Del libro de Domingo de
Laguna “Personajes en la vida de Canarias”.
La Justicia española, a lo largo del último siglo, ha
encontrado, en hombres de Canarias, a algunos de sus más valiosos valedores y
colaboradores en su dictado y en su cumplimiento, sobresaliendo, en la segunda
mitad, una serie de personalidades jurídicas que ratifican la excepcional
capacidad, rectitud, honradez y espíritu de justicia que les ha llevado a ser
figuras de excepcional relieve en el campo del Derecho nacional e
internacional.
En el
caso que ahora nos ocupa, nos referimos a una de las personalidades canarias
con una historia ejemplar en su ejecutoria, el Excmo. Sr. don José del Campo y
Llarena, magistrado del Tribunal Supremo y jefe de la Inspección Central
del Alto Tribunal de la
Nación.
Nació
el día 29 de marzo de 1908. Sus padres fueron don José María del Campo
Tabernillas (general de Infantería) y la distinguida señora, doña Antonia
Llarena y Bravo de Laguna. Contrajo matrimonio con la noble dama de la villa de
La Orotava (Tenerife), doña Luisa Cúllen y Lugo; y fruto de dicho matrimonio,
un sólo hijo: don José María del Campo y Cúllen, magistrado de Trabajo y
miembro de la Carrera
Fiscal.
Don
José del Campo y Llarena realizó sus estudios de bachillerato en el Colegio de
San Ignacio de Loyola, de los Rvdos. PP. Jesuitas, en Las Palmas, pasando luego
a cursar íntegramente la carrera de Derecho en la Universidad de San
Fernando (La
Laguna- Tenerife-Canarias), en la cual obtuvo brillantemente la Licenciatura.
En el
año 1934 ingresó en la carrera judicial, pasando a ocupar su Primer destino en
el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Icod de los Vinos (Tenerife).
De forma notable fue ascendiendo a las diferentes categorías de juez, pasando
a desempeñar, sucesivamente, los juzgados de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife); Santa
Cruz de La Palma
(Canarias); y el de la capital de la provincia, Santa Cruz de Tenerife
(Canarias). Este último por dos veces en su brillante carrera.
Promovido
a magistrado, en el año 1949, pasó luego a desempeñar el Juzgado de 1 a Instancia e Instrucción n°
2 de Las Palmas (Canarias) y, posteriormente, en el mismo año, el Juzgado de
igual clase en nuestra capital provincial, Santa Cruz de Tenerife.
Siendo
Juez de Primera Instancia de la Ciudad Universitaria de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), fue
designado por la Sala
de Gobierno del Tribunal Supremo de la Nación, secretario de la visita de Inspección
que realizara el presidente de la Sala Primera de dicho Alto Tribunal a los
entonces Territorios de Protección y Soberanía de Africa del Norte y provincias
del Golfo de Guinea.
Ha sido
también inspector de Justicia Municipal en las provincias de Santa Cruz de
Tenerife y de Las Palmas de Gran Canaria y asimismo ha desempeñado, en
diversas ocasiones, juzgados especiales.
Promovido
a magistrado de ascenso fue nombrado magistrado de la Sala de lo Criminal de la Audiencia Territorial
de Las Palmas (Canarias), en el año 1.953, ejerciendo este cargo hasta 1955,
en que pasó a desempeñar la
Presidencia de la Audiencia Territorial
de Lérida y en 1956 la de Santa Cruz de Tenerife, en la que permaneció hasta
1961. En este último año y ya con la categoría del magistrado de término, fue
designado presidente de la Audiencia Territorial de Las Palmas (Canarias),
cargo que desempeñó hasta 1968 en que fue promovido a magistrado del Tribunal
Supremo, con destino en la
Sala Primera y, posteriormente, jefe de la Inspección Central
de Tribunales, en dicho alto tribunal de la Nación.
En
junio de 1973 fue designado para el alto cargo de la nación de subsecretario,
del ministerio de Justicia, en el que cesó en el mes de marzo de 1975, para
reintegrarse a su destino de inspector-jefe de Inspección Central de
Tribunales del Tribunal Supremo.
Su
labor de entrega a la
Justicia ha sido premiada con la Gran Cruz Distinguida,
Cruz de Honor y Gran Cruz de la
Orden de San Raimundo de Peñafort, así como la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, está
entre sus más preciadas condecoraciones. Su caballerosidad y entrega, humanidad
y honradez, le han hecho acreedor a otras valiosas distinciones en los altos
cargos y ciudades en que los ha ocupado.
La
figura del magistrado del alto tribunal, don José María del Campo y Llarena, fue
entrañable y querida, no sólo en el campo jurídico, sino derivada del trato
humano que le ha distinguido siempre en los altos cargos que ha desempeñado en
las dos provincias canarias, logrando el respeto y la admiración de todos los
isleños.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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