El amigo del Puerto de la Cruz; CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces
(18/12/2013) estas notas que tituló; “NUESTRO VALLE, PARAÍSO PERDIDO ENTRE BRUMAS”: "...Entre brumas se yergue su cima verde, se evade buscando
expandirse hacia el cielo; y sus costas, batidas por el ondulante oleaje,
resisten sus ímpetus salvajes. Abajo se oye el murmullo de las olas, como un
eco viril cuando muere la tarde. En nuestro afligido delirio sentimos renacer
tantos recuerdos imperecederos...
¡Al Valle se
lo han cargado, eso es evidente! Sus campos han sufrido, en las últimas
décadas, un duro golpe de consecuencias irreversibles. Ya de poco sirve hacer
tristes comentarios al respecto. ¡Oh Dios!, ni se inmutan al verle morir,
sangrando las huellas de las crueles embestidas del acoso de las pesadas
máquinas del mal llamado "progreso". Donde se dieron cita todos los
encantos naturales de la Creación, con su singular fauna y su flora autóctona,
exquisitas por sus múltiples y variadas especies, que versados y curiosos
personajes nacionales y foráneos, estudiaron con fiel dedicación, sus
extraordinarias cualidades naturales, para enriquecer sus experiencias
científicas. Se le conocía, entonces, como: "Paraíso perdido entre
brumas", exaltando nuestra exuberante vegetación, desde la risueña orilla
atlántica hasta el hidalgo Teide y su entorno paisajístico, único por
excelencia, bajo el cielo azul que nos custodia; y mirando al mar, las olas nos
bañan. Surge desde la orilla oceánica hasta la negra arena. Luego la verde
ladera, que se cubre, en momentos determinados, de espesas nubes, (panza de
burra) masa densa y más opaca cuando oscurece el día en sus bellos atardeceres.
Desde su
perspectiva paisajística, y pese al lamentable deterioro sufrido, aún podemos
deleitarnos de rincones y panorámicas que nos facilitan la espectacular visión
de aquellos quiméricos momentos de exaltación poética a través de esos
vestigios encantadores, tan significativos, que dicen de sus bellezas lo que
mis palabras no alcanzan a reflejar.
Recuerdo,
siendo muchacho, cuando el campo olía a campo y nuestras playas al musgo fresco
sobre la arena, de las algas fenecidas allí varadas. Los verdes peñascos de los
bajíos resplandecían bajo el sol acariciador; aire salobre y yodado, todo olía
a mar limpio.
¿Acaso, no
echamos de menos aquellos caminos vecinales y atajos, cruzando plataneras, valle
abajo, para llegar a Martiánez por la Paz y descender por el majestuoso
acantilado, no sin antes beber el agua cristalina y fresca en la fuente?..
¡Cómo estaban de flores en todos los bordes de las viejas carreteras de
Tenerife! ¡Y cómo, de exuberante colorido las del Valle de La Orotava! ¿Por qué
no es hoy todo así de igual? ¿Acaso el hombre se ha convertido en un ser
insensible, apático y desordenado? ¡Qué lejos está aquella excepcional época,
vital e irrepetible! Por más que nos tilden de románticos, aún quedamos
nosotros para recordar aquella dimensión poética y sentimental de sus encantos
naturales que nutrieron tantos sueños de amor y alimentaron la ilusión de
nuestros antepasados. Entonces todo era tan distinto, y hasta las gentes fueron
más sensibles. Compartían con la Naturaleza la bonanza de sus irresistibles
encantos..."
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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