Procesión de la Virgen del Carmen de Los
Realejos correspondiente al año 1965. Por la que tienen devoción los marineros
del Puerto de la Cruz que suben en la octava a vitorearla como la reina de los
mares.
El amigo del Puerto de la Cruz; MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, remitió entonces (2013) estas notas que tituló; “LA VIRGEN DEL CARMEN, LA MÁS FIRME DEVOCIÓN DE LA FAMILIA MARINERA”: “Previo a la Conquista, y después de la integración de Canarias a la Corona de Castilla en el siglo XV, los invasores para conseguir la conversión de los aborígenes a la fe católica, trajeron imágenes de la Madre de Dios con el Niño Jesús en brazos, que prendió pronto en la cultura del pueblo guanche que tenía su propia religión y adoraba, como señala Abreu Galindo, a un ser supremo del cielo, amén de los astros; por lo que al presentar los castellanos en la isla de Tenerife la divinidad en la figura de Nuestra Señora la Virgen María, “aparecida” en las postrimerías del siglo XIV en la playa de Chimisay, al aprisco de una cueva del Barranco de Chinguaro de Guímar, vieron los guanches idealizado el concepto espiritual y ritual de sus creencias, que primero prendió en los menceyatos denominados “bancos de paces” con la evangelización no exenta de esculturas reverenciadas bajo distintas advocaciones, de ahí que Fray Alonso de Espinosa señale que “…una de las excelencias en que excede esta isla a las otras (…), es haber aparecido en ella tantas imágenes y haber tantas y tan devotas reliquias, que tantos milagros obren, que no es pequeña merced que Dios ha hecho a esta isla (…)”.
Al pie del valle de La Orotava, y frente al litoral marino del breve
perímetro del Puerto de la Cruz,
se hallan Los Ricos de Martiánez, donde Cuscoy asegura se encontraba el punto
de mayor concentración humana. Con Fernández de Lugo llegó el primer símbolo de
la cristiandad, la Cruz,
que debió alcanzar a los trogloditas de esa zona- si es que antes no fueron
exterminados o vendidos como esclavos; salvo que como “alzados” se resistieran
a la asimilación castellana-; porque la devoción mariana no llegaría a estos
lares de Taoro sino a lo largo del siglo XVII, puesto que los escasos vecinos
de la Caleta,
por no existir ningún recinto sagrado en su territorio, acudían a cumplir con la Iglesia a la parroquia de
Nuestra Señora de la
Concepción de La
Orotava, y, posteriormente, a la ermita del siglo XVI de
Nuestra Señora de la
Paz-entonces de jurisdicción de la Villa y asistida por los
frailes dominicos del convento de San Benito Abad- donde se venera esta efigie
que es la escultura de María más antigua del Puerto. Hipotéticamente, aquel
núcleo poblacional de Martiánez debió tener conocimiento de la Señora; pues para D.J.
Wölfed “los grupos humanos prehistóricos no se extinguieron, sino que
sobrevivieron en la población actual, después de un inicial y rápido proceso de
cristianización y aculturación”.
Sea como fuere, los marinos y mareantes del Puerto de la Cruz, desde la llegada de la
nueva Virgen del Carmelo a mediados del XX reactivaron al máximo su secular
manifestación de fervor marinero y preferencial. Con algarabía de cantos,
piropos y continuo balanceo procesional exteriorizan sus sentimientos más
hondos. Porque esa jarana, que inspira su Madre, es plegaria que brota
espontánea de sus pechos y voz perenne de un lugar donde permanecen los más
firmes e inamovibles cimientos de la marinería del norte de Tenerife.
En el devenir histórico, independientemente del antiguo
patronazgo de san Telmo, el gremio marinero del Puerto ha vivido desde siempre
otras devociones marineras que recibieron culto en ermitas, conventos e
iglesias de su territorio; si bien fuera de su corsé geográfico, desde 1750 la
gente de La Ranilla
obtuvo el privilegio de portar a hombros, en la tradicional procesión de los
marinos, de la Octava,
la imagen de la Virgen
del Carmen de Los realejos, que, desde entonces, cada año, renueva con el mismo
sentimiento con que reverencia a su guapa y marinera “ranillera”, con un
vínculo tradicional de amor y devoción afines.
