El
amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; FRANCISCO MARTÍN PÉREZ
(FRANCIS), remitió entonces (03/02/2015) estas notas que tituló; “LOS SALESIANOS AÚN EN BLANCO Y NEGRO”: “…Salutación: Buenas noches a todos:
Dos acontecimientos muy puntales, se agolpan este año 2015, en la Congregación
Salesiana: por un lado, el Bicentenario del nacimiento de su fundador, Don
Bosco; y por otro, los 200 años del Decreto de la Proclamación de la festividad
de María Auxiliadora. Éste fue promovido por el Papa Pío VII, el benedictino Chiaramonti, tras regresar a Roma
después de su cautividad napoleónica. Y a estos Bicentenarios, se les suman en
esta Comunidad de la Villa: los 50 años de la creación de la Asociación de
Antiguos Alumnos; los 50 de la salida de nuestra Promoción y los 25 de la que
salía en junio de 1990, siendo director, el salmantino Don Félix Martín Calderero.
Hace medio siglo, dejábamos las aulas
de este colegio, para iniciar otra nueva etapa de estudios. Aquel junio 1965,
se nos presentaba con abrumadores horizontes.
Todos deseábamos, después de un largo
bachillerato, conocer y enfrentamos a unos
nuevos retos. Lo inmediato era el Preu. (El colegio lo había tenido en
1963). Había que elegir un centro. No había institutos en el entorno. Lo más
cercano La Laguna. Y en medio, un largo verano "El verano del 65",
meses entretenidos entre los baños en Martiánez
y los esperados guateques dominicales, después del cine de las 4. También expectantes con la llegada de los Beatles a
Madrid para actuar, a comienzos de aquel julio en la Plaza de Las Ventas. Venían ya
condecorados con su flamante Orden del
Imperio británico, concedida unas semanas antes. Nosotros no sabíamos
que, dos años atrás, en abril de 1963, Paul, George y Ringo habían estado en el Puerto de La Cruz, cuando
cursábamos 4° de bachillerato.
Se podría decir que en aquel curso 1964
– 1965 fuimos un tanto privilegiados. Éramos los mayores: la Duodécima
Promoción. Ocupábamos la estrecha clase, ubicada al pie del torreón noreste.
Teníamos dos ventanas: una que daba al campo de fútbol y otra a las huertas,
gallineros y a una pequeña piara; también a lo que quedaba de un mobiliario
meteorológico. Justo debajo de la clase, estaba el comedor de los curas. En
aquellos 9 meses escolares, fuimos notando como, poco a poco, se iban rompiendo
ciertos moldes que habían atenazado, costumbres, maneras y formas. También la disciplina
que había venido configurando, la especial idiosincrasia de este centro,
abierto 17 años atrás, en el otoño de 1948, con apenas 111 alumnos.
En aquel último curso, apareció para
dirigir el colegio, un gaditano de 38 años, con estudios superiores de
Pedagogía, realizados, en el Pontificio Ateneo Salesiano de Turín. Venía
dispuesto, a "remover" los cimientos de una institución docente que
se había ido consolidando en este valle. Don
Miguel Aragón vino desde Ronda acompañado de otros 4 salesianos: los
sacerdotes Don Ángel Martín que ya
había estado en el colegio una década antes y Don
Adolfo Benítez, que fue nuestro asistente. También llegaron los clérigos
Don Antonio Montero y Don Alberto Nuez, que posteriormente sería,
catequista en los cursos 1971- 1973 y luego el undécimo director del colegio, a
partir del 1992. Estos cinco, junto con los otros siete ya en la casa, formaron
una amplia comunidad de 12 salesianos.
