Fotografía obtenida con mi cámara digital en el interior de la parroquia de
Santa Ana de Garachico, Semana Santa del 2009.
Datos que me remitió entonces el amigo de Garachico; CARLOS ACOSTA GARCÍA, referente
a su libro sobre la semana Santa en la Villa y Puerto, producción que está
totalmente agotada y que él me remitió entonces.
El cual fui a devolvérselo personalmente acompañado de mi señora Antonia
María González de Chaves y Díaz a su domicilio en Garachico, el viernes
Santos del año 2009, lo que le estoy totalmente agradecido.
Cuando hablamos de la Semana Santa de Garachico nos referimos,
casi siempre, a la que se desarrolla en la zona urbana. Sin embargo. Hay
procesiones en San Juan del Reparo, La Caleta de Interián y San Pedro
de Daute, núcleo éste último originario del municipio. En San Pedro se
conservan un Cristo de gran factura y una Dolorosa de cierto empaque, junto a
otras imágenes de menor entidad artística. Lo que ocurre es que la parroquia de
Santa Ana y las comunidades religiosas han acaparado siempre la atención máxima
por razones obvias. Las manifestaciones devocionales de los barrios han sido
casi oscurecidas por los cultos de la zona capitalina del municipio; es de
éstos de los que vamos a ocuparnos.
LAS RIVALIDADES: Las distintas celebraciones relacionadas con la
Semana Santa se vieron en el pasado influencia das por una serie de
situaciones conflictivas, en las que intervinieron distintas familias y
comunidades religiosas. Tal es el caso de las disputas mantenidas entre
dominicos y franciscanos en torno al Vía crucis y al Calvario de la localidad
10; el enfrentamiento entre la familia de Prieto y los beneficiados dé Santa
Ana por el traslado del Cristo de la Misericordia a un oratorio
privado; las rivalidades entre los clérigos que componían la hermandad de San
Pedro; los desagradables incidentes ocurridos entre don Nicolás de Ponte y los
frailes de Santo Domingo a causa de los trajes del Nazareno' Dolorosa, San
Juan, la Verónica y la Magdalena. De todo ello se hablará
en su momento. Digamos, sin embargo, que tales incidencias, al margen de su
desagradable desarrollo, ponen de manifiesto el afán de cada una de las partes
por mejorar las situaciones que originaron los conflictos. Aparte de que estas
incidencias hay que vedas con ojos diferentes, teniendo en cuenta la mentalidad
de una época que, necesariamente, ha de diferir mucho de nuestro mundo más
actual.
REPRESENTACIONES TEATRALES: Estamos de acuerdo con Miguel Tarquis
cuando en su tan celebrada obra sobre la Semana Santa de Tenerife
afirma que en realidad carecemos de noticias que nos permitan afirmar que en
el pasado se llevaron a cabo representaciones teatrales en los días de la
Pasión. Sí, las hubo -y las sigue habiendo- en las fechas entrañables
de la Navidad. Pero el no disponer de datos no significa
necesariamente que no existieran. Por lo que respecta a Garachico sabemos que
en 1715 hubo representaciones teatrales en el pueblo, pero sin qué podamos
precisar en qué mes. Aclaramos que tales representaciones nada tenían que ver
con la Semana Santa, a juzgar por cada uno de los títulos de las comedias
representadas. Y hemos de acercarnos mucho a nuestros días para encontrar
noticia escrita de representaciones teatrales en los días de la
Pasión de Jesús. Hablemos, mejor, de «intentos», porque la idea inicial no
fructificó.
En el programa de Cultos y Procesiones de 1956, leemos estas palabras:
«DOMINGO DE RESURRECCION» A las 9,30 de la noche, el Teatro de Divulgación
del Frente de Juventudes de Santa Cruz de Tenerife, presentará en las escalinatas
del Ayuntamiento el Auto Sacramental de D. Pedro Calderón de la Barca:EL
GRAN TEATRO DEL MUNDO. Pues bien: hemos sido testigos de cuanto vamos a afirmar
en torno a la cuestión que nos ocupa por haber formado parte de la
Comisión de Cultos. Y queremos expresarlo todo con sencillez y brevedad.
