El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ.
Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna remitió entonces (22/03/2020)
estas notas y fotografía que tituló “TRAZOS BIOGRÁFICOS DE JULIA DARÍAS
PÉREZ”, publicadas en el DIARIO DE AVISOS (22/03/2020): “…Julia Darías Pérez era una
mujer que poseía una estatura algo inferior a la mía; su
tez, no era ni blanca ni oscura; sus ojos, eran de un tono verde
claro y, su voz, poseía un
tono agradable. Más allá de nuestras diferencias y
parecidos en el aspecto físico llegamos a compartir
en numerosas ocasiones reflexiones y enseñanzas sobre la
vida. Ella, desde su punto de vista como abuela; yo, desde mi posición
como nieto mayor. Su experiencia vital, compuesta por varias
décadas de trayectoria, contrastaba de forma
notable con mis pocos años de vida.
Su infancia y juventud transcurrió
en el coqueto núcleo de Santa Catalina, situado en el municipio tinerfeño
de La Guancha. Fue hija del matrimonio formado por Severo
Darías (recordado mampostero) y Josefina Pérez (dedicada durante
años al exigente oficio del calado). Fueron sus
hermanos Laudelina, Francisco, Josefina, Candelaria, Severo y
Rosalía. En Santa Catalina se ubica aún la vivienda en la que
llegó a vivir junto a sus padres y que, en la actualidad, es el hogar
de una de sus hermanas. Desgraciadamente, de esos siete hijos, hoy solo quedan
con vida cuatro.
En nuestras conversaciones siempre me recordaba
el contexto complejo de su infancia y las numerosas horas que empleó en el
calado, ante un oficio marcado por la
meticulosidad y la concentración. Todo ello bajo
la vida gris del contexto posterior a la Guerra Civil
Española, jalonado por el miedo a lo que podía llegar a suceder por
manifestar una opinión contraria a la impuesta por la dictadura. La
llegada de la luz al lugar, a mediados del siglo XX, la
preparación y el cariño que manifestaba el pueblo con la preparación de las
fiestas en honor a Santa Catalina, los populares bailes en
la plaza amenizados por orquestas locales, la adquisición de
productos con la cartilla de racionamiento en
las pocas ventas que llegaron a existir, junto a otros acontecimientos,
formaron parte de incontables vivencias que, con nostalgia, no dudaba en
compartir.
La conversación con
ella era siempre una lección de aprendizaje. Por
ello, consciente del privilegio de lo que suponía, aprovechamos al
máximo esos ratitos que no solían faltar en su compañía, en el
contexto de su casa, ubicada en el municipio de Los Realejos. Las
anécdotas y las numerosas vivencias de su padre, Severo
Darías, constituían en muchas ocasiones un motivo de diálogo y
exposición de impresiones en común. Severo fue una persona que
participó en muchas actividades. Se dedicó profesionalmente al oficio
de la mampostería pero, a la vez, era un enamorado de la cultura.
Sabía leer y escribir con claridad, empleando su tiempo
libre, durante años, a enseñar a otros. Además, era un
apasionado de la poesía, que materializó tanto de forma escrita
como oral. Julia solía recordar refranes, recitar poemas y
tatarear canciones propias de su infancia y juventud. Melodías que
tenían como tema central, en ocasiones, la emigración y la tristeza
que ese proceso generaba. Cada año, recordaba con ilusión la
llegada de la festividad de Santa Catalina, en su núcleo natal.
En muchas ocasiones acudió a los actos de celebración
religiosa y, también, para acompañar a sus hermanos y otros familiares
a un día de encuentro en el lugar.
En el apartado
gastronómico, confieso que compartía con mi abuela su afición
por el mojo picón y las papas guisadas.
Ambos productos formaron parte,
en numerosas ocasiones, de exquisitos intermedios en nuestras
conversaciones.
Era una mujer luchadora, valiente y que se
aferró a la vida hasta sus últimos días, personificando la máxima de
tratar a los demás con respeto. Lo demostró hasta el final y así nos lo
hizo saber a lo largo de su existencia. Sirva este artículo
como sencillo homenaje, recuerdo y aprecio por un ser que se
despidió a finales del pasado año 2019con la misma sencillez y
bondad que caracterizó su vida. Gracias por tanto, abuela…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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