Se quería transformar, no sólo el
espíritu docente, sino crear un cierto revulsivo, dentro del recinto. Esto lo
terminarían percibiendo mucho más, las futuras promociones, entre ellas los que
cumplen ahora los 25 años y que nos acompañan en esta cena. Al tratarse de un
centro, privado y religioso, era obvio que las disposiciones conciliares,
harían pronto mella en la institución. El Concilio se había abierto, cuando
nosotros iniciábamos 4° de bachillerato, en octubre del 1962 y se clausuraba en
diciembre del 65. Ese acontecimiento tan puntual para la Iglesia, sirvió también para renovar "la
epidermis" de este colegio. En un artículo de prensa que escribí al
cumplirse los 50 años de la llegada de los Salesianos a esta Villa, desgranaba,
los cambios externos que se percibían en todas las esferas y en la propia
congregación, que quería estar como se suele decir, "a la altura de las circunstancias". Como éramos los
mayores, controlábamos bien esos cambios; pero al contrario, nos alejaban de
otros aconteceres que sucedían fuera de nuestro cotidiano ambiente escolar. De
alguno de ellos, apenas se escuchaba o se decía nada.
Empezamos aquel último curso 1964 - 1965,
con los ecos triunfalistas de los XXV Años de Paz que costarían la expulsión
del abad de Montserrat, Don Aurelio María
Escarré, por sus declaraciones a la prensa francesa. En ella denunciaba
problemas.
Como la falta de libertad o el
comportamiento, no cristiano, del Régimen. Su frase "No tenemos tras
nosotros XXV Años de Paz, sino sólo XXV Años de Victoria", provocarían el
autoexilio. Pero de esto, un tupido velo.
¿Quién nos habló de la renuncia de Paul Sartre, el padre del Existencialismo,
al Nobel de Literatura, en aquel
octubre de1964?
¿Quién nos habló de la Ley de Asociaciones, presentada a las
Cortes, en diciembre del mismo año?
¿Quién nos recordó la figura de Sir Wiston ChurchilI, fallecido a los 90
años, en enero del 1965... Aquel personaje histórico, había estado 6 años
atrás, febrero de 1959, paseándose con su inseparable puro, gabardina y
sombrero, por el Lido de San Telmo. Por el contrario, en ese mismo mes, nos
llevaron a recibir al Nuncio Antoniuti que
había venido a consagrar la Basílica de La Candelaria.
¿Quién nos habló de la desaparición de
Stan Laurel "el flaco más
conocido del celuloide", en febrero de aquel año? Posiblemente aún lo
creeríamos vivo junto a su inseparable Oliver
Hardey, fallecido dos años antes. Ambos formaron la gran pareja del
Séptimo Arte. Ellos seguían provocando continuas carcajadas en la pantalla del
propio cine del colegio, inaugurado hacía ya 5 años, en enero del 1960, por
iniciativa del director, el sevillano Don
José Rodríguez.
¿Quién nos relató la escalada bélica
norteamericana, en el Extremo Oriente? Supimos más de la Guerra del Vietnam, por las canciones de
protesta de los cantautores que por la prensa u otros medios.
Tampoco nos enterábamos ni supimos valorar, las huelgas mineras en Asturias las algaradas universitarias en
diferentes campus peninsulares. Así mismo fuimos incapaces de calibrar la
expulsión de sus cátedras en Madrid, de profesores de la talla de Aranguren, García Calvo, Montero Díaz, o Tierno
Galván. En aquellos momentos era alcalde de Madrid, Don Carlos Arias Navarro. Él había visitado
este colegio, en noviembre del 1953, siendo Gobernador Civil de la Provincia,
acompañando al Ministro de Educación, Joaquín
Ruiz Jiménez. ¡Todo un ministro de aquellos años en el colegio! Ruiz
Jiménez había sido antes Embajador, ante el Vaticano, cuando fue canonizado Don Bosco.
¿Quién nos contó la proeza del poner
paseo espacial, del soviético Alexei Leonov, aquella primavera de1965?
Ignorábamos que en aquellos años, el
amplio mundo de la plástica, conoció un fuerte desarrollo divulgativo. Desde
los años 63, el mundo del arte se abrió a movimientos como Pop- Art o el
Hiperrealismo de Andy Warhol. A este lo terminaríamos
conociendo un poco más adelante, gracias a sus posters y a su particular icono
de Marilyn Monroe o a sus latas de sopa Campbell. También estaba Tom Wesselmann
o Claus Oldenburg con sus "hamburguesas gigantes". En nuestro país
destacaba el llamado Equipo Crónica, creadores de un metalenguaje, elocuente y revolucionario, cargado de cultura, pero
también de rabia y excitación popular.
