EL CAMPO DEL PEÑON REGISTRÓ EL MAYOR LLENO
DE SU HISTORIA 6.000 PERSONAS…
EL C.D. PUERTO CRUZ GANÓ AL SILENSE, EN “EL PARTIDO DEL AÑO”.
Foto: Alineación que presentó el CD. Puerto Cruz en esa tarde gloriosa para
el fútbol portuense. De pie de izquierda a derecha; Vicente “El Rubio”, Berto,
Alberto Illada, Galindo, Elfidio, Arturo y Tito Pisaca.
Agachados de izquierda a derecha; Germán, Soriano, Pagés, Tito del Pino y
Vicente conocido por “El Mudo”.
Era el último domingo del mes de febrero del año 1960, tenía un servidor 9
años, y como de costumbre mi padre Juan Álvarez Díaz me lleva al fútbol , está
vez lo hizo al estadio El Peñón del Puerto de la Cruz que visité por
primera vez en mi vida, no sabía lo que era la placidez de una afición tan
grande, y me sorprendió la entrada al estadio por la portada derecha del Peñón
ya empezada la contienda de la mano de mi padre, ver muchas sillas en unas
trincheras más baja que el terreno de juego. Aquello parecía un volcán en
actividad que atravesaba las almas futboleras de aquella tarde portuense.
Estando en la biblioteca municipal de La Orotava ojeando la prensa
tinerfeña del mes de febrero de 1960, me encuentro este interesante relato del
entonces cronista oficial de EL DÍA Tinerfe que reproduzco a continuación; El
campo del Peñón ampliado en sus graderíos, con un terreno de juego mejorado, en
perfectas condiciones y completamente abarrotado de público, fue un magnifico
escenario del decisivo encuentro CD. Puerto Cruz y Juventud Silense.
Si a todo esto le unimos su privilegiado emplazamiento, que tiene como
fondo el exuberante Valle orotavense, el que junto con las montañas que le
circundan, proporciona toda la gana del color verde; el mar batiendo su lateral
de naciente, en cuyas aguas ajenas por completo a la pasión deportiva que a dos
pasos se estaba viendo, se bañaban en pleno mes de febrero los turistas
nórdicos; y si tan maravilloso marco esta presidido por la majestuosidad
impresionante del Teide, en una tarde clara y de sol radiante,
habrán de convenir ustedes que bien valía la pena de hacer el desplazamiento,
aunque el encuentro, como era de esperar cuando dos equipos se juegan tanto, no
respondiera a la expectación despertada.
EL PARTIDO NO FUE DIGNO DEL MARCO. Ya lo hemos adelantado: el partido no
respondió a la belleza del marco. Ambos equipos se mostraban muy afectados por
la decisiva importancia de los puntos que había en litigio. Muchos jugadores se
preocuparon de ir más al hombre que al balón, con el consiguiente perjuicio
para la calidad del juego desarrollado y aun para sus propios
intereses, pues de haberse empleado con la sola misión de jugar a la pelota
otro gallo le habría cantado.
Pasados los primeros minutos, en que parecía que el Puerto Cruz se iba a
imponer, reaccionó el Silense, y si su entrenador hubiera aprovechado aquella
coyuntura sicológica favorable, lanzando todos los efectivos de su delantera al
ataque, probablemente a estas horas el alirón no estaría resonando en el amplio
Valle de La Orotava. También el árbitro, con su error, al anularle un legitimo
tanto al Silense, contribuyó a que el cuadro local pasara aquellos minutos de
crisis y se repusiera de la sorpresa de verse superado por la mayor codicia del
adversario. El tanto que el señor Calvo anuló al conjunto visitante por culpa
del juez de línea, que levantó la bandera, señalando un imaginario fuera de
juego, pudo haber sido decisivo para la posterior marcha del encuentro, pues en
esos instantes el Puerto Cruz se hallaba desmoralizado, al comprobar que sus
arranques iniciales no habían tenido el fruto deseado. El gol fue completamente
limpio, puesto que en la jugada inicial no hubo fuera de juego, y en
el remate posterior el balón venía rechazado de un contrario.
Pasado ese cuarto de hora en el que mandó el Silense, pero sin precisar su
juego, volvió a imponerse el Puerto Cruz, que roseaba más la pelota y ligaba
mejor sus avances. No obstante, en otro de los contragolpes que
lanzó el Silense, hubo una formidable “melee”, en la que un defensa
local sacó la pelota de junto al mismo poste izquierdo, cuando ya Tito estaba
batido. Fue otra clara oportunidad en la que la suerte jugó un papel
importante. Esto ocurrió a los 23 minutos de juego. Ocho minutos más tarde vino
el primer gol portuense, que hizo vibrar los graderíos en donde se hallaban los
hinchas locales. Después de varios rechaces de la defensa del Silense, el balón
llego franco a los pies del interior izquierdo Del Pino, el cual de un gran
disparo raso lo alojó en la red. Sin más variaciones se llegó al descanso.