Pero no deja de ser significativo y curioso que un pueblo cosido
al mar, devoto de la Madre
del Carmelo, peregrinara a Los Realejos “alejado de los azares del mar” y se
resistiera a rendirle tributo durante casi dos siglos a la imagen existente en
el Puerto. No obstante, los marineros y pescadores seguían invocando a san
Telmo, además de la Virgen
del Rosario y Nuestra Señora del Buen Viaje. Por ello no es de extrañar que en
la segunda década del siglo XX el cura párroco de La Peña de Francia Antonio Marín
Sebastián instaura a los portuenses a rendir culto a la imagen del Carmen de la
parroquia de la Peña
de Francia, para la cual, el sacerdote es tradición dijo que: “nada de
desplazamientos hacia otros pueblos alejados de los azares del mar. Existiendo
entre nosotros la imagen de vuestras fervorosas devociones, a Ella tenemos
todos que acudir a rogarle que nos conceda su gracia”.
Y según mis apuntes, que difieren de los que otros autores
llevan publicados, la primitiva imagen estuvo sumida en el olvido en nuestra
parroquia hasta el 29 de julio de 1917, fecha en que se celebró una solemne
función religiosa oficiada por el párroco Antonio Marín Sebastián en honor de la Carmelita y una
procesión, sin embarque, patrocinada por el Comandante de Marina de aquella
época. Y hasta 1923 no será embarcada, por primera vez, la sagrada imagen del
Carmen procesionada a hombros de marineros. A su regreso al muelle, predicó el
sermón el mencionado párroco.
Así que después de la
Virgen de la Paz,
que no tuvo incidencia vocacional en los corazones marineros, al igual que la Virgen de Ntra. Sra. de la Peña, las otras imágenes de
María, que sí la tuvieron, las encontramos, como se ha dicho, en las
representaciones del Rosario y Ntra. Sra. Del Buen Viaje y las tres imágenes
habidas del Carmen, todas ellas de los siglos XVII y XVIII, a excepción de la
última, costeada en su mayoría por el Gremio de Mareantes.
El deseo de los portuenses hizo que, sucesivamente, fueran
desplazadas para centrar su ferviente veneración en la actual Señora del
Carmelo, a la que los trabajadores de la mar recurren en sus adversidades. Esta
imagen de hermoso rostro y mirada dulce, es obra donada por el escultor
portuense Ángel Acosta Martín, la cual fue entronizada solemnemente el 19 de
mayo de 1954, por lo que en este año se cumplió el 55º aniversario.
Por último, aclarar que la primitiva imagen del Carmen se pierde
en la noche de los tiempos, mientras que la segunda, de media talla, atribuida
al orotavense Fernando Estévez (1788-1854), fue trasladada a la ermita de San
Telmo y entronizada en el altar mayor de dicha ermita, junto al mar, y de allí
a la iglesia conventual de San Francisco, de donde nuevamente volvió a la
parroquia. Así que fue esta imagen la primera en abrir la actual tradición de
la procesión terrestre-marítima que, cada martes de la segunda semana de julio
tiene lugar en medio de un ambiente festivo-religioso multitudinario.
Sin lugar a dudas, a pesar de que hasta 1901 no se declaró a la Santísima Virgen
del Carmen, Patrona de la
Marina, que lo es de hecho de todos los navegantes, y que ya desde
el siglo XIII había sido llamada por San Simón Stok “Estrella del Mar”, la
advocación portuense data del siglo XVII cuando se acentuó el auge de esta
población liberal.
El Puerto de la
Cruz ha tenido siempre su historia al socaire de sus
advocaciones, porque es pueblo de fe y beneficiario de sus santos patronos. En
el caso de la gente de la mar, la actual y venerada Virgen del Carmen es luz y
guía del bregar diario y la llevan en el corazón no sólo los marinos y sus
familias, sino toda la población portuense. O porque como contara un viejo
pescador del Puerto: “la Vigein
dei Caimen hecha por uno dei Pueito es la más bonita dei mundo”.
