El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA
ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna remitió entonces
(28/03/2020) estas notas que tituló “SOBRE LA MENDICIDAD EN LA OROTAVA A FINALES
DEL SIGLO XIX”: “…El
análisis de la prensa durante el siglo decimonónico nos permite realizar un estudio
de la realidad canaria desde diversos puntos de vista. Un ejemplo de ello lo
advertimos en la labor desarrollada por el periódico El Valle de Orotava,
disponible para su consulta en los amplios fondos hemerográficos de la
Biblioteca Municipal de La Orotava. Con fecha 3 de junio de 1891, recoge la
necesidad de actuar con medidas de ayuda y apoyo a personas que, sin ningún
tipo de auxilio, esperaban en el exterior de las viviendas a recibir la limosna.
La circunstancia es descrita de la siguiente forma: situados frente a las casas
que acostumbraban darles limosna, permanecen allí a veces horas enteras,
haciendo triste guardia a los señores que les envían el caritativo óbolo por
conducto de sus criados. La sociedad “La Caridad” ya había denunciado esa
realidad, con el fin de buscar una solución mediante la implicación de las
autoridades locales. El artículo matiza que en las filas de personas en esa
situación era evidente la presencia de individuos que acudían desde otros lugares,
criticando, con especial atención, la llegada de portuenses. ¿Por qué era tan
preocupante? La realidad era que ya se habían constatado varios brotes de viruela
en el núcleo costero.
Una muestra de la
necesidad de actuar contra esa enfermedad infecciosa grave y contagiosa lo
obtenemos en el caso orotavense, que prohibió ese año de 1891 la realización de
sus tradicionales alfombras de flores, con el fin de evitar aglomeraciones y
contactos de forasteros que trajeran el germen de la enfermedad y lo dejasen al
paso por las adornadas calles. La posibilidad de contagio era real y preocupante.
A nadie se le escapaba que los mendigos acudían desde otros rincones y se unían
a los existentes en el lugar, y, con ello, podían transmitir la viruela con
mayor facilidad a sus compañeros con quienes están, por algunas horas, en
continuo roce.
Era necesario, pues,
buscar soluciones. En otros rincones de la isla, un agente se encargaba de
recoger la limosna de las casas que, de forma voluntaria, entregaban algunos
vecinos. Con la cantidad recolectada se procedía a su reparto entre los mendigos,
evitando así una situación protagonizada por largas colas en las calles que no
era favorable para nadie. También se solicita la necesidad de que la alcaldía
procediera a examinar, caso a caso, la situación de las personas que
solicitaban ayuda en las calles.
El texto publicado
por El Valle de Orotava, en el contexto final del siglo XIX, aparece con una
doble vertiente. Dar a conocer al lector la situación a resolver tras el
diagnóstico expresado por la sociedad benéfica “La Caridad” y, al mismo tiempo,
ofrecer una respuesta ante el tristísimo espectáculo que se contempla en esta
localidad en ciertos días de cada semana, contrario a la verdadera y bien
entendida filantropía, merecedor de gran censura y no elogiado por ninguna
persona de buen juicio…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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