Fotografía del Puerto de
la Cruz del principio del siglo XX, tomada desde la atalaya del Hotel Taoro,
referente a la punta de la carretera. Observamos a la derecha el mirador de
Ventoso y el Kiosco de la Música de característica estilo mudéjar, de color
blanco de la plaza El Charco.
Mi amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ remitió entonces (2013)
estas notas que tituló; “REMINISCENCIAS Y
NOTALGIAS DE UN PASADO PORTUENSE”: “…Toda persona -partiendo naturalmente de que posea un mínimo'
de sensibilidad- siente nostalgia de su vida pasada, tanto cuanto más va
entrando en la edad..., madura. Cuando nos damos cuenta el tiempo -que se nos
concede- ha pasado fugazmente.
Muchos amigos de colegio. Es ahí precisamente en los centros de
enseñanza infantil donde empezamos a convivir socialmente donde se forjan las amistades
del futuro. Quien no se ha preguntado alguna vez ¿qué habrá sido de aquel amigo
de la infancia que más tarde tuvo por diversas razones- que despIazarse a
otro pueblo, o quizás emigrar a otra nación allende los mares? ¡Cuánto me
agradaría volver a verlo! recuerda con nostalgia. "
Hace algunos años una señora alemana -actualmente fallecida- me
dijo refiriéndose -entre suspiros- al Puerto de la Cruz, de la década de los 50:
-ha perdido su encanto» recalcó muy estrictamente. ..Estoy de acuerdo con
usted, señora», le respondí de inmediato. El diálogo continuó y seguimos recordando
tiempos pasados. El Puerto de la
Cruz empezó a transformarse de pueblo en ciudad con la
puesta en marcha de la urbanización Llanos de Martiánez.
Y... como todo tiene su precio con la citada urbanización desapareció
el más bonito platanal -preludio de otros- que en un simpar alarde de belleza
circunvalaban al antaño pescador y agrícola...pueblito». Entonces donde hoy
está ubicada la avenida de Colón sólo existía un paseo de tierra con una
hilera de tarajales que dividiendo el camino de la playa, empezaban en la ermita
de San Telmo y terminaban en el centro mismo de la playa Martiánez. Comenzaba
a continuación una plaza con una amplia terraza de cemento, base ésta de
ubicación de varias casetas «típicas, que a la sombra de tarajales, arbustos y
techo de palmeras, atenuaban el rigor del sol en los días fuertes del verano
playero. En dichas casetas acondicionadas para restaurantes con vistas al mar
y bañistas se podían degustar los mejores pescados y mariscos del litoral
portuense (entonces muy abundantes), viejas, pulpos, lapas, almejas, ete.,
sin olvidar por supuesto, ese rico crustáceo «el cangrejo, todo ello acompañado
de aquel buen vino tinto del norte de nuestra isla. Frente al susodicho lugar
dando frente a la playa y rodeada de lindos platanales se encontraba la
piscina municipal Martiánez, lugar de citas y encuentros de muchísimos
bañistas y expertos nadadores: unos porque preferían la tranquilidad de las
aguas para darse un chapuzón y otros para entrenarse, con vistas a las competiciones
de natación que en dicha piscina se solían celebrar. Categoría no solamente
regional, sino también nacional e internacional tenían estos enfrentamientos
deportivos. Grandes nadadores se formaron y nadaron en la piscina que nos
ocupa; de entre ellos mencionaré a dos de los grandes, Fermín Rodríguez Méndez
que junto al chicharrero Alfonso Veller conquistaron para Tenerife el campeonato
de España de natación en el año 1942, el primero estilo mariposa y el segundo
en espalda.
Si por el día se nadaba, por la tarde/noche se bailaba. Al son y
ritmo de la portuense orquesta Manigua. Movían los esqueletos lugareños,
foráneos e incluso extranjeros que desde muchos años antes ya nos visitaban.
Esta prestigiosa orquesta en aquellos años muy solicitada, hacía la delicia
con las melodías de entonces: El manisero, bésame mucho, el pasodoble tres
veces guapa, etc."- de los extranjeros aludidos y que se hospedaban en los
cuatro únicos hoteles del encantador Puerto de la Cruz de aquellos años. El
gran hotel Taoro..., dirigido por don Enrique Talg, hotel Marquesa llevado y
dirigido por su dueño don Sebastián González Nepomuceno; Monopol» dirigido
también por su propietario don Carlos Gleixner, y por último el Martiánez,
llevado por don Enrique Talg,
Una sociedad cultural y recreativa el «Círculo Iriarte., alma
de la cultura para jóvenes y adultos. Por fin: exposiciones de pintura,
conciertos musicales, conferencias y diversas recreaciones.
Otros tiempos, sin duda, que no volverán -«ni hace falta- responderán
nuestros jóvenes pero que nosotros los adultos recordamos con nostalgia…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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