LA PÉRDIDA DE VALORES, UN TRIBUTO DE LA SOCIEDAD ANTE LOS
NUEVOS TIEMPOS: Además de las principales fiestas populares, conmemoraciones y
acontecimientos que tienen celebración anual en la primera Ciudad turística de
Canarias, y que a lo largo de estas publicaciones de carácter monográfico he
venido tratando de recrear y sintetizar con la conclusión de las tradiciones Fiestas
de Julio en honor del Gran Poder de Dios, la Virgen del Carmen y San Telmo, pero, no sin antes
hacer una sucinta referencia de las restantes, dignas de mayor predicamento,
como es el caso de la Fiesta
de Reyes que, desde que el colectivo “Amigos de los Reyes Magos” de este Puerto
asumió su organización y realización en 1996 el bíblico evento
cultural-religioso adquirió mayor impulso y progresión en cuanto a calidad y
rigor, con la celebración de concurso de belenes, conferencias, conciertos,
pregón, etc. y, por supuesto, de gran perfeccionismo y caracterización de los
Magos de Oriente y espléndida cabalgada de brillante séquito desplazada desde
El Castillo de San Felipe hasta la plaza de Europa para la adoración y
prosternación de los Reyes ante el Nacimiento.
Otras de las celebraciones, inducidas por el turismo y
organizadas principalmente por el Centro de Iniciativas de Turismo (CIT), son la Semana Bávara de
Tenerife (Fiesta de la Cerveza),
cuya primera edición folclórica tuvo lugar en 1978 y que debe su origen a la
fiesta de octubre de Munich y el Día Mundial del Turismo, que tienen lugar en
la tercera semana de agosto y última semana de septiembre, respectivamente.
De carácter institucional están la del Día de la Mujer Trabajadora,
8 de marzo; Día del Libro, 23 de abril; Día de los Trabajadores, 1 de mayo; Día
de la Cruz y
fundación de la ciudad, 3 de mayo; Día de Canarias, 30 de mayo; Día de la Hispanidad, 12 de
octubre y Aniversario de la Constitución Española, 6 de diciembre. En los
barrios periféricos, que son muchos y que antaño tuvo mayor número de
celebraciones lúdico-religiosas, están: la de la Cruz de San Luis- Los Nidos,
a finales de abril y principios de mayo; San José Obrero, en La Vera, segunda semana de mayo;
la Santa Cruz,
en Las Dehesas, tercera semana de junio; la Higuerita, en la última
semana de junio; Nuestra Señora de la Candelaria, en La Vera, segunda semana de agosto; San Antonio de
Padua y Nuestra Señora de la
Salud, en San Antonio, primera semana de septiembre; San
Felipe Apóstol, en San Felipe- El Tejar, tercera semana de septiembre, y Santa
Rita, en Punta Brava, cuarta semana de octubre, entre otras que he podido
omitir involuntariamente.
Y por último, y como no podía ser menos, las Fiestas Mayores, en
principio sólo en honor de la sagrada imagen del Gran Poder de Dios, siglo
XVII, a la que se rinde culto y veneración desde principios del XVIII, y que se
quedó al pie del valle de La
Orotava al amparo del Teide en este afable y acogedor rincón
norteño que eligió por morada, tal vez por designio divino, ya que su destino
desde su origen andaluz era la iglesia de San Pedro Apóstol de Breña Alta en La Palma.
La fiesta del Cristo de la mano en la mejilla y cabeza ladeada como un lirio, se debe a la Cofradía del Gran Poder de Dios y San Pedro, fundada en 1746, siendo su primitivo recorrido desde la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia hasta la fortaleza de Santa Bárbara, recorrido éste que se amplió como consecuencia de una promesa en 1894 al cesar la epidemia de viruelas que había asolado el valle en 1774.
La fiesta del Cristo de la mano en la mejilla y cabeza ladeada como un lirio, se debe a la Cofradía del Gran Poder de Dios y San Pedro, fundada en 1746, siendo su primitivo recorrido desde la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia hasta la fortaleza de Santa Bárbara, recorrido éste que se amplió como consecuencia de una promesa en 1894 al cesar la epidemia de viruelas que había asolado el valle en 1774.
