Fotografía
correspondiente a la primera mitad del siglo XX de la calle Cólogan de la Villa
de La Orotava, donde vemos el ambiente de entonces frente al ex convento de San
Nicolás de monjas catalinas y dominicas, reconvertido en Teatro Municipal, Sala
Power y convoy de viviendas de operarios municipales.
Edificio
tristemente destruido en la década de los años cincuenta del siglo XX, para
construir en su lugar los edificios; de correo y telégrafo, juzgados y Centro
de Salud.
El amigo y
compañero de docencia; Juan J. Martínez Sánchez. En su libro “LA OROTAVA, SUS
CALLES, SU HISTORIA” en las páginas 98, 99 y 100, con la colaboración del amigo
y convecino de la Villa de La Orotava MELCHOR DE ZARATE Y CÓLOGAN, nos habla de
la histórica calle “CÓLOGAN”: “…Ubicada por el norte con la calle Viera y por el sur
con las plazas de Patricio García y Casañas de la villa de La Orotava.
Por su calzada transcurría la acequia que conducía el
agua de los regantes de la zona poniente el Río, al estanque regulador de San
Martín. Cruzando la mencionada calle Viera a través de las inmediaciones de la ermita
del Carmen, sirviendo de lavadero público y abrevadero. Su denominación
de Cólogan, se tomó por decisión de la corporación municipal, en la
sesión celebrada, el 25 de enero de 1902. En honor a los méritos de don
Bernardo Cólogan y Cólogan. Que había nacido el día 13 y fue bautizado el 16 de
enero de 1847. Diplomático, al cumplir los 18 años fue destinado a la misión de
Constantinopla, Caracas, México y Pekín. Ministro en Colombia y China;
embajador en México y Tánger. En Pekín se distinguió notablemente como decano
del cuerpo diplomático en la defensa de las legaciones extranjeras y en las
negociaciones con el gobierno revolucionario, en nombre de las naciones
europeas que intervinieron en el conflicto, cuando la insurrección de los bóxer
ocurrida en el año 1900. La brillantez de su actuación en tan difíciles
circunstancias le puso en posesión de grandes cruces de casi todas las naciones
europeas. El gobierno español le concedió la gran cruz del mérito militar, con
distintivo blanco.
Fue una de las
vías que, por encargo del Licenciado Juan Ortíz de Zarate, acordeló, el
memorable día 29 de mayo de 1506, el capitán Diego de Mesa. Por su calzada
transcurría la acequia que conducía el agua de los regantes, de la zona de
poniente, al estanque regulador de los San Martín, situado en el lado Norte del
inicio del camino al Realejo, por la Luz Con el paso de los a ñ o s, esta
vía pública conoció varias denominaciones. La más antigua de ellas fue
"del Hospital", en ella establecido, prácticamente desde la fundación
del lugar, pues funcionaba en 1520. Este hospital de la Santísima Trinidad,
estaba por aquellos años situado al inicio de la calle; en 1624, Don
Nicolás de Cala fundó en su vecindad un convento de monjas dominicas, cuya
iglesia confinaba con la casa del hospital, por lo que ambas instituciones
estaban estrechas; por ello, dado el auge del monasterio, la enfermería se mudó
a un edificio construido más abajo, siempre en la misma acera, esquina con la
calle Viera. Allí lo conoció, en la segunda mitad del siglo XVIII, el
memorialista Don Juan Antonio de Anchieta y Alarcón, que llegó a ayudar en su
capilla a misa; desde allí se mudó, afínales de ese siglo, al Llano de San
Sebastián, donde se había fabricado un nuevo emplazamiento, cuyo edificio aún
subsiste.
También
se conoció a esta calle con el nombre de las Monjas, por el Monasterio de
San Nicolás, al que antes hemos aludido. Heredó su patronato Don Pedro de Cala,
que renunció a él, adquiriéndolo Don Diego Benítez de Lugo Grimaldi y
Westerling, tronco de los marqueses de Celada, por escritura ante Juan González
de Franquis, en 4 de septiembre de 1639, y se comprometió a erigir la capilla
mayor de la iglesia, a ensanchar y enriquecer el convento, por lo cual adquirió
las propiedades colindantes y, entre éstas, la casa del hospital, que
trasladaron.
