Si hay algo que ha marcado en la memoria de los orotavenses la
creación literaria popular es sin duda la poética, de estos dos recordados
personaje populares e indigentes, que frecuentaban las calles, callejones y
caminos de La Villa de La Orotava.
Margarita y Perico, su poética parece concretar la cita de ellos en el tiempo viviendo en la calle, a
la intemperie y luchando por conseguir lo imposible de la vida, el pan de cada
día. Prefiero centrarme más bien en explicar la realidad, que tengo almacenada
en el cerebro. Una realidad de mi niñez, de mi primera juventud, cuando era
colegial. De ver a Margarita casi siempre en una de las esquinas de la zona
norte de la plaza de la Constitución, de la Alameda, del Kiosco de la Música o
de Los Soldados del Acuartelamiento de San Agustín. A la espera de algo que
ella necesitaba, característico de un indigente. Usaba un bastón que casi
sobresalía su estatura, y daba un paso adelante y dos hacía atrás. Su único
techo en principio fue el convento de San Benito dominico orotavense, en un
cuartito, que solo cabía ella, simplemente ella. Para finalizar su vida en el
Hospital de la Santísima Trinidad de la Villa.
A Perico lo conocíamos cariñosamente “Por El Culo Goma”. Su
poesía era sin techo, al menos yo le recuerdo, su única habitación de descanso
era la calera del camino de Los Cuartos (actual avenida de Emilio Luque Moreno),
muchos disgustos se llevó, cuando utilizaba la cal para huir del frio, de los
inviernos lluviosos, quemaduras en su pobre piel. Calenturas que
filosóficamente reprendía con el tirar una piedra a aquella chiquillada
ignorante de los juegos colegiales y juveniles de muchachos orotavenses de
turnos que lo hacían transigir, para verlo fogoso.
La fotografía es una boda real, la boda orotavense del siglo
XX, parece una parodia simplemente por los protagonistas, pero es más real que
la de un rey de cualquier nación. Se produjo al final de sus vidas, cuando
convivían en el desaparecida Hospital de la Santísima Trinidad del ex convento
de San Lorenzo, que Viera le llamó el Escorial de las Canarias. Una foto
inédita tomada en la plaza de San Francisco por el costado sur, puesto que
entre ellos vemos la famosa pila de piedra charnera exportada de Aruca (Gran
Canaria), que siempre ha adornado la mencionada e histórica plaza orotavense.
Margarita y Perico, cumplieron su misión, vivieron entre
nosotros siempre en busca del pan de cada día y del techo que lo hicieran
disfrutar de la vida y se fueron feliz cumpliendo con razón lo que es el lapso
de la humanidad, un matrimonio real, de caridad, de misericordia y de paz.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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