José de Viera
y Clavijo hace referencia en su Diccionario de Historia Natural de las Islas
Canarias, a que la “sangre de drago” no sólo era empleada medicinalmente, sino
también era muy solicitada para la elaboración de tintes, barnices o como
forraje, usos éstos que aún hoy podrían mantener vigencia.
Esta peculiar especie fue trasladada a Europa después de la conquista de
las Islas Canarias, siendo su comercialización tan importante que llegó a pagar
diezmos. Algunos navegantes catalanes y portugueses solían inscribir sus
nombres en los dragos (también lo hacían en los baobabs africanos), como señal
de posesión y ocupación de las islas que descubrían.
También fue muy apreciado por los romanos, que pagaban elevados precios por
la savia, usada por las damas romanas para hacer cosméticos. Durante la Edad
Media se le atribuyó a la "sangre de drago" propiedades para combatir
la lepra.
Se han hecho muchas especulaciones acerca de la edad que un drago puede
alcanzar.
Alexander von Humboldt, uno de los primeros investigadores ilustres de las
Islas Canarias, narra que un ejemplar tinerfeño de drago que se encontraba en
el Valle de la Orotava (destruido por un huracán en 1867), tenía 15 metros de
circunferencia y más de 6.000 años de existencia, lo cual lo ubicaría como un
verdadero fósil viviente.
Se trate de leyendas, mitos o realidad lo que envuelve y rodea a los
dragos, lo cierto es que Los Realejos ha sido premiado una vez más por la
naturaleza, por la gran variedad y cantidad que de estos árboles ha ubicado en
su entorno. Podemos destacar por su longevidad y belleza los dragos de San
Francisco en el Realejo Bajo y el de Sietefuentes en San Agustín, ejemplares de
gran porte con varios cientos de años de antigüedad cada uno; los dragos
gemelos del Realejo Bajo, un espectáculo prácticamente único e inexistente en
ningún otro lugar; el drago de la Rambla del Mar, que sobresale por encima del
manto verde de las plataneras, en una imagen espectacular de la costa
realejera; los dragos de Tigaiga, de aspecto silvestre y vocación de gemelos;
el de la Rambla de Castro, un bello ejemplar que emerge de entre el famoso
palmeral; Cada uno de ellos bien merece una visita y un reconocimiento.
El drago de San Francisco, situado en un altozano donde confluyen las
calles del Medio y Cruz Verde es, después del de Icod de los Vinos, el más
bello de las Islas. De él han dicho viajeros y escritores de otras épocas que
“su aspecto es extraño, se diría el de un enorme candelabro soportando un
bosque de yucas. Es ciertamente, uno de los vegetales más raros de la creación
y muchos han creído ver bajo su envoltura, la imagen del dragón de la fábula,
guardián de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides".
Su nombre científico es Dracaena draco y pertenece a la familia de las
Agaváceas. La floración de estos gigantes de la naturaleza se produce cada
quince años y constituye todo un espectáculo digno de presenciar.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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