• Por lo contrario, siguió
comentándose el decisivo gol de cabeza de Marcelino, en aquel histórico domingo
21 de junio, final de la Copa de Europa, en la que España, vencía a la URSS por
2-1. La prensa, se encargaría de calificar aquel trofeo, como "La Copa de
la Paz". También supimos de la aparición en las pantallas de la película
"Franco, ese hombre", dirigida por Sáenz de Heredia con guión de
Sánchez Silva, autor de "Marcelino pan y vino'/Así
mismo, de las llamadas "Justas por la Paz" en el teatro de La
Zarzuela, o la inauguración de las obras del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid probablemente, en
los murales, el padre catequista, Don Diego Yergo, se encargaría de anunciamos,
por aquellas fechas, los nombramientos de dos españoles: el Padre Arrupe como
Propósito General de los Jesuitas, destacando su dilatada labor como misionero
de Japón y su presencia en los
terribles bombardeos atómicos, sobre Hiroshima en el verano del 1945; y por
otro, al Obispo de Málaga, Don Ángel Berrera Oria, como nuevo Cardenal creado
por Pablo VI.
Con aquellos 16 años cumplidos, o a
punto de cumplir, si que nos dábamos cuenta, de los cambios de aquella epidermis
renovada, a la que me refería anteriormente. Pero también éramos capaces de
apreciar y recordar lo que habíamos dejado atrás a lo largo de todo un
bachillerato. Atrás quedaban por ejemplo las siguientes pinceladas: Aquellos
diminutos carnets de asistencia, de cartulina de diferentes colores, que
recogidos por la mañana en cada clase, se sellaban en la Consejería con una pequeña
estrellita en la casilla del día. Al final de mes, se habían despintado,
arrugado, manchados o renovados por su pérdida.
Las temidas lecturas de notas, normalmente dadas por el director, en medio del
silencio de una clase, aterrada por el número de posibles suspensos que
llevaríamos a casa en el boletín mensual.
Atrás quedaron los uniformes azul marino, con chaqueta, pantalón corto y corbata
negra, para asistir a las misas dominicales, o para las ocasiones solemnes en
que eran requeridos: entrega de Premios, Procesión del Burríto o de María
Auxiliadora. También para las fotos oficiales del curso, bien en las
escalinatas de la portería del colegio, o en las del Ayuntamiento o en la
cercana Plaza de Franchi Alfaro, cuando la foto era colectiva con todos los
cursos juntos.
Quién no recuerda o sintió en su
cabeza la inseparable campanilla del Señor Consejero, llámese Don Antonio Granados, Don Rafael Andrés o Don
Manuel Prol.
Atrás quedaba, el olor en la portería,
del mejunje que Isaac, el portero realizaba
para hacer las hostias y cuyas obleas (los llamados recortes) eran bastantes
codiciados.
Atrás quedaron, los Cuadros de Honor, para determinados y
privilegiados alumnos. Solían colgarse en medio de las dos salas de visitas,
ubicadas, en la entrada, a mano izquierda. En su interior, permanecieron
bastante tiempo, las fotografías enmarcadas, del primer interno del colegio Jesús Baixas, y el primer Salesiano Don Juan Acosta. El internado llevaba
funcionando desde hacía una década. Se había iniciado en octubre del 1954.
Atrás quedaban los barberos que puntualmente, aparecían por el centro, a rasurar
"trasquilar" a los internos y a tonsurar la cabeza de los curas:
Relucientes coronillas de todo tipo e índole, dependiendo de la masa craneal de
cada uno. La entrada a las clases, provocaban ciertas sonrisas cómplices en el
resto del alumnado. Las filas para comprar tras la comida en la pequeña librería, ubicada en la galería
central, bajo el polícromo mosaico de María Auxiliadora, presidiendo el patio
central. Nosotros llegamos a conocer la vieja escalera de madera para acceder a
este lugar, generalmente marco para las grandes celebraciones lúdicas o
religiosas, o para las "Buenas tardes".
