El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ remitió entonces (11/02/2017)
estas notas que tituló “EL PUERTO DE LA CRUZ Y «EL BAJÍO DE ARRIBA»”: “…Los ecologistas gritan desde todas partes en pro del
sano ambiente. Aunque pocos les escuchen, yo también quiero levantar mi débil
voz en pro de ellos. Alguien me atenderá. Tengamos presente que, nuestros hijos
y nietos heredarán los pueblos que construimos.
Los años
transcurren implacables. En su avanzar «cruel», menoscaban tanto las personas
como los pueblos. Aquellas terminan, pero los pueblos continúan. Nuevas
generaciones las ocuparán. Mas las ciudades no se pueden quedar estáticas ni
rezagadas. Ponerlas al día, corresponde a los nuevos ocupantes. A quienes
cumplieron su destino, que Dios los acoja en su Reino. A quienes seguimos
respirando que nos dé tiempo para el arrepentimiento. Existen pueblos que no
avanzan ni se modernizan, motivados casi siempre por falta de recursos
eco-nómicos, o escasez de ideas en sus dirigentes. Otros, sin embargo, con más
entradas a sus arcas, unidas a la sagacidad de sus ediles, aumentan y se
modernizan rápidamente. Este es el caso de mi ciudad: El Puerto de la Cruz, que
en pocos años ha pasado de pequeño pueblo a gran ciudad; siendo hoy en día
centro visible y emporio del negocio turístico en Canarias. Valiéndole el
título de Ciudad Turística por antonomasia. A pesar de tal excelencia, que creo
bien merecida, no todo fue bien hecho en el Puerto de la Cruz. El boom del
turismo a partir de los años 60 (siglo XX) trajo sus negativas consecuencias.
La falta de planificación suficiente y coherente del solar portuense, ocasionó
algunos embrollos que hoy se están pagando.
No se tuvo en
cuenta que al irse agrandando el municipio necesitaría: amplias zonas verdes,
peatonales y dé aparcamientos. Saltáronse a la torera ciertas normas a respetar
en las construcciones, tales como: distancias, alturas, etc., no se respetó
suficientemente el entorno ecológico marino, pues los vertidos al mar dañaron y
siguen dañando su flora y fauna, tan exuberante.
Después de lo dicho
vengamos al llamado «bajío de arriba». Días atrás mentaba nombres de
charcos y riscos del «Bajío Ranillero» portuense. Ahora desaparecido bajo
tierra con motivo del sin futuro parque marítimo. Pues bien, como todos
sabemos, este municipio (casco urbano) se divide en dos grandes zonas:
<<La Ranilla» que abarca «San Felipe» con «Teja›; y «Martiánez» que
comprende: «San Telmo», Paz» y «Taoro». Siendo el cordón umbilical y centro de
unión neurálgica la políglota plaza del Charco. Sí, esta popular y
conocidísima plaza (ahora tan mal tratada) divide en dos mitades el territorio
portuense. Su muelle pesquero fracciona en dos, también, su bajío. Antaño
prodigioso criador de peces, cefalópodos, moluscos y crustáceos. Y digo antaño
porque ya no existen. Los sepultaron. El primero, como quedó dicho, para
construir el parque marítimo. Y el otro para el complejo Martiánez. Al «bajío
ranillero» se le conocía como el «Bravo» mientras que al de Martiánez como el
de «Arriba» (términos marinos, claro). De forma que si un pescador decía, cogí
tantos peces o pulpos, el otro le preguntaba, ¿en qué bajío? teniendo que
aclararle de qué bajío se trataba. Sabido el lugar donde cogió tanta cantidad,
esperaba a que hubiera otra marea para allí acudir en busca de suerte. Y así
ocurría, puesto que ambos bajíos eran prodigiosos y generosos, no decepcionaban
a nadie; todo el que buscaba encontraba, bien sean: pulpos, lapas, cangrejos,
almejas, morenas e incluso peces. ¡Qué pena que estos dos bajíos portuenses
hayan desaparecido para siempre! Traigo a este articulito como en el anterior,
nombres de ensenadas, charcos y riscos del bajío de «Arriba» (Martiánez) que
muchos de mis conciudadanos, y también de otros pueblos recordarán con
nostalgia, puesto que eran lugares de encuentros para el chapuzón en el cálido
verano portuense. Hélos aquí: «charco de la soga», <<la coronela», «los
padartes», «charco molina», <<la carpeta», «el reboso», «San Telmo», «los
piojos», <<la barranquera», «el caletón», << la cebada», «el pris»,
<da albarda», etc. Quisiera dejar grabado en estas páginas el encanto de
este magnífico bajío «de arriba» / playa de Martiánez / donde el perfume de las
algas y el yodo embriagaba y embelesaba. Siendo motivo de inspiración a cuantos
artistas lo visitaban; he aquí un reflejo en verso:
Una tarde
deliciosa
Sentado junto a
la playa
Mis ojos seguían
prestos
El jugueteo del
agua.
Rompíase, yo pensaba,
Un finísimo
cristal
Al chocar ola con
ola
En aquel inmenso
mar.
La blanca espuma en la
playa
Con su liviano
color
A las perlas
semejaba
Con los
destellos del sol.
Los peces multicolores
A millares se
acercaban
Y en la orilla
juguetones
De ensueños a mí
me hablaban.
Quedé dormido, y
sirenas
La bienvenida me
daban
Tocaban con
caracolas
Sonidos que me
encantaban.
Al son de las melodías
Los delfines
daban saltos
y por encima del
agua
Parecían estar
bailando.
Una majestuosa sirena
Lentamente se
acercaba,
Portando cetro y
corona
En oro y coral
tallada.
Deslumbraban como el
sol
Los símbolos que
mostraba,
Frente a mí se
para y dice:
¿Los ves? ¡Tú,
serás partícipe!
Un graznido,
penetrante
De impertinente
gaviota
Despertóme en un
instante
A la realidad
penosa.
Llegará un día en que
siempre Gocemos sin sufrimientos; Mas en esta breve vida Es nuestra suerte el
esfuerzo.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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