Se montó un espléndido escenario, verdaderamente espectacular y muy a tono con
la obra elegida. Se prepararon debidamente todos los detalles y se creó un
clima de expectación generalizada. Pero, poco antes de comenzar la
representación, una lluvia torrencial echó abajo el intento. Se pretendió
luego, sobre la marcha, ofrecer el acto en el interior de la iglesia
franciscana, adosada al edificio de las Casas Consistoriales y que entonces
estaba aún sin restaurar. No fue posible: las deficiencias observadas en la
techumbre de la iglesia no hicieron aconsejable la representación. Unos años
después, también antes de la década de los sesenta, se intentó
representar El retablo de San Miguel Arcángel, uno de los
dramas fantástico-religiosos que Juan Antonio de La iglesia llevaba por los
pueblos peninsulares con su grupo teatral «La Carreta». El recuerdo del primer
fracaso seguía en la mente dé los organizadores. Todo quedó en intento.
Hay sin embargo, en algunos actos litúrgicos de la Semana
Santa garachiquense un matiz de representación dramática, como pudieran
ser, entre otros, el enterramiento de Cristo, al filo de la medianoche del
Viernes Santo; el encuentro entrela Verónica y Jesús en la VI testación;
el Vía crucis oral de la mañana del Viernes, al pie del Nazareno; la
sustitución del propio Nazareno por el Crucificado de Andújar en el calvario de
los dominicos; el reparto, entre los fieles, de los trozos de algodón que
estuvieron en contacto con el Cuerpo del Cristo Yacente en su urna; la
procesión del Despedimiento de Cristo y su Madre, hoy inexistente pero que tuvo
su desarrollo en el Martes Santo de épocas pasadas.. .
El denominador común de todos estos actos es la emoción. Una emoción que se
palpa en medio del silencio más respetuoso, incluso por parte de quienes no son
creyentes.
LO FORÁNEO: Hablábamos al comienzo de este trabajo de la permanencia
secular especialmente en los pueblos más pequeños, de las tradiciones
heredadas. Sin embargo, hay que hacer mención de la llegada de situaciones que
poco o nada tienen que ver con las costumbres del pasado. Ejemplos tenemos
varios. Y no puede decirse que sean privativos dé Garachico. La
Laguna ha sabido rechazar algunas de estas modas recientes, que han
terminado imponiéndose en varias localidades. De todos modos, no hay aquí
palabras de censura para nadie. Nos limitamos a dejar constancia de detalles
que se imponen sin remisión. Nos referimos a los mantos largos de las Vírgenes,
algunas de las cuales aparecen bajo palios bordados al estilo andaluz; a
imágenes de Cristo en el paso de la Entrada Triunfal de Jesús en
Jerusalén; a los Crucificados que desfilan sin basa o trono, en sentido
horizontal, como ocurre en el propio Garachico con el de la Salud, que
siempre es recibido, tal vez por esta innovación, con la curiosidad máxima...
La libertad litúrgica, por otro lado, permite ahora que una imagen pueda
tomar parte en una procesión acompañada por el Santísimo Sacramento, lo que no
estaba permitido en pasadas centurias. En Garachico, el Domingo de
Resurrección, meta final de los cultos, la imagen del Resucitado, una de las
más antiguas de cuantas desfilan en la Villa, toma parte de la procesión
mañanera junto a S. D. M., mientras que, hace escasos años, salía el Santísimo
por la mañana y el Resucitado por la tarde. Hoy 10 hacen conjuntamente porque
los tiempos cambian y la Iglesia suele adaptarse a los tiempos.
RUEDAS EN LUGAR DE HOMBROS: Los carros con ruedas de automóviles se
han impuesto por razones de comodidad. Las «cuelgas» de los tronos son ahora
más lujosas y, por supuesto, más necesarias que nunca porque esas ruedas yesos
carros deben quedar fuera de la vista de los fieles. Lo cierto es que el 90% de
los pasos no desfilan ahora sobre los hombros de los costaleros o cargadores.
