Esta panorámica del sur de la isla de Tenerife concretamente en el Médano
publicada en La Prensa del matutino El
DÍA el día 10 de septiembre de 2011, nos hace pensar que el progreso mal
organizado nos lleva a una hecatombe de la ruina en el paisaje, en el medio
ambiente y en nivel de la vida.
Aquí vemos el verdadero Médano, el Médano país del sol, del viento, de la
naturaleza, de la soledad, del mar cristalino, de su propios y originarios
habitantes. El Médano que a pesar de su difícil trayecto para disfrutarlo solo
se le veían almas humanas de otros lugares de la isla en tiempo de estío.
Allí veraneaban muchas gentes de La Orotava, tenían sus caserones frente a
su playa los Herederos de don Casiano García Feo, chanero de verdad,
propietario de sus tierras, del Cabezo. Su hermano Francisco García Feo
conocido por “Frasco” construyó el hotel Médano que en la actualidad está
amenazado por costa para ser destruido. Su otro hermano que fue párroco
arcipreste del templo Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de La
Orotava don Inocencio García Feo, estudió en el seminario de Tenerife, se
especializó en la Roma externa y murió en La Villa victima de la peste gripal
que azotó la isla al principio del siglo XX. También compraron en el Médano la
familia de don Eustaquio García industrial – ebanista de La Orotava, que en la
actualidad conservan sus propiedades.
Visité por primera El Médano (Barrio costero de Granadilla de Abona),
siendo aun joven, con los amigos y convecinos, Francisco Sánchez García
(fallecido) y Dardi Sánchez García, nos desplazamos en el escarabajo blanco de
Francisco por la carretera de Las Cañadas y difíciles curvas de los montes de
Vilaflor, allí nos reunimos con el resto de su familia y con la familia García
Torrents.
Guiado por mi amiga y convecina de La Orotava Margarita García, me emocionó
El Médano, ya no era como está en esta foto (con su antiguo balneario junto a
las maretas), pero tampoco y mucho menos como está en la actualidad. Me impresionó
la Montaña Roja, el horizonte llano y azul del océano, la brisa de su viento
costumbrista, las limpias aguas del mar, su arena amarilla y fina. Toda una
proeza que me hizo pensar en el futuro de la vida, en el futuro de la
humanidad. Pero como cambian las formas, primero la autovía, después la
autopista y después el aeropuerto y dentro de poco el Puerto Industrial. En qué
futuro pensaba un servidor siendo un joven estudiante de preuniversitario en
aquellos veranos de gratos recuerdos.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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