Y las celebradas visitas del Señor Inspector, Don José Doblado del Pino, porque sabíamos de antemano que tras el
saludo de rigor de bienvenida, terminaban con una tarde de vacaciones. Los
aplausos en aquel caso sonaban a rabiar.
El Día del
Director, con las visitas por curso a su
despacho y el reparto tradicional de caramelos. Todo ello previa alocución de
un compañero, en el que se le ofrecía, como regalo, oraciones, rosarios,
jaculatorias, comuniones... y otras prácticas piadosas realizadas durante un
tiempo.
Las Veladas- palabra hoy casi en desuso- en honor de San Juan Bosco o de la
Inmaculada, con su programa de mano, en las que destacaron, algunos
determinados alumnos como el fallecido Pedro
Hernández o Alberto Hernández “Carrasco”. En esos actos, se permitía la
entrada al público y a las alumnas de La Milagrosa, dispuestas a captar alguna
mirada furtiva.
Las Solemnes
Entregas de Diplomas y Bandas
de Honor, cada mes de mayo en el patio central, presidido por el oscuro,
ostentoso y fúnebre sillón de la alcaldía, que ocupaba, generalmente, el
Gobernador Civil de turno, el Obispo Franco Cascón,
u otra autoridad académica provincial. En estos actos siempre estuvo presente Don José Monteverde y Lugo. Él fue el tercer
Presidente del Patronato, durante 35 años. Nosotros desconocíamos la función de
este octogenario y elegante señor. Lo que sí sabíamos es que "siempre
salía en las fotos". Hoy, no lo dudaríamos, sería el primero en apuntarse
a un selfi. Don José era cuñado del célebre fotógrafo inglés, Don Jorge Graham Toler, casado con doña
María Monteverde, inquilinos de
la casa en la Calle Colegio, trasera de la Iglesia de La Concepción. Don José
fallecería al iniciarse el curso 1966 - 1967, a los 89 años, siendo director Don Miguel Aragón. También el
Ayuntamiento prestaba para estos actos, los tres tapices- reposteros que
colgaban de las barandas, junto a los escudos de las provincias españolas. En
todos estos actos nunca faltaba el himno del colegio, cuya letra, había escrito
Don Ángel Martín años atrás y
ahora nuestro profesor de Literatura en aquel 6° de bachillerato.
Atrás quedaban los concursos de
tarjetas postales de Don Esteban
Corral, colocadas en un panel, frente a la clase que se dedicaba,
normalmente, a la tómbola de María Auxiliadora. Particularmente, debo confesar
que me enganché a aquel coleccionismo que mantuve durante más de una década.
Con Don Esteban coincidiría años después, en aquellos micros rojos que nos
llevaban a la Universidad de La Laguna, mientras él continuaba hacia Santa
Cruz. Él sería el primer salesiano que moriría en este colegio hace ya casi 34
años.
Y aquella biblioteca, donde apenas se entraba. Solo la pisamos, cuando
estuvimos en 5° y 6°. Los de Letras que éramos 4, esperábamos allí, la llegaba
de Don Luis González de Osuna, que
bajaba de La Milagrosa, donde había impartido previamente las misma clases de
Latín y Griego.
¡Y al fin llegó la guagua! Eso ocurrió a finales de noviembre del 1963. Concretamente el día 22.
Al día siguiente, Don José Mondéjar, decidió
que los dos cursos mayores saliesen de excursión al Charcón de los Ponte en
Garachico. Pero he aquí que al anochecer, se difundió la noticia del asesinato
de Kennedy en Dallas. Como era católico, pensamos que la excursión se
aplazaría; pero al final se realizó. El director que nos acompañó, nos pidió
que al pasar por los pueblos no cantásemos. Y así se hizo. De aquella primera
salida en la nueva guagua del colegio hay algunas fotografías por ahí. Antes de
regresar, Don José nos repartió el nuevo calendario del año 1964 para llevarlo
a casa, recordando que al día siguiente era 24.