La antigua Virgen del Carmen, pese a remontarse al siglo XVI y
figurar su entronización a mediados del XVII, estuvo sumida en el olvido por
espacio de unos dos siglos hasta el 29 de julio de 1917, fecha en que se celebró
una función religiosa en su honor y una procesión, patrocinada por el
comandante de Marina, pero, sin embarque, que no se realizó hasta las fiestas
de julio de 1921 cuando la dulce carga a hombros de rudos marineros y
pescadores, fue embarcada, sin que ello rompiera la vieja tradición que sigue
uniendo a la familia marinera del Puerto de la Cruz con el pueblo de Los Realejos. Si se tiene
en cuenta que la Cofradía
de Nuestra Señora del Carmen no se funda hasta 1923 y que, como queda dicho, el
primer embarque tuvo lugar dos años antes, quiere decir que la organización, en
principio, estuvo bajo los auspicios de la Comandancia Marina
y después en manos de la recién fundada Cofradía.
Hoy, esta tradición del embarque, ha perdido viejas costumbres a
cambio de otras nuevas como la de asentar casetas en los muelles a modo de
ventorrillos familiares, disparar con pistolas de agua librando batallas
acuáticas en medio de un frenético ambiente musical y bailable con gran ingesta
de cerveza, éste de muy mal gusto, entre otros. Lo que sí ha ganado este
acontecimiento festivo-religioso es en devoción foránea y en espectacularidad
de un impensable alcance multitudinario. Ello se debe al hijo del Puerto de la Cruz, el escultor Ángel
Acosta Martín que talló para su ciudad natal la hermosa y bella imagen de la Virgen entronizada el día
19 de marzo de 1959, precisamente 50 años ahora de tan emotivo acontecimiento.
A San Telmo, imagen del XVIII, que hace muchos años se embarcaba
por el Boquete al encuentro de la
Virgen del Carmelo en el mar, hoy sale desde la ermita para
recibir a la Reina
de los Mares en la Punta
del Viento y seguir la tradicional procesión terrestre-marítima.
Del programa festero había que destacar ciertos números que
gozaban de gran tradición como la llamada Entrada, para el Gran Poder de Dios.
Consistía éste en una auténtica cascada de fuego que “incendiaba” el frontis
del templo con transfiguración de catedral, tan líricamente recreada por el
portuense Sebastián Padrón Acosta; los conciertos musicales desde el quiosco
“Dinámico” de la plaza del Charco y la carrera de coches engalanados realzados
por la belleza y alegría de la mujer portuense que participaba el lunes en la
sortija de la plaza Mayor (léase del Charco) en una brillante batalla de
flores, confetis y serpentinas, toda una sinfonía de colores. Se ha intentado
recuperar este acto pero la “copia” ha resultado un fracaso.
Pero de las buenas costumbres sobre actitud y comportamiento en
el trato social con el que se demuestra la buena educación y el respeto que de
niños aprendimos de nuestros padres y educadores, hoy están relegadas al
olvido, y es que parece ser el tributo que está pagando la sociedad por su
constante evolución. Yo recomendaría, con textos adecuados a nuestros tiempos,
aquellos pequeños libritos de Fernando Bertrán de Lis o de Pilar Pascual de
Sanjuán sobre Urbanidad, todo un conjunto de normas y reglas ajustadas a las
acciones de todo individuo para el correcto comportamiento en la vida personal
y social, que buena falta está haciendo.
Y como punto y final rogar a los responsables de la custodia de
las costumbres y tradiciones del Puerto de la Cruz con peso suficiente de tiempo e historia,
algunas de las cuales se han recuperado, como el “matalaculebra”, el retorno de
la gente a la playa por San Juan, el enrame de chorros y los barquitos en la
pila de la plaza del Charco por julio, que velen por sus salvaguardia, ya que
este legado es la expresión popular de mayor autenticidad heredadas de nuestros
padres y abuelos a los que todos estamos obligados a respetar, defender y darle
el realce correspondiente para exhibirlas con orgullo y satisfacción como parte
integral del patrimonio local, cual es y seguirá siendo, su historia, sus
tradiciones y costumbres…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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