas. En la Muy Noble y Leal Villa de La Orotava tienen mucho que contar. Sus bellos monumentos y casonas reflejan la relevancia social y económica de la que gozó la ciudad, especialmente en el siglo XVII, cuando una serie de familias aristocráticas y ricos hacendados lograron independizarla de la capital. La prosperidad que vivió La Orotava en las centurias posteriores a la Conquista de la Isla se debió al negocio de la exportación de vino y quedó perpetuada en uno de sus edificios más emblemáticos: la parroquia de La Concepción, joya del barroco canario.
El historiador orotavense y profesor de la Universidad de Las Palmas Sebastián Hernández, explica en uno de sus trabajos que la venta de vinos del Valle en América fue decisiva para la obtención de fondos con los que sufragar la costosísima obra del hermoso templo. La Concepción se erigió en el mismo lugar que ocupara la ermita fundacional, que data de fines del siglo XV. La primera piedra se colocó el 11 de diciembre de 1768 y la inauguración oficial se produjo el 7 de diciembre de 1788. La financiación de las obras se hizo con colectas y con cuantiosas aportaciones de la aristocracia local y de los emigrantes enriquecidos.
Pero, según cuenta Sebastián Hernández, como el dinero era insuficiente, en 1754 el Ayuntamiento solicitó el auxilio económico y técnico de la Corona que, en 1769, junto con el Consejo de Indias, otorgó licencia a dos navíos de registro supernumerario para que vendiesen libremente en Venezuela 300 toneladas de vinos y aguardientes. La venta reportó 42.000 pesos de la época que fueron destinados íntegramente a las labores de construcción del templo villero. La fórmula fue un acierto y las obras dieron un gran acelerón. Pero el dinero se agotó y hubo que hacer una segunda petición. Así, en 1775, cuando la iglesia ya estaba levantada y su fachada prácticamente concluida, gracias a la intervención del maestro cantero Patricio García, el Ayuntamiento pidió de nuevo licencia a la Corona y al Consejo de Indias para vender sin tributos en el Nuevo Continente otras 200 toneladas de mostos. Y así el templo se pudo terminar tras diez años de obras. En agradecimiento a esa ayuda de ultramar se dejó un testimonio imborrable en la fachada de la iglesia: un relieve en piedra que abraza América y Canarias…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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