Puede que con las nuevas técnicas se haya perdido la autenticidad de los
orígenes, pero debió ser paso inevitable cuando se ha decidido que se haga así.
Por otra parte, la organización de la Procesión Magna, integrada por 20
pasos, precisaría de un centenar de hombres para llevar todos los tronos sin
recurrir a los carros. Las dificultades serían, en efecto, mayores.
Predominan las imágenes de vestir o de candelero. Incluso se da el caso de
que algunas imágenes que tuvieron en su origen trajes dé pasta o encolados,
sufrieron luego transformaciones importantes, quedando el ropaje primitivo
bajo las túnicas y mantos de terciopelo, sobre el que se bordaron en oro
diversos motivos florales. Tal es el caso del Nazareno, imagen de cabellera y ojos
postizos, que esconde su ropaje primitivo por otro superpuesto. Cuando un traje
bordado se estropea por el paso del tiempo, suele aprovecharse el bordado en
oro, que se coloca cuidadosamente en la nueva vestidura.
HERMANDADES Y COFRADÍA: Para conseguir la mayor brillantez del culto
externo trabajaron denodadamente las cofradías y hermandades, muchas de las
cuales, superada una dilatada etapa, pasaron a mejor vida, dejándonos sólo el
recuerdo de su nombre. Permanece, sin embargo, la del Santísimo, fundada en
1624, aprobada por el obispo Guzmán en 1626 y confirmada por el Nuncio
Apostólico de España, César Moncio, patriarca de Antioquia, en 1630. Aunque ha
superado los tres siglos de existencia, no fue la primera. La supera en
antigüedad la llamada de la Misericordia, que data de 1556, es decir, el
mismo año en que comenzó a reinar en España Felipe II. Relacionada directamente
con la “procesión de disciplina del Jueves Santo”, desapareció al paso del
tiempo. Tampoco existe la de Nuestra Señora de la Cinta, en la que
descansó, en pleno siglo XVII, la procesión del Señor de la
Humildad y Paciencia.
Las fechas que dejamos expuestas pueden significar cierta aclaración a los
orígenes de las procesiones garachiquenses, aunque los datos no nos aclaren del
todo la cuestión. A la hora de hablar de antigüedades han de mencionarse las
procesiones de la Cena, del Resucitado, especialmente, la del Cristo
de la Misericordia, las tres más lejanas en el tiempo, sin duda alguna,
según se especificará al hablar de cada cortejo Procesional en los distintos
días de la Semana Mayor. No hay, por nuestra parte, pretensión de
citar a Garachico como el lugar geográfico de Tenerife que tuvo las primeras
procesiones penitenciales. Habrá que admitir, junto a Garachico, los nombres de La
Laguna. La Orotava, Santa Cruz, Puerto de la Cruz e Icod -el
orden no indica cronología alguna- como localidades que tuvieron las más
antiguas y numerosas procesiones de la Isla y, posiblemente,
de la Región. No en vano fueron estas entidades de población las que
mantuvieron un mayor número de edificaciones monásticas, que son un buen índice
a la hora de clasificar estas manifestaciones devocionales.
Como final de estas apreciaciones preliminares queremos dejar constancia,
muy brevemente, de las fechas de fundación de cada uno de los conventos
garachiquenses. Lo hacemos por entender que tales fechas podrán ilustrar al
lector menos avezado a la hora de clasificar cronológicamente las distintas
procesiones, cuando se hable de ellas al estudiar las de cada día.