A este glosario le faltan otros
recuerdos que tienen que ver con esa impronta, propia de todo colegio
religioso, en aquella España de los 60. Quién no recuerda... Aquellos
Ejercicios Espirituales, durante los días de carnavales, con sus pavorosas
Meditaciones que nos hacían temblar de miedo y sus Instrucciones. Aquellos
eternos recreos "en absoluto silencio" interrumpidos por el sonido de
las chapas o las carreras de coches por el muro norte del campo de fútbol.
Aquellos Viacrucis de los Viernes de Cuaresma y
los Ejercicios de La Buena Muerte creo, que en los primeros viernes de
mes.
Aquellas complejas y cansinas misas
solemnes, con sus diácono s y subdiáconos, sus floridos panegíricos y las aportaciones corales, en masa de todo
el colegio y la de determinados solistas... Todo ello, en medio de nubes de
incienso que provocaban estornudos y picores en la nariz. Y las Exposiciones
del Santísimo, con sus ternos dorados que Fraga, disponían, previamente en la
sacristía, según la solemnidad requerida.
Y aquel ancestral ritual de la imposición de dos hermosas velas, en
forma de cruz de aspa, sobre nuestras gargantas, al llegar, cada 3 de febrero
festividad de San BIas.
Y aquellos diminutos libros de oraciones que leíamos durante las misas
en latín, completadas, con el rezo del rosario, interrumpido durante la
elevación y la comunión.
Libros que eran, ordenadamente
repartidos y recogidos, por filas y depositados en unas cajas alargadas de
madera que se guardaban en el cuarto del catequista.
Y el cordón azul y rosado que, puntualmente, cada 24, había
que llevar colgado para recordar la peculiaridad de ese día. Y aquella
competitividad de ver quien hacía el altar más barroco y recargado, dentro de
los pupitres, durante la Novena de María Auxiliadora: algodones, tules,
tinteros, flores... Todo ello tenía cabida debajo de las tapas de aquellos
pupitres- escritorios que luego se cambiarían por mesas.
Y las salidas, a la hora de los estudios, para confesarse... ¡Cuántas
estrategias se hacían para prolongar el tiempo y evitar así, el regreso a las
clases! Alguno terminaba en el torreón de las campanas.
En fin, cada uno podía aportar otros
muchos recuerdos de aquellos años, en aquel primer lustro de los 60.
Los que salimos en junio de 1965 no
llegamos a conocer, el nuevo pabellón de tres plantas que pronto iniciaría Don
Miguel Aragón para inaugurarlo en junio del 67. Tampoco el nuevo campo de
fútbol en septiembre del 69, ni el nuevo polideportivo, en junio del 71, y por
supuestísimo "la joya de la piscina", en enero del 73, coincidiendo
con las Bodas de Plata de la llegada de la Congregación a esta Villa. Don
Antonio Granados, nuestro consejero, fue "el alma" de todas estas
iniciativas deportivas que hicieron que el colegio fuese un referente lúdico- deportivo a nivel insular. 6 años
después, en febrero del 79, Don Marcelino como director se encargaría de
cubrir.
Y para terminar mí más entrañable saludo a tantísimos compañeros de
aquellos años y a sus familias y un especial recuerdo a los ya fallecidos.
También a los profesores que nos impartieron clases como Don Alfonso Trujillo, Don
Francisco Dávila, Don Luis González de Ossuna, Don Brandon, Don Antonio Melián,
Don Domingo Pérez Bethencourt, Don Francisco Suárez, Don Félix Calzadilla, Don
José Taoro ... y a muchos salesianos,
algunos fallecidos, otros secularizados y otros todavía, obviamente
octogenarios o nonagenarios. Para ellos y para la actual reducida comunidad
quería tener unas especiales palabras de gratitud, y por fortuna las encontré
en la persona adecuada: el nuevo Rector Don Ángel Fernández que ha escrito "no hay, ni puede haber, tiempos
muertos, en la vida de un educador salesiano". De corazón que siga siendo
así. Gracias y buenas noches a todos. Lunes
19 de Enero de 2015…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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