EDU HERNÁNDEZ DE HARO, hijo de mi compañero (interno) de la promoción
(1967 – 1968) Bachiller Superior y Revalidas en el Colegio de San Isidro de la
Villa de La Orotava, natural de Los Llanos de Aridane La Palma; FRANCISCO
HERNÁNDEZ, Ingeniero Técnico Agrónomo y Farmacéutico, con Farmacia en Almería,
remitió entonces (19/03/2020) estas bellas notas dedicada a su querida e
inolvidable madre MARIA DE LA BELLA DE
HARO FRIAS, que falleció en Almería el miércoles cuatro de Marzo del 2020, día
de su cumpleaños a los 66 años de edad. Que tituló: “LOVE, BELLA”: “…Justo ahora hace
dos años, en marzo de 2018, me encontraba en un maravilloso viaje a
Islandia junto a unos buenos compañeros y amigos fotógrafos, donde pude
disfrutar de una experiencia absolutamente única. Era mi segunda visita al
país, siete años después de que su belleza despertara en mí la
necesidad de reflejar con una cámara lo que yo veía con mis propios ojos.
Islandia tuvo la culpa de mi amor por la fotografía. Fueron diez intensos días
dedicados íntegramente a la fotografía, y donde además de fotos, intenté captar
imágenes para hacer un video/time-lapse con el que honrar tan precioso lugar.
Pero, desgraciadamente, tuve que cambiar de homenajeado.
Al poco tiempo de
regresar nos comunicaron que, como familia, comenzábamos una durísima
e inesperada batalla contra una enfermedad que muy pocas veces ha sido
derrotada. Nuestra vida, perfectamente estable, de repente se tambalea,
quedando todo lo demás en un segundo plano y donde pones todos tus
esfuerzos por sumar, ayudar y servir de apoyo para todos los demás.
Tenemos la suerte
de ser una familia muy unida, viéndonos casi todos los días y llevándonos de
maravilla. Y gran parte de esa culpa la tiene mi madre. Los niños siempre están
deseando ir a casa de la abuelita, porque allí se juntan, se lo pasan en grande
y además son premiados, a hurtadillas, con tesoros en forma de
chocolatinas.
No le hacía falta.
Sus nietos le adoraban igualmente.
Supongo que casi
todos dirán de sus difuntos que fueron grandes luchadores. No lo sé. Pero lo
que yo he visto estos últimos meses es algo digno de mención. Jamás una queja,
jamás una palabra que pudiera preocupar más de la cuenta, siempre con buen
talante y buena cara, siempre dando cariño a los demás... Hasta que ya no pudo
más. Era imposible aguantar más.
Por mucho que te
vayas haciendo a la idea, por mucho que te lo cuenten o que lo hayas visto en
otras familias, ese momento es como una puñalada en el corazón. La
sensación que recorría mi cuerpo la describiría como 'desesperación
silenciosa' al ver que esa vela en la que se ha convertido tu propia
madre, se apagaba para siempre. Era una extraña mezcla de sentimientos, en
parte alivio (la que menos); en parte pena (la que más).
Ya no habrá más
natillas caseras, ya no habrá más llamadas los lunes y miércoles de camino al
fútbol, ya no habrá más 'avisa cuando llegues', ya no habrá más bromas que
secundar, ya no habrá más tortillas de patatas inigualables, ya no habrá más
'ten cuidaíco con tu tobillo'... ya no habrá más 'Bellica'. Ahora queda en
mí, un niño de 37 años, un cierto sentimiento de responsabilidad.
Responsabilidad por continuar el núcleo familiar que siempre nos enseñó,
responsabilidad por cuidar de mi padre y mi tío, responsabilidad por hacer que
nuestros hijos sean buenas personas y responsabilidad por hacer que desde allí
arriba esté orgullosa de todo lo que hago.
Cada noche, sus
nietos mandan un beso a la estrella que más brilla en el cielo, porque esa
es su abuela Bella.
Hasta siempre,
Bellica.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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