lunes, 4 de diciembre de 2017

MAESTRO JULIÁN



Maestro Julián, me recuerda la narrativa “ El Viejo y El mar" aunque yo la denominaría “El Viejo y La Carretilla”, uno de los grandes títulos del novelista estadounidense Ernest Hemingway, miembro prominente de la llamada Generación Perdida que escribió este texto en Cuba en los inicios de la década de los años cincuenta del siglo XX. Una novela psicológica-filosófica expuesta con tanta ternura como lirismo, aborda en una trama aparentemente simple, pero compleja en sus propósitos temáticos, asuntos como la superación personal, la dignidad, la determinación de objetivos o la lucha del hombre con la supervivencia.
Don Julián Pacheco Rodríguez (maestro Julián) nació en La Villa de La Orotava al final del siglo XIX, emigró a Cuba, en donde pernoctó cuarenta y tres años. En la perla caribeña, trabajó con una carretilla enorme donde transportaba la basura orgánica, sobras de comida, hojarasca de las plantas y estiércol, para hacer abono natural. Y vender a los agricultores.
A la vuelta a su tierra natal, se afincó en el Barrio orotavense conocido por “El Ramal”, y se auto fabricó una carretilla para seguir con el oficio que vivió en Cuba.
Lo recuerdo con todo el cariño del Mundo octogenario con su carretilla cargada unas veces de basura orgánica y otras veces de papel y cartón. Me preguntaba, como ese pobre hombre longevo podía con ese enorme peso, era una pregunta totalmente  insólita que siendo aún un niño en edad colegial, impresionaba verlo bajar por la calle El Calvario y se perdía en el final de la misma. Nunca supe su destino. Hasta que me encontré esta excelente y recordatoria fotografía tomada en los estudios inolvidables de “Foto Portero” en la calle El Calvario de la Villa, en el baúl de los recuerdos de mi madre María del Carmen Abréu González.
Una fotografía familiar, puesto que tenía un parentesco por el apellido “Rodríguez” con mi abuelo materno Bruno Abréu Rodríguez. Sabía que era hermano de Raimundo Pacheco Rodríguez, que trabajó muchos años en “La Calera” de don Antonio Hernández (De Las Tapias) que estaba ubicada en el viejo camino de Los Cuartos (actual Avenida de Emilio Luque Moreno), y que al final se hizo con su propiedad y que por motivos urbanísticos la trasladó al lugar conocido por “El Risco Caído” que aún se conserva sin actividad. Le pregunté a su hijo menor buen amigo mío, a donde llevaba la basura su tío Julián, me contestó, a la finca que estaba detrás del Colegio de San Isidro de La Villa de La Orotava, propiedad de don Eustaquio Díaz conocido por todos por don Eustaquio “El Peluja”, como habían estado en Cuba, él se la pagaba para abonar su finca, que todos nosotros conocíamos, porque en ella estaba la que llamábamos “Piscina de La Villa”, que era el estanque del “Peluja”. Su sobrino me dijo que también le cargaba el agua potable con dos grandes latones colgado de su hombro previstos de un palo y dos gruesos alambres laterales, desde los recordados y desaparecidos grifos urbanos a su casa en la plaza La Paz, al industrial orotavense don Cipriano Hernández que entonces tenía un comercio en la esquina de la citada Plaza con el final de la calle El Calvario.
Maestro Julián sigue en la retina de nosotros, los niños orotavenses del final de la década de los años cincuenta y principio de los sesenta del siglo XX, porque su perfil, de hombre luchador, bajito y no muy corpulento, y de edad muy setentona (como lo vemos en la foto), vivía de este duro oficio, del arrastre de la basura en una simple carretilla. Murió con 97 años y con las botas puestas, pues trabajó con el oficio hasta que nos dijo adiós definitivamente.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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