El convento franciscano fue fundado en 1524 por don Cristóbal de Ponte y su
mujer, doña Ana de Vergara. Se levantó el edificio bajo la advocación de
Nuestra Señora de los Ángeles y contó, en todo momento, con la protección de
su fundador, quien construyó en la capilla mayor su propio mausoleo, «una
magnifica urna de mármol de cerca de dos varas de alto, sostenida por cuatro
leones y en circunferencia doce pequeñas estatuas de los doce apóstoles,
rematando todo esto dos estatuas acostadas sobre cojines de mármol, que
representaban a los dos patronos, Cristóbal de Ponte y Ana de Vergara 12. La
erupción de 1706 se encargó de convertir en polvo el mausoleo y, probablemente,
las estatuas, aunque no falte quien opine que se encuentran en algún lugar,
debidamente custodiadas. El convento fue reedificado entre 1714 y 1721,
teniendo luego que soportar una serie de vicisitudes hasta que, muy
recientemente, se le restauró para destinarlo a Casa de la Cultura.
En 1580 se fundó en San Pedro de Daute el convento dominico, por el
desprendimiento del capitán don Bartolomé Gan y su esposa, quienes ofrecieron
parte de sus bienes para conseguir sus propósitos. Sin embargo, como la vida
comunitaria se desarrollaba en la zona urbana del pueblo, junto al floreciente
puerto, se levantó, en 1601, un nuevo edificio, realmente espléndido, en
terrenos de don Nicolás de Ponte y sobre una primitiva ermita dedicada a San
Sebastián. Su situación privilegiada le permitió subsistir sin que la erupción
de 1706 lo afectara en absoluto. Perdió luego su esplendor cuando llegó la
desamortización de Mendizábal. Fue cementerio municipal y hoy, ya restaurado,
cumple su claustro funciones asistenciales, mientras la iglesia espera una meta
dentro del campo de la cultura.
Pero el años antes del traslado, desde San Pedro, de este cenobio dominico,
había sido fundado el de monjas claras por iniciativa de don Alonso de Ponte,
esposo de doña María de las Cuevas, quienes obtuvieron de S. M. el Rey Felipe
II y del ordinario eclesiástico de Canaria la competente licencia. Se
construyó el espacioso convento bajo la advocación de San Diego, cuya imagen
titular, atribuida a Martínez Montañés, aún existe en el convento de
concepcionistas. De la edificación de clarisas no quedan restos.
Fue en enero de 1621 cuando María López Prieto de Saa y su esposo Julián
Moreno firmaron escritura ante Gaspar Delgadillo para fundar el convento
agustino, que tantos contratiempos hubieron de sufrir a lo largo de su
existencia. Primero, porque no era aceptado por otras comunidades ni por el
propio pueblo, donde ya se estimaba demasiado elevado el número de
edificaciones monásticas. Y luego porque el fuego se encargó de hacerlo
desaparecer, con lo que Garachico perdió un edificio espléndido, en el que eran
impartidas diversas clases y que albergaba importantes esculturas, algunas de
las cuales se conservan en la actualidad.
El obispo Villanueva había intercedido en favor de los agustinos en los
momentos de su contradicción y, por fin, en 1640, una Real Cédula de Felipe IV
puso fin a los conflictos que se habían iniciado 19 años atrás.
Finalmente, en 1637, nació el quinto convento de Garachico, el de monjas
concepcionistas franciscanas. Fue el último en edificar se y es el único que
tiene vida actualmente, porque alberga en su interior a una comunidad
religiosa, integrada ahora por 25 monjas de clausura. Fue fundado el monasterio
por don Cristóbal de Ponte y Hoyo y doña Isabel Francisca Llarena, quienes
encontraron en el obispo Villanueva el apoyo preciso para llevar a cabo la construcción,
que tuvo como solar unas casas que Pedro Díaz Franco tenía en la calle de
Abajo, hoy Esteban de Ponte. Un incendio lo destruyó en 1709 y sólo 40 años
después, en 1749, pudieron volver a él sus moradoras, cuando el convento fue
reedificado gracias al apoyo del obispo Juan Francisco Guillén.
El convento agustino y el de monjas claras desaparecieron después de una
serie de contratiempos. Los de Santo Domingo y San Francisco siguen en pie. No
son patrimonio de la Iglesia, sino del municipio. Sólo el de San Pedro y
San Cristóbal continúa cumpliendo su misión secular desde que fue edificado…//…
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABREU
PROFESOR MERCANTIL
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