lunes, 25 de diciembre de 2017

ALTEZAS” DEL RECIÉN NACIDO PARTIDO COCHINO



Fotografía referente a los carnavales del año 1976.
De izquierda a derecha; PACO HERNÁNDEZ ÁLVAREZ, JUAN JESÚS DELGADO Y ANTONIO SOSA.

El amigo desde la infancia en la Villa de La Orotava; ÁNGEL GARCÍA GONZÁLEZ, remitió entonces (16/07/2015) estas notas que tituló: “ALTEZAS” DEL RECIÉN NACIDO PARTIDO COCHINO: “…Mi amistad con PACO viene heredada de una generación anterior. Nuestros padres fueron compañeros de trabajo en la dilatada construcción de la casona de Don Andrés Arroyo en la hacienda de Aguamansa, a cargo de la empresa de Don Diego Álvarez Casanova. De las relaciones con sus compañeros de trabajo, entre los que se encontraba el cantador Venancio Suárez, de sus escapadas a Arafo con sus bailes y amoríos y de las comelonas que organizaba el propio Don Andrés, por entonces Diputado a Cortes, habría mucho que contar. Pero hablamos de que la mistad entre ellos, trascendió de padres a hijos, andando el tiempo.
Así en 1960, Don Pedro, que regentaba la tasca "El Polvorín", dio muestras de su gran aprecio, sacándome de un tremendo apuro. Estudiaba el curso preuniversitario en el Instituto de La Laguna y nos visitó un grupo de "setimanistas" de Funchal (así se denominaba nuestro curso equivalente en Portugal). A mí me tocó acompañarles una tarde para que conocieran La Orotava. Hacía bastante fresco, y según se bajaron de la guagua, con sus vistosas capas y boinas negras, unos veinte entre chicas y chicos de 16 y 17 años, los subí por la calle de Los Tostones, para conocer la Villa Arriba, y los bajé por la calle Los Molinos, para conocer la parte más señorial de la Villa. Al atardecer les entró hambre y me preguntaron donde tomar un bocata. Yo los llevé al "Polvorín" y le conté el caso a Don Pedro. No te preocupes, mira a ver cuánto tienen que ya nos arreglamos. En una boina reunimos todo lo que llevaban encima, separamos el billete de la guagua, y entregamos el resto. A la mesa vino de todo: jarras de vino, dos bimbas de gofio amasado, mojo de dos clases, poco pan ("el pan es lo que sube la cuenta"), papas recién guisadas, un platito de pescado a la plancha ("el pescado es sólo para condutar") y plátanos de postre. Después vinieron los cantos, en los
que participó el mesonero de la "fortaleza" y casi perdemos la última guagua.
A su vez, PACO, cuando se mudó a vivir a la Urbanización Monturrio, visitaba a mi padre todas las mañanas de domingo, para mandarse el aperitivo con vino de cosecha propia. El ritual siempre era el mismo. Mi padre era el encargado de la comida dominical: dos platos y postre casero. Para distraerse, ponía en un antiguo aparato automático, una colección de pasodobles que guardaba como oro en paño.
Por la ventana de la cocina se oía la música y cuando pasaba PACO le preguntaba que estaba preparando para hoy. ¿Y usted sabe hacer eso? No, estaba esperando a alguien que me enseñase. Y entonces entraba PACO para dentro y muy serio empezaba a ponerle faltas a la comida, a cual más disparatada: a eso le falta azafrán, hay que echarle una lata de sardinas para que le dé sabor, etc... Lo cierto, que entre coñas y veras, desaparecía la garrafita de dos litros.
Yo conocí a PACO, muy en serio, cuando se presentó para salir de princesa en la parodia "El partido cochino" en los carnavales de 1.976: "Quiero el puesto, porque a mis 25 años aún soy virgen, y entre tantos cochinos y cochineros, puede que surja algo". Consultada la reina (rol de Juan Jesús Delgado) y con la aquiescencia del carnicerito presidente (rol de Tono Arencibia) fue admitido a regañadientes, por el posible mal uso de las armas de fuego, estando como estábamos en fiestas, pero la falta de personal que teníamos por las bajas ocasionadas el año anterior con "La Guillotina" y la recomendación expresa de Gabriel de que una novilla de vez en cuando mejoraba el triste destino del cochino, dieron el sí. Y se acertó de lleno. Porque mira que nos reíamos cuando se escarranchaba para lucir su lencería ó cuando metía sus "morcillas" en el guión establecido.
