Fotografía de una panorámica del
entonces municipio del Realejo Alto, año 1900.
El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER
LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universalidad de La Laguna, remitió
entonces (12/02/2017) estas notas que títulos; "UN SACERDOTE Y BRILLANTE ORADOR REALEJERO".
Publicadas
en LA OPINIÓN DE TENERIFE, el 11 de
febrero de 2017: “… Tal y como han advertido diversos autores, la
historia del núcleo tinerfeño de Los Realejos aglutina toda una serie de
nombres esenciales para el conocimiento de nuestra larga trayectoria histórica.
El polígrafo y principal exponente de la ilustración canaria, José de Viera y
Clavijo (1731-1813); el recordado profesor universitario, excelente científico y
Premio Príncipe de Asturias de Investigación (1986), Antonio González y
González (quien vivió entre 1917-2002; centenario de su nacimiento que se conmemora
este año con diversas actividades entre su localidad natal y la Universidad de
La Laguna); el destacado sacerdote, periodista e investigador, José Siverio
Pérez (reconocido con el premio Patricio Estévanez, el 23 de enero del presente
año, a cargo de la APT), entre muchos otros. Toda una serie de nombres para la historia
en el que incluimos a Domingo González de Chaves (1798-1866).
El investigador y genealogista, Antonio
Luque Hernández, señalaría en su obra Las Familias Chaves y Montañés de Tenerife,
algunos apuntes biográficos que permiten situar en un contexto el personaje
objeto de nuestro análisis. De esa forma, conocemos que se trató de uno de los
hijos del matrimonio formado por José González de Chaves y Antonia Pérez Bento,
teniendo por hermanos a María Rafaela, Inés, Manuela y Agustín.
De notable importancia para ampliar nuestro
artículo, destaca el análisis de la nota necrológica disponible para su
consulta en el portal Jable de la ULPGC, con fecha de noviembre de 1866. A
partir de tal referencia, conocemos que Domingo González recibió su primera
formación en La Orotava, adquiriendo unas primeras nociones de latín y otros
apartados del humanismo. Una primera etapa formativa en la que recordaría
siempre con admiración las enseñanzas del profesor Rafael de Frías. En 1817, a
partir de la creación de la Universidad de San Fernando de La Laguna,
continuaría sus estudios en las facultades de Filosofía y Teología, logrando como
esfuerzo a su incansable labor “los grados de Bachiller, en la primera, y de
Bachiller Licenciado y Doctor, en la segunda”. Tras el desarrollo de su carrera
literaria, “y abierto concurso de oposiciones a los Beneficios vacantes, en
1827, obtuvo con Real título el de la Parroquial de Santiago del Realejo Alto”.
Un aspecto que quedaría recogido en el Boletín de la Revista
general de legislación y jurisprudencia, que incluye el nombre de nuestro
biografiado en atención a los Reales decretos de 17 y 22 de junio, publicados
en la Gaceta de 12 de julio, designando S.M., entre otros nombramientos
eclesiásticos, a Domingo González de Chaves “para una canonjía
en la misma Santa Iglesia”. Como muestra de su valía y por recomendación de
cierto párroco, “se encontró con el nombramiento de Canónigo de la Catedral de
la Laguna”; aunque renunciaría a tal ascenso.
El apunte necrológico refleja la estima que
existía hacia Domingo, pues “dedicado, desde que ascendió a las sagradas
órdenes, al ministerio de la Predicación, el Doctor Chaves fue considerado,
según la opinión general de las personas más competentes, como el primer orador
sagrado de Tenerife”. Durante los
últimos años de su vida sería nombrado “Arcipreste del Partido”.
Luque
Hernández, apunta que testó ante Sixto González Regalado, el 17 de agosto de
1859, e hizo codicilo el 3 de septiembre de 1866, ante Romero Betancourt. La
importancia de la Iglesia en su vida se observa por el importante número de
donaciones que realizó al efecto. En la nota cronológica de Domingo González,
encontramos las siguientes palabras que sintetizan el respeto del pueblo a su
persona: “Siempre mereció la justa benevolencia y el mejor concepto a sus
Prelados, deja todo lo que el hombre puede desear; una buena memoria a sus
feligreses, y el sentimiento de haberle perdido a sus amigos”…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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