Estábamos
en segundo curso del bachillerato (1963 – 1964), en el Colegio de San Isidro de
la Villa de La Orotava. En las vacaciones de navidad, solíamos ir al campo de
deporte no reglamentario del colegio para pasar el tiempo jugando a la pelota.
La
panorámica está tomada en el centro de dicho campo de deporte detrás vemos los
aseos que usaban los alumnos en los recreos, e incluso se utilizaban para
cambiarse el vestuario normal por el deportivo. En los laterales habían unos
grifos donde vivíamos el agua, estuviéramos en el recreo o jugando al fútbol en
el recinto.
Mi
primo Enrique Abréu Rodríguez (Quique), a pesar que me lleva dos años, era alto
desde muy temprana edad, un servido era más bajito, en la foto se puede
observar.
MI
primo hace cincuenta años que no ha vuelto a la Orotava, vive en Madrid
jubilado de Cepsa, se fue tras el fallecimiento prematuro (47 años) de su padre
muy joven Enrique Abréu González (mi tío), su madre (tía Esperanza Rodríguez
Fernández) se lo llevó a la capital del reino conjuntamente con su hermana
María Esperanza Abréu Rodríguez (Peyaya) mi prima. Lamentablemente Quique le cogió
Inquietud a los aviones y barcos, pero
Peyaya, si ha vuelto y lo seguirá haciendo mientras se pueda.
Mi primo Enrique Abréu Rodríguez (Quique) desde Madrid remitió
entonces (09/09/2014) estas notas: “…-Los servicios del
campo de futbol de nuestro Colegio eran tan pequeños que solo se utilizaban
únicamente para miccionar y defecar.
-Los grifos eran tres, y estaban en un
lateral de la planta baja en el centro del patio del colegio, bordeándolos por
el ala derecha con la: 'Clase Chica'. Allí bajábamos a beber agua o a
limpiarnos las manos cuando: nos caíamos al suelo en el campo de futbol de
tierra, ya que cuando jugábamos al futbol y al caernos se nos incrustaban en
las palmas de las manos una piedrecitas muy diminutas de arena y sangrando
bajábamos a quitarnos estas piedras y también el pellejo quemado sobrante de la
caída en las palmas de nuestras manos. Al cabo de un corto rato de caernos agua
en nuestras manos la sangre se coagulaba y dejaba de seguir saliendo, entonces
subíamos y seguíamos jugando al futbol hasta terminar el tiempo reglamentado,
para el pase de la primera clase de por la tarde. Nos alineábamos de menor a
mayor, al contrario del nuestro servicio militar, que era de mayor a menor; y
como te digo entrabamos cada curso a su clase…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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