En 1980 me pegó un susto del carajo. Había dejado mi coche abierto por fuera del Bar Suizo y cuando voy a entrar para ir a almorzar, tocan mis pies con un bulto. Era un paquete bien amarrado, de unos 40 centímetros y una nota "Frágil: objeto de artillería". Alarmado entré al bar y lo comenté con algunos conocidos, que al ver mi nerviosismo, me recomendaron que llamara de allí mismo a la Policía Municipal.
Vinieron dos guardias, desembalaron cuidadosamente el numeroso envoltorio y vieron una botella de whisky. Sospecharon aún más y preguntaron a comisaría por un perito. Al rato aparece Juan José, el padre de Pedro Eustaquio, que le pide a los guardias que separen a todos los curiosos que se habían ido acercando. Después de observarla detenidamente, incluso con otra botella de la misma marca que le facilitó el bar, procede a abrirla y prueba un trago. Asunto finiquitado: se trata de una broma, broma pesada por los atentados que se daban por esa fecha en la Península. Cuando me voy con el coche y paso por delante del Colegio Salesiano, me sale PACO todo alborotado preguntándome que había pasado en el Suizo, porque habían llamado al Colegio para que desalojaran los niños por peligro de bomba. A pesar del hambre que ya tenía, no me lo comí...
Pasaron siete años y cuando se inauguró en la Urbanización San Miguel una cancha de futbol siete, invitamos al equipo del Monturrio a la inauguración, en el que venía jugando PACO. Después del partido estuvimos en un guachinche un poco más arriba hasta las tantas. Fuimos los dos últimos en salir y me ofrecí a acompañarlo hasta su casa porque era peligroso cruzar el canal sobre el barranquillo de La Cancela. Cuando llegamos a su casa me invitó por el gesto, y abrió un Faustino de reserva que lo terminamos del todo. Como me vio algo perjudicado, se ofreció a llevarme a mi casa, por el peligro de cruzar el barranco. En mi casa me acordé de una botella de whisky que ya debía estar ferrugienta de los años que tenía. Le dije a PACO que estaba ya abierta pero que sólo le faltaba el trago que se había gastado en el peritaje de una supuesta bomba. Entonces me confesó la autoría y empezamos a beber para brindar por dos razones: él porque yo le había perdonado y yo por haber resultado ileso. Cuando se terminó la botella, se repitió la historia: yo tenía que acompañarlo. Pero en lo que tardamos en subir la
cuesta hasta el canal, se hizo de día y entonces PACO me dijo muy serio: ahora sí que veo porque las veces anteriores pasé con los ojos cerrados. Así que cada uno para su casa, coño, que ya son horas. Mira a ver cuando hay otro partido. Y me dejó preocupado...
Ahora PACO ha cruzado el puente definitivo hacia el otro lado. Lo he sentido mucho, porque se ha ido muy joven. Todavía faltaba mucho que reirse con él. Pero lo ha hecho adrede, para tener tiempo para prepararnos una de las suyas para el reencuentro”…//…
Una de las muchas anécdotas de este querido y buen amigo; FRANCISCO HERNÁNDEZ ÁLVAREZ: “…En la toma de posesión de un sacerdote llamado como él, Francisco Hernández Álvarez, en la parroquia de la Victoria de Acentejo. Paco percibió el articulo en la prensa tinerfeña, lo recortó y le puso una foto suya. Un día que fueron a comer con sus amigos, se hizo pasar por el mencionado presbítero, haciéndole ver a los propietarios del restaurante y a los amigos que acababa de tomar posesión como párroco…”


BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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