UN SEGUNDO TIEMPO BRONCO. Ya con el marcador, 1 – 0 a favor del
Puerto Cruz, el partido en este segundo tiempo tuvo un cariz demasiado bronco.
Los malos modos empezaron a salir a flote y muchos de los actores iban más a
procurar hacer daño a su inmediato adversario que a jugar el balón con sentido.
En este aspecto hay que reconocer que destacó más el Silense, aunque hubo
algunos hombres del Puerto Cruz que tampoco fueron mancos a la hora de
replicar.
Con el partido desenvolviéndose ya en un tono nada recomendable y el buen
juego brillando por su ausencia, el Puerto Cruz marcó su segundo y
ultimo gol, que ya dejaba resuelto virtualmente el encuentro. A los 37 minutos,
un acertado cambio de juego de Vicente, lo recogió el interior izquierdo Del
Pino demarcado sobre la derecha; la defensa del Silense dudó más de lo
conveniente y el disparo del citado jugador raso y cruzado,
sorprendió a Manolo en la mitad de su salida.
Cuando faltaban cinco minutos para el final, el arbitro expulsó al central
del Silense, Ninín, pero no hizo lo mismo con Del Pino, que también agredió y
hacia ya un gran rato que venía provocando a su adversario. La decisión fue
tardía, pues ya muchos antes ambos jugadores habían hecho meritos suficientes
para irse camino de los vestuarios, como los hizo el meta portuense, que
agredió descaradamente y sin balón aun delantero visitante, tomando
el árbitro la absurda decisión de castigarlo con golpe franco indirecto, cuando
siendo muy benigno era un penalti indiscutible. En esta falta, como en otra
castigada al meta del Silense, por estimar que había cogido el balón fuera del
área, cuando estaba perfectamente claro que lo tenía debajo de su cuerpo a más
de treinta centímetros dentro de la zona del castigo máximo, el colegiado
perjudico notablemente al Silense, aparte de que pasó también por alto una agresión
de Soriano, que dio ante sus propias narices con el balón en el rostro a un
jugador contrario.
Y ya el partido no tiene más que contar. A nuestro juicio, el Puerto Cruz
mereció la victoria, porque hizo algo mejor fútbol que el Silense y también fue
un poco más limpio en su juego; pero indiscutiblemente las mentadas decisiones
del árbitro, ambas de carácter decisivo, le favorecieron en grado sumo.
El Silense equivocó la táctica cuando tuvo el partido con signo favorable,
pues si bien Juanito hizo un excelente marcaje de Pagés, anulándolo por
completo, y Andrés vigiló bastante bien a Soriano la corpulencia del habitual
centro delantero Silense hizo mucha falta en ese futbol de contraataque que
intentó practicar el cuadro visitante, para lo cual era preciso
un delantero en punta de mas talla física que Manolo, que se pasó los noventa
minutos cometiendo faltas innecesarias.
UNOS Y OTROS. Por el cuadro vencedor cabe destacar a su meta Tito, que hizo
dos paradas de mucho merito, salvando otros tantos goles cantados. En la
defensa, el mejor el central, muy seguro y expeditivo, seguido de Elfidio; bien
los volantes, y en la defensa lo mejor el ala izquierda, y de esta Vicente, que
hizo un partido muy completo; también Soriano realizó un buen fútbol, pero a ráfagas.
Por el Silense, el defensa izquierdo, que fue además el jugador
más limpio de su equipo; el buen marcaje de Juanito y Andrés a Pagés
y Soriano, y los destellos de clase de Gilberto, junto al empuje de Lorenzo en
los medios. De haber pasado desde la mitad del primer tiempo
a Juanito al ataque, es posible que otro hubiera sido el resultado;
pero la decisión de Hernández Coronado llegó con mucho retraso.
EL ÁRBITRO. Ya dejamos dicho en el transcurso de la crónica, que no nos
satisfizo el arbitraje del señor Calvo; estuvo visiblemente casero,
perjudicando en sus decisiones al equipo visitante, las cuales influyeron en el
resultado final.
CITA DE HONOR. Esta cita de honor le corresponde a la directiva del Puerto
Cruz, pero de manera especial al hombre que lleva casi todo el peso de la labor
rectora. Nos referimos a su secretario Roberto Hernández, quien con el tesón y
un espíritu de trabajo realmente encomiástico, ha hecho posible aquello que nos
pareció un milagro; llenar hasta más allá de su capacidad el remozado campo del
Peñón. Por todo esto y por ese titulo de campeón, ya virtualmente en
las manos, nuestra más cordial enhorabuena…
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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