En 1716, un
gran incendio destruyó la vecina mansión de Celada, residencia principal de los
patronos, y también gran parte del monasterio, que luego fue reconstruido,
corrigiendo, entonces, su alineación con la calle, ganando ésta en amplitud. Un
nuevo incendio, en 1761, dañó otra vez el cenobio, que restaurado, se adueñó
ahora de la totalidad de la manzana, comprendida entre las calles de Viera, La
Paloma (hoy Magistrado Barreda), el callejón que lo separaba de las ruinas del
palacio de Celada y la propia calle de las Monjas. Ese convento de San Nicolás
Obispo, no constituía un edificio apretado, sino un conjunto, formado por
la iglesia,
comunicada con las dependencias monásticas, refectorio, claustro, cocina y celdas,
separados por huertas y patios; todo ello, aislado del exterior por gruesos y
altos paredones. El templo, situado como ya dijimos en el extremo Suroeste,
hizo de parroquia durante los años que duró la construcción de la actual; del
convento sólo subsiste en la actualidad el extremo Noroeste.
Las sucesivas
ampliaciones y remodelaciones del monasterio de dominicas 98 dieron mayor
anchura a la calle, que de vía angosta pasó a ser ancha, con el inconveniente
de su acusada pendiente, pero la ventaja de permitir la contemplación de una
hermosa perspectiva urbana y paisajística.
Un tercer
incendio, ocurrido en 1815, hizo difícil la continuidad en el edificio de la
comunidad religiosa. Pocos años después sobrevino la desamortización y el
monasterio fue en gran parte municipalizado y transformado en "edificio
multiuso": la iglesia pasó a ser teatro y cine, el claustro mercado de
vituallas, en otras dependencias se instalaron la cárcel del Partido Judicial,
depósitos municipales, escuelas, etc.
En la segunda
mitad de este siglo XX comenzaron a ser demolidos sus restos, y su suelo, en
esta calle Cólogan, lo ocupan hoy los edificios de Correos, Casa de Socorro y
el Dispensario de la Seguridad Social; el resto del solar lo constituyen
viviendas unifamiliares y escuelas.
La acera de
Poniente está formada por viviendas de porte, fabricadas en épocas diversas: el
número 1 es edificio terminado en 1960, según planos del afamado arquitecto
grancanario Don Miguel Martín-Fernández de la Torre, propiedad de la familia
Zárate Altamirano; su vecina es una interesante casa, muestra de arquitectura
vernácula, en la que nació, el 12 de agosto de 1914, Doña Elisa González de
Chaves, fundadora del primer Colegio de Sordomudos de Tenerife; la número 5, es
una mansión construida en 1630, por Doña Marina de Franchi, destruida por un
incendio en 1745, y reconstruida por Don Carlos de Franchi; con el transcurso
del tiempo, ésta fue de Doña Rosalía de Franchi, III Marquesa de la Candía, de
quien la obtuvo Don Tomás Fidel Cólogan, esposo de Doña Laura Cólogan Franchi y
Heredia, IV Marquesa de La Candia, sus sobrinos, que reformaron el edificio; en
vida de sus nietos Doña Ana Cólogan y su marido Don Melchor de Zarate, la casa
fué notablemente mejorada; hoy es propiedad de sus hijos. Alquilada a las
Monjas de la Asunción de 1916 a 1920, sirvió de colegio y residencia de esta
comunidad de religiosas, durante esos años. Este inmueble tiene adosada a su
fachada, en su puerta principal, una plataforma de piedra, continuada con
una e s c a l e r a, particularidad que le ha conferido el nombre popular
de "casa de los escalones". En su jardín existió un singular castaño
que, según Viera, databa de la Conquista y que derribó un huracán, en 1953…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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